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CÁCERES

«Esto es peor que estar en el paro»

«Dejé de cobrar la ayuda para trabajar aquí, donde ni me pagan ni puedo irme a la campaña de la cereza en el Jerte porque no estoy apuntado al paro», relata un afectado Los 254 empleados de Cocalim inician su huelga después de tres meses sin cobrar

ANTONIO ARMERO

Martes, 15 de mayo 2012, 03:20

Probablemente, ni Ana ni Cándido ni Toñi ni Juan Carlos saben qué es la prima de riesgo. Ni las hipotecas subprime. Ni Lehman Brothers. Probablemente, tampoco les importe mucho. De lo que ellos entienden de verdad es de supervivencia. Por ejemplo, Ana sabe perfectamente cuánto euros supone tener que coger el coche dos tardes por semana para ir a limpiar unas oficinas al polígono ganadero. Y también sabe bien qué suelen hacer los bancos y las cajas cuando un cliente acumula su tercera letra de la hipoteca sin pagar.

Lo suyo no es la macroeconomía. Ni siquiera la microeconomía. Lo suyo es la economía doméstica en tiempos de crisis. Más aún: la economía doméstica en tiempos de crisis cuando en casa ya no entra el sueldo principal. Los cuatro estaban a la una de la tarde de ayer en la calle Francia (Los Fratres), a las puertas de Cocalim Pulcroservice, la empresa para la que trabajan pero que no les paga.

Junto a unos cuarenta compañeros, ayer vivieron el día uno de una etapa vital que acaba de empezar: la de las manifestaciones. Después de tres meses yendo cada día a trabajar pero sin cobrar, han decidido plantarse. Desde ayer, los 254 empleados del grupo empresarial Cocalim Pulcroservice protestan en la calle, con banderas sindicales y pancartas con mensajes directos, como 'Stop a los robos a trabajadores y trabajadoras', 'Cocalim, moroso, paga ya' o '¿Quién se ha llevado nuestro dinero?'.

En la mente de casi todos, la respuesta a esta última pregunta tiene un nombre: Javier Gracia Álvarez-Osorio, el dueño del grupo Pulcroservice, que hace dos años compró Cocalim, una veterana empresa cacereña dedicada a la limpieza. Entre sus clientes está toda la red de oficinas de Caja de Extremadura, la Junta como titular del Palacio de Congresos y numerosas comunidades de vecinos repartidas por toda la provincia.

Las atienden mujeres como Ana Palma, 43 años, casada y madre de tres hijos. «Somos cinco en casa -detalla-, mi marido está en el paro, y el problema es gordo porque ya no llevo dinero a casa. Cuando la empresa me pagaba, eran seiscientos y pico euros al mes, pero la última nómina fue la de enero». En esta tesitura, no queda otra que aceptar la ayuda de los suegros y aún así, hacer malabarismos financieros para poder pagar la hipoteca -no siempre se puede- y sacar adelante una familia.

Y si no son los suegros, pues le toca a los padres. Es el caso de Toñi Santano, 39 años, que también tiene una hipoteca a su nombre. Paga por ese piso que se compró, pero no puede vivir en él. En su situación, las facturas mensuales son un muro altísimo, mucho más que las ganas, la ilusión o el optimismo.

Es lo que ocurre cuando uno acumula tres meses acudiendo cada día a su puesto de trabajo pero sin ver un solo movimiento positivo en la cuenta corriente. Sucede que trabajar sin cobrar puede ser peor que no trabajar. Lo explica con una claridad apabullante Cándido López, 45 años, casado, padre de un joven de 24 que está en el paro y de otro de 15, sus tres razones para no decaer. «Yo llevaba quince meses en el paro -cuenta Cándido- y hace dos me llamaron de Cocalim, y claro, acepté. Empecé en marzo y no he visto un euro. Ahora tenía la oportunidad de ir a trabajar a la campaña de la cereza en el Valle del Jerte -donde podría cobrar hasta noventa euros diarios por jornadas laborales cuya duración la marca el sol-, pero para poder ir tengo que estar apuntado en el paro; para eso, la empresa me tiene que dar de baja, y aunque se lo he pedido, me dice que no me da los papeles, la solución que me da es que les denuncie, ya se verá». «Si por lo menos me dieran de baja...», se lamenta.

Nadie coge el teléfono

Y eso cuando alguien tiene la delicadeza de contestarle. «No es que el dueño no coja el teléfono a nadie, es que ya no te coge el teléfono ni el de recursos humanos», asegura Cándido, que lamenta estar en un limbo laboral pernicioso. «Me levanto para ir a un trabajo en el que no me pagan, y me sale la oportunidad de un buen trabajo y no puedo cogerlo... Por lo menos antes, en el paro, entraba algo en casa, poco pero algo».

A su lado, Juan Carlos del Barco, 38 años, casado, padre de un niño de ocho años y otro de 22 meses, es algo así como el tuerto en el país de los ciegos. Él y todos los que trabajan limpiando dependencias de Caja de Extremadura. En su caso, acude al Palacio de Mayoralgo. «A los que vamos a la Caja nos deben un mes», aclara Juan Carlos. «Estamos viviendo una situación durísima -explica-, no cobramos pero no dejan de pasarnos recibos cada mes, la luz, el agua...». «Hay compañeros -continúa- que trabajan los dos en Cocalim, y que han tenido que dejar la casa para irse a vivir con algún familiar».

Tanto él como el resto de sus compañeros dan por hecho que no van a cobrar, y en este panorama, lo mejor que les puede pasar es que un juez resuelva sus contratos. «La empresa -sitúa Antonio Moreno, del sindicato UGT- tiene tal agujero económico que ni siquiera planteó un ERE porque no podría afrontarlo. El dueño es como si estuviera desaparecido, y a lo que aspiramos ahora es a que actúe la justicia y a que los empleados se puedan acoger al derecho de subrogación».

Él acaba de pronunciar una palabra clave, que está en la mente de todos los que ayer se manifestaron. En la práctica, el derecho de subrogación significa que los trabajadores que lleven más de cuatro meses haciendo las tareas de limpieza en una oficina, pueden pasar a estar en nómina de la empresa con la que se contratara ese mismo servicio en sustitución de Cocalim Pulcroservice».

Para lograrlo, la mayoría de los afectados ha presentado demandas de extinción de contrato, además de reclamaciones de cantidad. En este sector, cobrar de varias empresas está a la orden del día. Ayer, mientras unos se manifestaban, otros estaban limpiando en algún sitio, dentro de su jornada labor con alguna firma que sí les paga a final de mes. Los que puedan y quieran, hoy se manifestarán de 11 a 13 horas frente a la Subdelegación del Gobierno; y mañana, en el paseo de Cánovas; y pasado, a las puertas de los juzgados; y el viernes, en la Plaza.

Volverán a elevar la voz para explicar en la calle algo mucho más fácil de entender que la prima de riesgo, las hipotecas subprime o la quiebra de Lehman Brothers. Sus historias dan para dejar claro el mensaje: ellos son la crisis.

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