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SOCIEDAD

Cézanne, paisaje interior

Vilipendiado por la crítica y amante de la soledad, se empeñó en ir más allá del impresionismo y terminó revolucionando el mundo de la pintura en su fusión de luz e introspección El Thyssen-Bornemisza acoge la primera retrospectiva en España después de 30 años

BEGOÑA GÓMEZ MORAL

Sábado, 15 de febrero 2014, 11:52

Hay quien piensa que siguió pintando durante la tormenta, intentando quizá captar algún efecto de la luz. También puede ser que emprendiese el camino a casa nada más empezar a llover. El pintor estaba solo y no es posible saber con certeza absoluta lo sucedido desde que salió a pintar al aire libre, como tantas otras veces, hasta que un carromato de reparto lo recogió inconsciente y empapado en la carretera. Una semana después, el 22 de octubre de 1906, Paul Cézanne moría de neumonía en su casa de Les Lauves y nacía un mito que no ha hecho sino crecer desde entonces hasta convertirlo en un pintor de máximos: el más estudiado y comentado, autor del cuadro más caro de la historia hasta la fecha y referente fundamental de más movimientos artísticos posteriores que ningún otro.

En vida llegó a ser calificado como «el más torpe de los impresionistas». Fue denostado con crueldad y solo en la última década de su trayectoria, después de exponer con Vollard y en el Salón de Otoño, llegó a vislumbrar algo del reconocimiento que hoy disfruta. Tal vez debido en parte a esa forja, ha pasado un siglo y sigue habiendo pocos artistas tan complejos como él; también pocos que conserven su misterio, aunque, como contrapartida, eso le mantenga alejado del gusto mayoritario. El sumo pionero de la modernidad fue una mezcla volátil de contradicciones: hosco, agresivo, dócil y muy suspicaz. También rebelde, analítico, generoso y poseedor de un coraje artístico difícil de superar. Protagonista de una vida hacia adentro marcada a menudo por la lucha contra la duda y la sensación de caminar a ciegas, parece haber alcanzado la madurez en su pintura negociando a cada paso una tregua consigo mismo sin llegar a quedar libre de la incertidumbre.

El viejo campesino

La exposición en el Museo Thyssen presenta una panorámica sobre toda su obra a través de la idea 'site-non site' -que alude a la dialéctica entre la pintura al aire libre y el trabajo en estudio- acuñada por Robert Smithson, máximo exponente del Land Art y, como Cézanne, mártir del arte fallecido a los 35 años en un accidente aéreo. Se trata de la primera retrospectiva en España después de 30 años. El recorrido da comienzo en un espacio ocupado por una única pintura, propiedad del museo y perteneciente al último periodo del pintor, a su último año. La composición de 'Retrato de un campesino' remite a la serie sobre el jardinero Vallier. El anciano faltaba a veces a las citas para posar y, en esas ocasiones, el propio Cézanne ocupaba su lugar. Esa parte de autorrepresentación sirve al comisario y director artístico de la pinacoteca, Guillermo Solana, para situarle en el espacio fronterizo entre el estudio y el jardín; para afianzar una metáfora sobre el interior y el exterior, del 'non site' maleable frente al 'site'. «El desconocido está sentado en la terraza del estudio del Chemin des Lauves, contra un fondo de vegetación. Desde este punto pintaba Cézanne lo más cercano (las macetas de flores, las plantas del jardín) y lo más lejano (la montaña Sainte-Victoire). El pequeño muro horizontal de color amarillo divide la composición en dos mitades, arriba y abajo, que a la vez representan el interior y el exterior, el estudio y el aire libre».

Los bodegones de Cézanne están llenos de ecos de sus paisajes. En especial de la montaña Sainte-Victoire, protagonista casi obsesiva de su pintura. La muestra deja al descubierto su presencia fantasmal a través de 14 pinturas realizadas a lo largo de dos décadas. En algunos casos, el mantel sobre la mesa aparece arrugado, ahuecado en forma de pico, evocando la silueta familiar de la montaña. En la 'Naturaleza muerta con flores y frutas' pintada hacia 1890, la tensión entre el gran ramo de flores y el mantel que se alza en diagonal se contrapone al diálogo entre el pino y 'La montaña Sainte-Victoire' en el cuadro de 1904. Los paños, manteles y cortinas equivalen al terreno e irán poco a poco cubriendo las superficies, las patas de las mesas y las paredes del estudio hasta esconder las estructuras del espacio interior. El 'non site', como símbolo del control racional del artista, queda oculto bajo la apariencia de un paisaje.

Cézanne fue un caminante asiduo. Por lo que se deduce de su correspondencia con Zola, compañero de colegio y amigo del pintor, su relación con la naturaleza podría calificarse casi de animista y fue más profunda que la que mantuvo con la mayoría de personas a su alrededor. Confiaba en ella y le servía como vehículo. Salía al campo a buscar encuadres y era habitual verle recorrer a pie los alrededores bajo el sol o la lluvia. En los últimos años, ascender a la Sainte-Victoire, con una altura de 1.011 metros, era además una concesión a la nostalgia. Expresó su preferencia por los caminos naturales, adaptados al paisaje, con sus cambios de punto de vista, su expectación y posibles sorpresas. Se sentía motivado tanto por aspectos relativos a lo pintoresco tradicional como por otros asociados a la irrupción de la temporalidad en la experiencia del paisaje.

También etapa oscura

La curva del camino, utilizada tradicionalmente en paisajismo para atraer la mirada del espectador hacia el interior del cuadro y dotarlo de profundidad, es un motivo intermitente en Cézanne. Sobre esta forma concreta de paisaje, la exposición del Museo Thyssen ha reunido 9 pinturas. Una de ellas, fechada en 1866, es la obra más temprana entre las que se exhiben y muestra que el tema ya despertaba su interés durante la etapa denominada oscura, en la que el pintor utilizaba pintura muy empastada y contrastes fuertes. Las pinturas pertenecientes a los años impresionistas, cuando pintaba con Camille Pissarro, parten de una paleta muy diferente, ligada a las leyes de los complementarios y exenta de color negro. No obstante, en ninguno de estos cuadros, se produce la habitual invitación visual a entrar en el espacio pictórico. El recorrido de la mirada queda pronto bloqueado, a veces por la espesura de un bosque, unas rocas o por la misma orografía. La sensación opresiva característica de los paisajes de Cézanne queda patente también en 'Paseo en Chantilly', un lienzo de 1888 con una hilera de árboles formando un pasaje casi cerrado por arriba y a los lados, con el frente bloqueado por las edificaciones.

Los bañistas que, en distintas composiciones, Cézanne pintó a lo largo de tres décadas, podrían haber influido en la representación del desnudo más que ninguna otra pintura desde el Renacimiento. En el conjunto de su producción, son las únicas pinturas que no parten del natural sino de libros y de unos pocos estudios realizados en la época formativa del pintor. La técnica compleja empleada por Cézanne, combinando elementos lineales y planos de color con áreas de modelado tradicional, construye un espacio pictórico cambiante y denso especialmente apreciable en las representaciones del cuerpo humano. El recorrido propone una reinterpretación en el contexto de los paisajes arbolados, en especial los pintados en el Jas de Bouffan, la casa de campo de la familia. En las escenas de bañistas, árboles y desnudos se entremezclan: en ocasiones, una figura se oculta detrás de un árbol, lo abraza o se recuesta sobre él. A veces la copa del árbol parece surgir de un cuerpo. Otras veces, lo que era una figura humana se transforma en árbol.

La sección final de la exposición lleva por título 'Juego de construcciones' y recorre el camino inverso al de los bodegones de Cézanne en los que la estructura de la mesa quedaba enmascarada por las telas que simulaban un paisaje. En los paisajes de Gardan- ne o L'Estaque el pintor elige una estructura parecida a la superficie de una mesa: un primer plano vertical, un plano horizontal y otro plano vertical mayor de fondo. Esta configuración en escalera, que empuja la mirada hacia arriba y hacia atrás, acoge la representación de los edificios, sustitutos en estas series de las manzanas y capaces, como ellas, de aportar a la composición estructura geométrica. El capítulo incluye algunas magnificas acuarelas realizadas partir de 1900 en las que se percibe ya la convulsión que sacudiría poco después los cimientos de la representación pictórica a la búsqueda de una forma más esencial de realismo. Algunos de los que emprenderían esa tarea, como Braque, Derain o Dufy entre otros, acompañan a Cézanne en el recorrido.

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