El mejor armario del mundo
Los almacenes Bergdorf Goodman de Nueva York son la élite de la moda. Los mejores dependientes se llevan más de 70.000 euros solo en comisiones
:: LUIS GÓMEZ
Domingo, 3 de noviembre 2013, 01:23
Si tu ropa no está aquí, no existes», confiesa el diseñador estadounidense de origen sirio Isaac Mizrahi. «Sus escaparates son el centro de atención desde hace décadas», subraya Giorgio Armani. «Es la tienda más bonita del mundo», proclaman los italianos Dolce&Gabbana. «Estar aquí es pertenecer a la historia de EE UU», remarca, orgulloso, Jason Wu, uno de los modistos de Michelle Obama. «Cuando vendieron mi primera colección me puse tan nervioso que iba todas las semanas a cuidarla como si fuera mi hijo», relata el creador recién fichado por Hugo Boss.
'Scatter My Ashes at Bergdorf's' (Esparcid mis cenizas en Bergdorf) es el irónico título del documental con el que el realizador Matthew Miele descubre las entrañas y la fascinación que despiertan desde hace más de un siglo los famosos almacenes de la Quinta Avenida. Los más elitistas del mundo. Pero esta icónica tienda, en cuyos escaparates acaban pegando las narices millones de turistas, es mucho más que el templo del lujo de Nueva York. Es el mejor armario del mundo. Su influencia en la industria de la moda ha sido y es tremenda. Bergdorf Goodman es la única firma que puede permitirse el capricho de encargar a los modistos más poderosos que les hagan «algo especial» solo para ellos.
Se lo tiene bien ganado. Cuadruplica las ventas de cualquier marca y sigue lanzando a la fama a jóvenes diseñadores desconocidos. Norteamericanos y europeos. Uno de sus últimos aciertos ha sido la contratación de las hermanas Kate y Laura Mulleavy, creadoras de la etiqueta Rodarte. Aquí fue donde Halston vendía sombreros como el que lució Jackie Kennedy, entonces primera dama estadounidense, el día que asesinaron a su marido. Karl Lagerfeld, Michael Kors, Óscar de la Renta e incluso los zapateros Manolo Blahnik y Christian Louboutin no serían lo que son de no haber expuesto sus piezas en unas estanterías solo aptas para bolsillos desahogados. «Las mujeres que llevan la ropa de aquí son diferentes», advierte el zapatero de las suelas rojas. Sidney Toledano, uno de los hombres fuertes de Christian Dior, está convencido de que el genial modisto francés tampoco habría sido «tan importante» de no ser por la estrecha relación que mantuvo con el emblemático centro fundado por la familia Goodman en 1899.
Es el precio de la exclusividad. Aunque en Bergdforg Goodman nunca miran a nadie por encima del hombro. Aprendieron la lección el día que una anciana con aspecto de indigente entró en la sección de peletería con una bolsa de plástico colgada del brazo y vestida con prendas llenas de jirones. La clienta manoseó un abrigo de marta cibelina antes de interesarse por su precio. «Me gustaría llevármelo», sugirió. «¡Es muy caro!», le respondió una dependienta. Molesta, la despechada viejecita arrojó el saco al suelo y comenzó a desparramar cientos de billetes de dólares. «Una bolsa siempre puede estar llena de dinero. Nunca se sabe», recordaba a menudo el señor Goodman a sus empleados, a los que siempre recomendó no dejarse llevar por las apariencias porque «engañan».
Quienes no engañan son los cerebros que dirigen esta exclusiva tienda, en la que sus mejores dependientes pueden llevarse al año solo en comisiones más de 70.000 euros. Los sueldos de los encargados 'top' superan los 360.000. Al frente de la organización figura Linda Fargo. Es la jefa, quien decide qué firmas entran y cuáles salen. Pese a su poder, no es nada estirada. «No es una princesa de hielo como Anna Wintour», cuentan de ella en el documental. A diferencia de la poderosa editora de 'Vogue América', «sonríe y saluda» a la gente y nunca va rodeada de guardaespaldas. Ve en la ropa lo que otros no ven. Quizá por estar presente en la primera fila de todos los desfiles, «entiende la poesía» que transmiten las prendas.
«Con los dedos cortados»
David Hoey es el 'alma' del equipo que diseña los espectaculares escaparates. Jamás repara en gastos. Los expositores se transforman, a veces, en zoos repletos de osos polares, leones y todo tipo de aves fabricados con lujosos cristales, nácares, perlas, gemas, cobre, felpa... Las miles de piezas que llevan incorporadas se hacen a mano y los trabajadores acaban «constantemente» con los dedos cortados. «Los escaparates se perciben como alucinaciones en los que siempre debe haber acción. Es como una película detenida en el tiempo», describe Hoey.
La tercera 'pata' de este monstruo comercial se llama Betty Halbreich. Es la asesora de compras. Necesita tocar la ropa para apreciar su exquisita calidad. «No me vale con la mirada». Es también la 'personal shopper' que vende a las clientas más adineradas y famosas y quien eligió el vestuario de la serie 'Sexo en Nueva York'. «Sabe lo que hace. Si estás horrible, te lo dice, pero acierta el 99% de las veces», reconoce la actriz Candice Bergen. Pero Betty, una veterana profesional muy respetada entre sus compañeros, tiene otras virtudes muy apreciadas por sus jefes. «Te enseña la chaqueta más cara e inmediatamente deseas comprarla», explica la artista. Solo Halbreich es capaz de despachar ropa en unos minutos por valor de 45.000 euros. Johnny Depp y los Bergdorf son su vida. «¿Qué haría si no me dedicara a esto? ¡«Bebeeeer!», bromea.
Muchas celebrities confiesan su adicción a unos almacenes a los que el magnate Bernard Madoff puso en vilo tras llevar a la ruina a miles de inversores. «Es agradable entrar en una tienda así y olvidarte de todo», argumenta Nicole, íntima amiga de Paris Hilton e hija del cantante Lionel Richie. Aunque para fortunas las que se gastaron Liz Taylor, que de una tacada se llevó 200 pares de orejeras de visón blanco, o Yoko Ono, que mandó que le llevaran un día de Nochebuena, cuando los almacenes ya habían echado el cierre, 70 abrigos de piel por los que pagó 2,5 millones de dólares. Historias así son las que agigantan la leyenda de Bergdorf Goodman.