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SOCIEDAD

Huracán Alicia

La líder del PP catalán se crece en tormentas como la desatada con su modelo de financiación autonómica. El cascabel del cuartel de la Guardia Civil de Blanes se convirtió en una funcionaria de brillo internacional. Teme más los aviones que a los espías. Solo un hombre se atrevió a regarla con champán

ZURIÑE ORTIZ DE LATIERRO

Domingo, 13 de octubre 2013, 02:17

Alicia Sánchez Camacho es una mujer, pero podría ser la tempestad, un huracán, un torbellino. «Es mala enemiga, cuanto más le aprietan más se crece. Yo la he visto en momentos realmente duros y no se aplana», advierte Enric Millo, su mano derecha en el Parlament catalán. «La recuerdo siempre explosiva, con una capacidad increíble para hablar durante horas con sentido y una habilidad innata para ser mediática», repasa Xavier García Albiol, alcalde de Badalona. «Una alumna lista, tranquila, un poco testaruda, que siempre iba a lo suyo», desliza la maestra Angela Ferrer i Mató. Su hermana Piedad retrata a una madre hogareña, volcada con su niño Manuel; a una mujer infatigable y culta, que admira a Alejandro Magno y lee al novelista húngaro Sándor Márai. Que adora la civilización Mesopotámica y hace pasteles en cumpleaños señalados. «En cuanto puede, se escapa a Blanes para ver a nuestra madre y al resto de la familia. Está pendiente de todos». ¿Quién es Alicia Sánchez Camacho?

Esta semana hemos conocido a la versión torbellino. No la suavizan ni las mechas doradas sugeridas por sus asesores. Con su propuesta de revisión del modelo de financiación autonómica, para intentar frenar las pretensiones soberanistas de Artur Mas, ha puesto de uñas a los barones del PP. La cúpula del partido rechazaba el lunes su iniciativa, mientras algunos compañeros descargaban con veneno, sin piedad. Pero Enric Millo la conoce bien. Voluntad de hierro, trabajadora inagotable, gran capacidad de sacrificio. Alicia ni se ha despeinado ni alterado una agenda atiborrada de debates en el Senado y el Parlament, reuniones en La Moncloa, esgrima con sable, espada y florete en numerosos medios, su equipo agotado...

- ¿Vive?

- ¡Me siento más viva que nunca! Vivo cada día más.

- ¿Se esperaba una reacción tan feroz?

- Yo no lo entiendo como una reacción dura. Lo importante es que hemos situado el conflicto, en toda su profundidad, en el centro del debate. Estoy satisfecha porque se ha demostrado que existen alternativas, y la nuestra no es exclusiva para Cataluña, sino que tiene que ser aprobada por toda España. Es una propuesta posibilista dentro de la Constitución.

Cuando la Carta Magna se ratificó en 1978, Alicia tenía 11 años y un ejemplar de tapas blandas color ocre en la mesilla de noche. La consultaba todas las noches. «Entendía la mitad, pero sabía que era importante». Vivía en el cuartel de la Guardia Civil de Blanes. Papá, Franciso Sánchez, era el comandante. Un hombre culto, de Ciudad Real, que se casó con Manuela, de Badajoz, en Marruecos. Treinta años después se instalaron en ese rincón de Girona, «tierra de oportunidades», pensó Francisco. Su quinta hija, inesperada, nació allí. Creció en un hogar sencillo, rodeada de libros y sueños. Antonio Machín sonaba siempre en el Renault 6 blanco, pero la Nancy se le resistía. Hasta que la dependienta le dijo a Manuela que se la comprara a la niña porque daba pena verla pegada al escaparate. Aún la conserva. Fue brillante en el colegio, en el teatro, de majorette. «Era muy alegre y graciosa. Un encanto que atraía. Ocurrente y muy lista desde pequeña», se emociona Piedad, la tercera de los Sánchez Camacho. «Estamos muy unidos. Es luchadora y muy generosa, mi modelo».

La Constitución se la leyó al ritmo de Grease, la banda sonora de su adolescencia. Dejó el ballet, el Mediterráneo que le baña el alma y se zambulló en los libros. El currículum abreviado sigue así: licenciada en Derecho, funcionaria de carrera del Cuerpo Superior de Técnicos de la Administración de la Seguridad Social, jueza sustituta, directora general del Instituto de Seguridad e Higiene en el Trabajo...

Brilló tanto en Blanes como en el Ministerio de Trabajo donde deslumbró a Javier Arenas. La nombraron consejera laboral de la Embajada de España en Washington y delegada de la ONU en Nueva York. Y en esas, el PP se quedó sin candidato en Girona en 1999, la provincia más difícil para los conservadores, y el exministro pensó en la brillante funcionaria. Alicia dijo sí y terminó liderando el partido. En cuatro años logró calmar las turbulentas aguas del PP catalán, sacarlo de la marginalidad y asentarlo en el centro de la vida política de la comunidad. Se casó, se divorció. En 2010, logró dieciocho históricos escaños y se convirtió en figura crucial como aliada de Artur Mas para sacar adelante los presupuestos.

Contra los rumanos

Llegaron nuevas cosechas inesperadas, como la alcaldía de Badalona en 2011, la tercera ciudad catalana. «Me ha ayudado muchísimo y me ha demostrado que sabe encajar todo tipo de situaciones», dice el alcalde Xavier García Albiol. Fue el que la regó con champán la noche electoral. Una botella entera por la cabeza. Y Sánchez Camacho entraba en directo en televisión. «No rechistó. Subió a una habitación, se duchó y dio la entrevista».

Los éxitos no vinieron solos. Su discurso antiinmigración triunfó en Badalona, pero el asunto ha acabado en los juzgados por los panfletos electorales que vinculaban a los gitanos rumanos con la delincuencia. Tampoco le ha favorecido el turbio caso del espionaje político en Cataluña, todavía judicializado y que la líder popular intentó silenciar con un acuerdo con el PSC y con la propia agencia de detectives Método 3.

Las últimas encuestas le auguran más carbón que cava. Relegan al PP a la sexta posición y conceden el liderato a Esquerra Republicana de Catalunya (ERC). Pero a Alicia no le tiembla la voz. Le siguen dando mucho más miedo los aviones -«alguna vez ha tenido que tomar dos coñacs para poder volar», confiesa Enric Millo- que los espías y las encuestas.

- Soy muy reacia a las encuestas. En Cataluña nunca nos aciertan. En cualquier caso, la tendencia de ERC me produce escalofríos.

- ¿Con su brillante carrera profesional no se ha arrepentido nunca de saltar a la arena política?

- Nunca, incluso cuando conoces las ruindades de la vida, que en política se ven más. Cuando estás en un lugar de liderazgo observas la cara más ingrata y ruin de la política, pero es necesario verla.

- ¿Le han dado muchos palos?

- Me han dado palos como a todo el mundo, pero siempre he extraído una conclusión positiva. He tenido momentos más difíciles en lo personal que en mi vida profesional, donde he sido favorecida extraordinariamente.

- ¿Por qué dice que la gente se sorprende cuando la conoce?

- Porque creo que traslado una imagen agresiva, muy dura, no lo suficientemente tolerante. ¡Y no soy así! Soy cariñosa, me gustan las relaciones sociales. La gente se sorprende de que no sea altiva.

- Usted misma se ha definido como una «mujer difícil».

- Me refiero a que soy una mujer muy independiente. Si llego a nacer un poco antes, cuando las mujeres no tenían libertades, lo hubiese pasado fatal. Vivo una vida profesional muy complicada y sería muy difícil compatibilizarla con una relación personal. No tengo una familia ortodoxa.

En casa le espera Manuel, concebido in vitro hace siete años. Como tantas españolas que han aprendido a vivir sobre la marcha entre su plenitud profesional y la maternidad, Alicia se inventa las horas para descubrirle el mundo. «Es una madraza, le enseña de todo. Su hijo es lo primero. La calidad es inmensa, su tiempo es para él. Es tan listo y despierto... sabe un montón», babea la tía Piedad. Será el niño que más biberones haya tragado en mítines y quizás uno de los pocos que siga las andanzas televisivas de los Reyes Católicos. Mamá, apasionada de la Historia, le graba la serie 'Isabel', la reina que no estaba destinada a ocupar el trono, pero lo conquistó con determinación.

Es una de las expresiones que más repite a su equipo Alicia Sánchez Camacho (Barcelona, 1967). «No hay reunión de la que no salgas con un montón de trabajo. Es incansable. No va nunca confiada a los debates, por menores que sean. No quiere frases huecas, siempre exige cifras. Pero es una persona muy sensible. Trata bien a su gente. Ni es presumida ni sobrada. Es familiar y en determinados actos de alto copetín no se siente muy cómoda», explica el portavoz del PP en el Parlament, Enric Millo.

Pasear en barca por Blanes, sus gambas, sus tallarinas. Mediterránea de arriba abajo. Borda la paella y los caracoles. También es repostera. Y ávida lectora. Acaba de terminar 'Lo que escondían sus ojos', de Nieves Herrero, y va a empezar una novela histórica sobre Granada.

De niña soñó con ser bailarina. Ahora, con el pico y la pala. «Me hubiera gustado ser arqueóloga, sí. Me apasionan también la Historia Clásica y las civilizaciones mesopotámicas». Y la Historia del Arte, la pesca, la natación, García Lorca, Simone de Beauvoir...

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