Poder, énfasis e imagen
El joven artista Iván Candeo (Caracas, 1983) desmonta los relatos del poder basados en el uso perverso de las imágenes, y para ello utiliza la ironía como estrategia desmitificadora
MARTÍN CARRASCO
Sábado, 5 de abril 2014, 14:33
Estamos hechos de/por imágenes, o mejor, como dice el fotógrafo Joan Fontcuberta «Cada vez somos más imágenes». Nuestra relación con el mundo está mediada por la imagen, algo que tiene muy presente el poder. En opinión de Candeo, «todas las maneras en que habitamos el mundo están condicionadas por la imagen. La pregunta es si a partir de ellas conocemos o desconocemos». Él al menos ofrece algunas respuestas en su muestra titulada Identidad y ruptura, con un discurso a pie de calle que no escapa a la realidad local de su país.
Ya con anterioridad, en Madrid, en la otra sede de Casa sin Fin y en el stand que esta galería tuvo en ARCO pudimos ver un adelanto. Así, al imaginario «enfático» que representa la iconografía relacionada con 'El Nuevo Mundo', ya saben, un Colón «mesiánico» rodilla en tierra y su séquito de alucinados -véase a este respecto el cuadro emblemático Primer desembarco de Cristóbal Colón en América (1862) de Dióscoro Puebla- Candeo responde de manera iconoclasta, en el sentido literal de la palabra, pues no duda en abrir sendos surcos interveniendo directamente sobre los muros de la galería.
Ironía. La relación que establece el poder con su propia imagen es «enfática». Tiende a la sobreactuación. El populismo es en este mismo sentido enfático, lo marcial también, por su carácter altisonante. En el vídeo El indio y el conquistador (Variciones sobre Marey) (2011) un bailarín baila claqué al ritmo del himno nacional, el desajuste es evidente, igual sucede en 1,2,3,. Sin mover los pies (2011), otro vídeo, en el que vemos a un grupo de jóvenes militares girando sobre sus botas, mientras acatan las voces de mando que los dirigen a la izquierda, a la derecha y en media vuelta sin marchar hacia ningún punto. El absurdo dentro del absurdo. O cuando encarga un cuadro a un pintor callejero cuyo motivo es una escultura ecuestre de Simón Bolívar, o lo que es lo mismo, una copia edulcorada de otra copia de por sí edulcorada.
Sentido crítico. Y todo ello envuelto en lo que él denomina «estética de la desaparición». «Mi obra pone un poco en evidencia los límites de las imágenes en los medios de representación al desplazarlas por varios dispositivos de visibilidad». Su método consiste en re/utilizar imágenes que provienen de distintos contextos, decodificando las formas ya existentes, «reacciono a la profusión y difusión de meras representaciones generadas por los dispositivos de poder, pretendo redistribuir el orden sensible en su percepción».