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Temporero del balón Del Barça y adorador de Gica Hagi

El amor y el trabajo traen a un joven rumano desde Craiova a Santa Marta de los Barros, donde acaba de fichar por el equipo de fútbol, líder del grupo II

CELESTINO J. VINAGRE

Viernes, 9 de noviembre 2007, 02:31

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Nicoleta tiene la culpa. Ella y, en segundo lugar, el fútbol. La historia de Scarlat Catalin, de 21 años, podría ser la de cualquier otro rumano que ha desembarcado en Extremadura en busca de pan y dignidad, pero no lo es. Su novia, afincada en Santa Marta de los Barros desde hace tres años, y sus hermanos le han buscado un trabajo en una empresa de hierros. Catalino, como le han rebautizado en el pueblo, se ha recorrido Europa de punta a punta para trabajar «en lo que sea», entre lo que incluye ser jugador profesional de fútbol. El líder del grupo II de Preferente lo ha fichado aunque falta la documentación de la Federación Rumana de Fútbol para que pueda debutar.

Extremadamente tímido, de aspecto frágil y mirada directa, Catalino, nacido el 19 de junio de 1986 en la ciudad de Craiova, llegó a Extremadura hace un par de meses y, como es habitual, empezó recogiendo uvas y aceitunas. Una noche conoció a Nicoleta y la dinámica cambió.

La chica lo arrastró a Santa Marta y sus futuros cuñados, al fútbol. «Esta familia lleva más de tres años en el pueblo y están muy integrados. El pueblo los aprecia. Un día, uno de los hermanos de ellas me vino a contar que conocían a un chico que jugaba al fútbol muy bien y que podía ser útil al equipo. Me quedé sorprendido pero le dije: ¿bueno, que se acerque a un entrenamiento y ya veremos!», relata José Mejías, presidente del Santa Marta.

Cualidades

Sin saber ni una palabra de español, con Cristi, uno de sus futuros cuñados, se acercó al campo de fútbol 'José María Fernández Amo' y el entrenador del equipo, Pedro Díaz, le dio un balón. Y se quedó prendado. «Es un zurdo muy interesante, rápido como una bala, fuerte, a pesar de lo que parece y tiene un disparo que es un misil. Lo que más necesita pulir es la táctica, pero eso se aprende así que le dije al presidente que si se podía fichar, adelante», agrega Díaz. Dicho y...casi hecho.

La Federación Extremeña de Fútbol dio el visto bueno, pero necesita el documento (lo que en fútbol se llama tránsfer, aunque esta palabra no existe en el diccionario) desde Rumanía. Y, ya se sabe, la burocracia siempre es un asunto desesperante.

Jugador de las categorías inferiores del histórico Universidad de Craiova y recién concluido su paso por un conjunto de la Tercera rumana de nombre irreconocible -CSM Progresul Bailesi-, Catalin arranca cada día una hoja del calendario deseando saltar a un campo de fútbol de Preferente. «Nos va a ayudar mucho», se apresura a comentar su entrenador que ha conformado un bloque que tiene toda la pinta de ser equipo de Tercera la próxima temporada.

Mientras llega ese día, el joven se enfunda el mono de la empresa de hierros y, por otro lado, espera. «¿Sabemos algo del papel?», interroga inquieto al presidente cuando se le pregunta cuándo podrá jugar. «Todavía no sabemos nada, pero tranquilo», le calma Mejías. Catalin inclina la cabeza pero no se entristece mucho. Mira al terreno de juego y ve a sus compañeros sabiendo que él, dentro de poco, estará ahí. Nicoleta no está en el campo (no va nunca al fútbol), pero no le importa mucho. Está con ella, trabaja y es casi futbolista en activo. Un temporero atípico. «Sí, quiero ser algún día jugador profesional», balbucea el joven rumano mientras Pepe Chavero, delegado del Santa Marta, le extrae, casi como un dentista, una a una, las palabras que dice. Chavero y el resto de la familia del club santamartarteño ha acogido a Catalin como uno más. El joven, admirador del Barça y de Gica Hagi, un dios en el planeta del fútbol rumano, se enfunda el chándal de entrenamiento tres días por semana y los domingos, a falta de permiso para jugar, vive como un hincha más los partidos de su equipo.

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