La última opción para sobrevivir
El 8 por ciento de los pacientes hepáticos mueren a la espera de un órgano. El año pasado se realizaron en España un centenar de trasplantes de donantes vivos, 18 de ellos de hígado
PPLL
Miércoles, 24 de octubre 2007, 13:41
Después de seis meses en vilo, Rocío Polvillo sabe que su hija Noara tiene una nueva oportunidad para salvarse gracias a la decisión de un juez que permitirá que pueda donarle parte de su hígado a su bebé a pesar de no tener los 18 años. Al margen de la cuestión de la edad, el caso de esta joven madre no es único. En España, un centenar de personas se convirtieron el pasado año en donantes vivos para ayudar a sus familiares, una realidad cada vez más frecuente debido al descenso de órganos de donantes fallecidos y a las largas listas de espera. De ese centenar, 18 fueron donantes de hígado.
En España, este tipo de trasplantes se hacen con dos órganos: riñón e hígado. En otros países también se practican de pulmón, páncreas o intestino. Según el coordinador nacional de trasplantes, Rafael Matesanz, en los últimos años la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) y los diferentes organismos sanitarios españoles están promoviendo el aumento de trasplantes intervivos debido al incremento de la edad de los donantes. «Los órganos de donantes fallecidos que nos llegan cada vez tienen más años por el envejecimiento de la población y por el descenso de la mortalidad de los jóvenes en accidentes de tráfico», afirma Matesanz.
A principios de los años 90, casi la mitad de órganos de donantes fallecidos provenía de accidentes de tráfico, mientras que ahora no llega al 10%, según datos de la ONT. La cosa se complica porque en España el protocolo de trasplantes obliga a que los órganos de donantes mayores de 55 años sólo puedan transplantarse a pacientes mayores de 55 años. Esto provoca que en las listas de espera los jóvenes sean los que más difícil lo tienen a la hora de recibir un órgano.
Un paso a la esperanza
La posibilidad de que un familiar o un allegado pueda donar a alguno de estos enfermos se convierte en una esperanza. De los 1.509 donantes que hubo en España en 2006, 112 fueron donantes vivos, lo que supone más del 5%. El propósito, según Matesanz, es que estas cifras aumenten hasta el 10 ó 15% en el caso de los trasplantes renales.
Los trasplantes de hígado son mucho más complejos. En Andalucía, el hospital Virgen del Rocío de Córdoba es el único que los realiza a partir de donantes vivos, siendo la mayoría de los casos de un donante adulto a un paciente infantil. La operación consiste en cortar parte del hígado del donante, en el caso de trasplantes a un niño, el lóbulo izquierdo. Esto es posible gracias a que el hígado es un órgano que se regenera rápidamente tanto en el donante como en el transplantado.
Pero puede dar más problemas que el trasplante de riñón. «Mientras que el riesgo de muerte en donantes renales es de tres de cada 10.000, en el caso del hígado, el riesgo de muerte es de uno de cada cien, además de que pueden presentarse complicaciones en el 10% de los casos», apunta Matesanz.
Sin embargo, para muchos ésta es la única opción posible. Un 8% de los enfermos hepáticos en lista de espera para un trasplante fallece antes de recibir el órgano. Frente a los enfermos de riñón, que tienen la opción de someterse a un tratamiento de diálisis mientras esperan la operación, los pacientes con problemas de hígado no tienen alternativa al trasplante.
Las posibles secuelas a la hora de donar parte del hígado explican que el número de donantes hepáticos sea mucho menor que los de riñón. El pasado año, sólo 18 personas donaron parte de su hígado en toda España frente a los 96 de riñón. Pese a estos datos, la lista de espera de trasplantes renales son más altas y asciende a 20 meses y en el caso de los niños es aún peor, puesto que es más complejo encontrar un órgano idóneo. Para los trasplantes hepáticos, la media está en seis meses para los adultos y entre tres y cuatro meses para niños.
Para Rafael Matesanz las opciones de donantes fallecidos y de donantes vivos no son excluyentes sino complementarias. «Primero hay que comprobar si alguno de los familiares que se ofrece para la donación son compatibles», señala, «además, si hay rechazo del órgano de donante vivo siempre puede seguirse la vía de donante cadáver».
Miguel Ángel Frutos, coordinador de trasplantes en el complejo hospitalario Carlos Haya, señala que el interés en fomentar los trasplantes a partir de donantes vivos está en la reducción de las listas de espera y en una mayor compatibilidad. En el caso del hospital Carlos Haya, los trasplantes con donantes vivos se hacen sólo con los pacientes de riñón y se están mejorando las técnicas de extracción. «Con la cirugía laparoscópica se mejora la extracción del riñón en el donante y es mucho menos agresiva», explica Frutos.
Mejoras en la extracción
Si antes había que hacer una cicatriz de casi 25 centímetros en el donante, ahora con apenas cinco centímetros en la zona pélvica puede obtenerse el órgano, continúa Frutos. El postoperatorio se reduce a 48 horas en el caso del donante sin apenas secuelas. «Tenemos que ofrecer garantías al donante de que quedarse con un solo riñón no va a cambiarle la vida», señala Frutos.
Está comprobado que la aceptación de los órganos por parte de los trasplantados es mayor con donantes vivos. El órgano trasplantado puede tener con este método una vida de 20 años frente a los 10 de los donantes cadáveres. En un trasplante intervivo, el riñón está como mucho dos horas sin funcionar, mientras que en el trasplante de órgano de fallecido pueden pasar 24 horas y ese tiempo puede afectar a la víscera.
Sin embargo, los trasplantes intervivos de riñón no son algo nuevo. El primer trasplante renal en España, realizado en 1956, se hizo con un donante vivo.
Según Frutos, lo principal para ser donante es tener el mismo grupo sanguíneo y estar completamente sano. Para ello, los candidatos deben someterse a un análisis exhaustivo que no todos los candidatos pasan. Además, luego deben pasar revisiones periódicas menos intensivas que los trasplantados pero regulares para vigilar su estado de salud.
Después de comprobar que el posible donante es apto, el caso debe pasar por el comité ético del hospital y pasar por la criba de un juez, que será el encargado de determinar que el donante ofrece su órgano sin ningún tipo de coacción y en conocimiento de los posibles riesgos. «Este paso es una realidad que no existe en otros países y que ofrece garantías al donante», explica Frutos. Sin embargo, para los donantes su mayor garantía es que su órgano ayude a salvar la vida de un ser querido. Un regalo que les unirá toda la vida.