

Secciones
Servicios
Destacamos
SANJOSÉ
Lunes, 12 de noviembre 2007, 09:53
Si Wenceslao Fernández Flórez (1885-1964) hubiera nacido en Extremadura, en el valle del Ambroz, no cabe duda de que su 'Bosque animado' estaría junto a Segura de Toro. Vería a 'Fendetestas' asaltando a curas orondos que cruzan el valle lleno de castaños, o sesteando junto a los cinco gigantes del Ambroz: cinco castaños de más de setecientos años, a los que es fácil verles ojos, narices, brazos y manos.
A Wenceslao, el hombre pegado a una gran nariz aguileña que fue capaz de escuchar las conversaciones de los árboles del Norte, le sería fácil oir a estos viejos árboles extremeños, que en este siglo XXI cuentan con la visita de Nisio, el último cabrero de Segura, que junto a sus tres perros se pasea bajo las copas cubiertas de castañas, que a estas alturas del año van cayendo lentamente sobre el suelo lleno de humus, sobre grandes parasoles que parecen auténticas casas de duendes. Mientras Nisio camina coge castañas, las pela y las come, «para mí es como si fueran pipas», dice este hombre de sonrisa fácil que confiesa que cuando no sube a la sierra siente un ahogo en el pecho, «es como si me faltara el aire».
El verraco sin tesoro
Para ir a ver a los gigantes verdes hay que llegar en coche hasta Segura de Toro. Un pueblo de 200 habitantes, que está a 32 kilómetros de Plasencia.
Tiene Segura en su plaza un enorme verraco de piedra. Un iluso, allá por los tiempos de la República, pensó que quizá fuera verdad el rumor de que los moros habían escondido en su vientre un tesoro. Pico la piedra, metió un barreno y quedó despanzurrada la joya de piedra. Luego alguien pegó los trozos con más o menos maña. El animal sigue ahora paciendo malherido. Eso sí, en el medio de la plaza del pueblo, a la vista de los vecinos, para evitar más agresiones.
Desde Segura de Toro hasta los castaños del Temblar hay unos 30 ó 45 minutos de subida, que hay que hacer despacio, saboreando el paisaje, y provisto de agua. Se pasa por un molino, por el pequeño cementerio con gatos tomando el sol en los muros, por majadas viejas y modernas, hasta coger una vereda hacia la izquierda antes de llegar a la cima. Poniendo cuidado en no tropezar se llega al arroyo de Temblar y al bosque.
Tras cruzar el pequeño arroyo haciendo algunos equilibrios sobre dos o tres piedras, hay una cancela de madera. Al pasarla se encuentra la finca en la que crecen los cinco castaños gigantes. Puede hacer mucho calor fuera de este bosque, pero bajo los castaños siempre hace una temperatura agradable.
Tertulia de amigos
Los cinco gigantes están juntos, pero no se molestan unos a otros. Forman un corro, como viejos tertulianos en plena conversación.
El primero que se aparece al curioso es 'El Hondonero', bautizado así por estar en la parte más baja de la finca, en lo hondo. Es enorme, considerando algunos expertos que es el más valioso de Extremadura. Si se bordea el tronco a una altura de 1,30 metros con una cuerda, al medirla luego causará asombro saber que tiene 7,8 metros de perímetro. Su altura total es de 25 metros, y tiene un diámetro máximo de copa de 25,6 metros.
Al lado, subiendo unos pasos por el bancal, se encuentra el castaño 'Del Arroyo', que moja sus pies en las aguas del Temblar. Es el de más edad y el que está peor de salud. Tiene 800 años y está hueco. Su mal aspecto recuerda al de otro gigante, el castaño 'El abuelo' que está en Cañamero.
El tercer gigante que ve el visitante es 'El Bronco', un castaño inteligente que al temer desplomarse por la inclinación del suelo, ha hecho que una de sus fuertes ramas se hundiera en el suelo convirtiéndose en raíz y pilar. La rama parece estar hecha también para que la gente se siente en ella y puedan descansar.
El cuarto es 'El Retorcío', un árbol que a lo largo de los siglos ha ido creciendo en espiral, retorciéndose en una cámara lenta de lustros y décadas para llegar más arriba. Tiene muy buena salud y el hombre nunca ha cortado sus ramas como tampoco ha cortado las ramas del quinto, de 'El Menuero', que también tiene una salud envidiable.
Árboles singulares
Junto con la encina 'La Terrona' (Zarza de Montánchez), la encina de La Marquesa (Navalmoral de la Mata), el roble del Acarreadero (Cabezabellosa), los tejos del Cerezal (Nuñomoral), el alcornoque de la Fresneda (Aldeanueva del Camino), y el castaño del Corbiche (Casas del Monte), los cinco gigantes del Ambroz fueron los primeros en encabezar la lista de los Árboles Singulares de Extremadura que se inició en el 2001.
En la actualidad hay cerca de 40 árboles o conjuntos de árboles en esta lista. Son gigantes verdes que están protegidos por la Junta de Extremadura. ¿Qué tenga cuidado aquel que intente maltratarlos!
Estos ejemplares están sometidos a trabajaos de conservación y no se puede subirse a ellos o pisar sus raíces aéreas.
La finca en la que se encuentran los cinco gigantes del Ambroz es propiedad de la familia de Matías Simón, el jardinero cantautor y poeta, hijo del bardo que se llamó 'La voz de la Montaña', y hermano del recordado biólogo Diosdado, destacado miembro de Adenex que fue jefe de jardines de Cáceres.
Un arroyo en una casa
Tiene Matías la suerte de haber crecido a la sombra y a los cuidados de los del Temblar, y en una casa encantada en Segura. Una casa en la que al que entra le recibe la alegría del agua. A medida que uno se adentra en la vivienda escucha con más claridad y fuerza el rumor, hasta que al abrir la puerta de una habitación se encuentra con el arroyo que pasa con fuerza por en medio de la casa. El arroyo hay veces que quiere ser río y se desborda algo por la casa, pero eso no importa a la madre de Matías que vive en ella.
Si tiene suerte el visitante que vaya a ver a los cinco gigantes del Ambroz, puede que se encuentre con Matías a la sombra de 'El Hondonero' o sentado sobre la rama-raíz de El Bronco. Entonces podrá enriquecerse con las sabias palabras del poeta como nos paso a nosotros.
Abrazos centenarios
Delante del castaño de 'El Arroyo', el que está peor de salud y que pueda que deje de existir dentro de 25 ó 50 años, Matías dijo: «No hay cosa más hermosa que ver a un árbol morirse de viejo».
Matías también anima a la gente a abrazar a los gigantes, «Son mágicos. Abrázalos. ¿Dales un beso! Dan fuerzas. ¿Cuándo vas a poder abrazar a un ser vivo que tiene más de 700 años?».
Uno vi que abrazó con fuerza al rugoso tronco, al tronco inmenso de 'El Hondonero'. Estuvo un tiempo intentando abarcar con sus brazos la barriga del árbol, cerro los ojos y así estuvo unos minutos. Al bajar a Segura de Toro le pregunté con curiosidad, «¿Qué tal el abrazo?». «Cuando cerré los ojos -contestó-, me pareció sentir sus ramas en los hombros, como si el árbol también me abrazara». No sé si se reía de mí, pero maldije entonces no haber hecho caso de Matías y haber abrazado fuerte a 'El Menuero', al que le descubrí el rostro.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones de HOY
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.