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TOROS

José Tomás sale a hombros en Castellón en su inicio de temporada

Logró un botín de dos orejas, que pudieron ser cuatro Fácil, seguro y templado con toros excelentes de una buena corrida de Jandilla

BARQUERITO

Viernes, 29 de febrero 2008, 02:16

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Era protagonista casi único José Tomás. Como si su nombre apareciera en los carteles con letras mayores. Con esta corrida de Castellón arrancaba José Tomás curso. Madrugando. En torno a José Tomás giró la corrida. Las vísperas de la corrida también: el abono encarecido y crecido, la reventa en su puesto, a la orden y engalanada, un runrún entre provinciano y universal, la misma atmósfera imperativa, subjuntiva y suficiente que acompaña a José Tomás por sistema desde el día de su reaparición en Barcelona hace ahora siete meses y medio. De carne y hueso el monstruo, sumamente sobrio en los gestos.

Y dos toros de Jandilla que ni pintados para la partida porque fueron los dos mejores de la corrida. De quinientos kilos uno y otro. Pero el segundo de la tarde no los aparentaba y, en cambio, el quinto, los daba de sobra y parecía por todo más toro. Negro aquél, entre acapachadito y acucharado, con el trapío justito para lo que se estila en Castellón. El otro, castaño lombardo y chorreado, más abiertas las palas gachas, acodado, bien puesto, fue un toro largo, bajo de agujas, corto de manos y, como todos los de esa línea, muy flexible, presto por naturaleza para el galope, reunido siempre el tranco.

El toro negro salió corretón y ligero, trastabillándose hasta claudicar. Se echó encima parte del público, pero cuando la protesta empezaba a cuajar, ya estaba el tercio cambiado con un picotazo delantero y defectuoso. Se lidió de urgencia y José Tomás estuvo puesto sin dilación. Abrió con toreo cambiado. Al suelo el toro al tercer viaje y protesta ahora más cruda que antes. No se descompuso José Tomás. Ni una mueca. Como si no fuera con él. Una pausita y se abrió con el toro. Cite de medio pecho y seguro, de ofrecerse en serio, y cambió el decorado. O el ambiente. No del todo ni de repente. Pero se calmaron los que reclamaban. Dos tandas con la diestra en los medios. No vino gobernado ni obligado el toro, pero José Tomás se lo pasó muy cerca en todos los viajes. Soberbia puntería en el embroque. Lo despidió para abrirlo y se asentó el toro entonces.

Despejado el horizonte, José Tomás se puso por la otra mano y pareció sentir que era el momento de atacar al toro. No llegó a tanto la cosa, porque tampoco era toro de subirse a las barbas. Sino de administrarlo. Dos tandas de naturales de caro ajuste, ligadas en un palmo, rematadas con airosos cambiados por alto. Fueron el cogollo de la faena. José Tomás decidió abundar. Pero ya en muletazos de frente, de uno en uno, y por tanto no ligados, mecido en los vuelos el toro con facilidad. Templadamente. Molinetes mexicanos en los remates abrochados con el de pecho. Aunque el toro, que escarbó dos veces, ya venía pidiendo la cuenta, la faena se pasó. José Tomás la remató con manoletinas muy jaleadas. Un metisaca sospechoso, estocada atravesada, rueda de peones, dos descabellos. La euforia se apagó.

El toro castaño del segundo turno vino a darle al torero de Galapagar y a su gente muchas alegrías. No de salida, porque José Tomás, de perfil y a pies juntos, soltando mucha tela, sufrió en el recibo hasta tres semidesarmes en otros tantos enganchones de capote, y un pisotón que lo dejó descalzo de un pie. La lidia no fue de rigor, el toro cobró por su cuenta un picotazo delantero -¿y se aplaudió al picador!- y al salir de la vara enterró los pitones y se pegó un volatín completo. No se alarmó nadie.

A un señor de un tendido de sombra le dio un patatús y, mientras la Cruz Roja cumplía como siempre, José Tomás se enredó en un quite por gaoneras de insuperable ajuste. Ninguno de los lances fue de compás. Contó el gesto de valor, que tuvo bis enseguida, porque, tras brindar al público, José Tomás abrió faena con seis estatuarios cobrados en el mismo punto. No fue el ajuste de las gaoneras, pero el alarde encendió la vela. Ya no se apagó. Después de esa apertura por arriba, vino el bajar José Tomás la mano, enganchar y tocar a la vez lánguida pero reciamente, acariciando los viajes pero sujetándolos con intención.

Reserva especial

El toro se empleó con exquisitez de danzante: repicando las embestidas dócil, pastueña, boyantemente. Toro de calidad, reserva especial de Jandilla. Por lo largo de sus viajes. Porque, siendo codicioso, dejó, al descolgar, estar tanto como el carretón obediente que se rebosa. Se sintió respirar su bonanza brava. Y el aliento seguro de José Tomás, menos forzado ahora que antes. Menos empeñado en ajustar los embroques, o más despegado, pero, en cambio, más seguro y suelto. Muletazos de abajo arriba muy sutiles dieron cuerda al toro. El final, aparatoso, fue de mucho toreo perfilero, vertical, a pies juntos, o de saleroso pero seco acento en trincheras y trincherillas dibujadas desde la faltriquera a la zapatilla. Generosa la faena, no sin su parte de calco de otras del mismo autor. Los fieles no dejaron que la orquesta interviniera. Ni Nerva ni España cañí ni el tango de Schubert. Galapagar. Una estocada con vómito. Dos orejas.

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