¿Qué ha pasado hoy, 27 de marzo, en Extremadura?

Cuando arrancó la democracia, la sociedad se fiaba más de los periodistas que de algunos políticos y el nivel de contaminación entre unos y otros era pequeño. Y así nos hemos pasado los últimos cuarenta y pico años, haciendo bandera de nuestra independencia política y económica, imprescindibles en el ejercicio del periodismo. Lo eran, porque llegó la crisis y se llevó por delante a un buen número de medios de comunicación, mandó a las filas del paro a demasiados periodistas y el resto vimos cómo se precarizaba el oficio y se resentía la calidad de las publicaciones. Al tiempo, se llenaban las plazas de indignados, que no eran capaces de diferenciar entre prensa y dirigentes políticos, ni nosotros de sacarlos de su error. Nos convertimos, de repente, en un objetivo para abatir.

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Incluso los periodistas que necesitaban sacar la cabeza no tuvieron ningún problema en subirse a esa ola y refundar el periodismo; el suyo, claro. Dieron una patada al tablero, y la militancia ideológica del periodista y de los medios se convirtió en un valor en alza. Ahora se castiga a los neutrales desde medios que alardean de línea política muy definida, excesivamente definida, a veces incluso tanto que recuerdan a la prensa de partido que vivimos en los primeros años de democracia. Intentan educar a la sociedad en que la única verdad es la que le puedan contar ellos, los suyos. El resultado es que hay demasiada gente que nos trata a todos como mercenarios y nos coloca, queramos o no, en una trinchera. El efecto inmediato es doble: falta de credibilidad y desprestigio. Ya no tenemos nuestro habitual puesto en la sociedad.

Además, la crisis ha provocado el nacimiento de numerosos medios de comunicación de muy diverso nivel. Algunos, proyectos periodísticos muy serios. Otros, proyectos hasta individualesque no hacen más que ahondar en el descrédito y el desprestigio de todos. Muchos llegaron sin tener clara sufinanciación, y quedó demostrado que la atomización de la inversión publicitaria no da de comer a más periodistas, sino que multiplica el peligro de morir de hambre.

Aquí entra la milonga del Ibex 35. La nueva política desconfía, entre otras muchas cosas, del mundo de las grandes empresas, y los nuevos medios no iban a ser menos. Nos encontramos con formatos que tienen a gala no llevar publicidad, porque así y solo así, según ellos, se puede hacer un periodismo en libertad. Con la experiencia personal y la compartida con los numerosos equipos por los que he pasado, puedo decir que la publicidad no solo no corrompe, sino que un medio con treinta anuncios en sus páginas es mucho más libre que otro que solo lleva tres. El nuevo periodismo nos exige independencia económica, al tiempo que nos reclama dependencia política. No sé cómo se come, pero sí sé que la digestión es muy pesada y que nos estamos desdibujando como la tinta en un folio bajo la ducha.

Si queremos recuperar nuestro sitio,empecemos por respetar nosotros mismos nuestro trabajo. Y por concederle el valor que tiene, porque no se puede hacer información a golpe de 140 caracteres. Se hace necesario un adiós inmediato a las trincheras, no por perversas, sino porque el periodismo está para otra cosa, y el que quiera hacer política, que salga de su escondite de la redacción para que nadie pueda confundir churras con merinas.Como siempre hemos hecho, vamos a contar con responsabilidad las cosas que pasan, sin necesariamente ser parte de ellas. Eso se llama independencia, y conlleva, siempre, prestigio. Y estamos algo faltos de ambos.

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