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SOCIEDAD

Redención teatral

"Tengo siempre una tentación de demiurgo"

MERCEDES BARRADO TIMÓN

Sábado, 26 de marzo 2011, 10:23

Jorge Márquez desapareció del mundanal ruido tras abandonar la dirección del Festival de Teatro de Mérida en el año 2006. Ni teatro, ni novela, ni artículos de periódico. En torno a él se cernió un silencio espeso que se rompía a mediados de marzo con la noticia de que se había alzado con el Premio Lope de Vega de Teatro correspondiente al año 2010. La obra 'Cuchillos de papel' sedujo a un jurado que estuvo presidido por Mario Gas y compuesto por José Monleón, Juan Antonio Hormigón y Nacho García Garzón.

El Premio Lope de Vega ha sido conseguido a lo largo de su historia por escritores como Alejandro Casona, Jaime de Armiñán, Domingo Miras, Fernando Fernán Gómez, Ignacio Amestoy o el también pacense Miguel Murillo.

'Cuchillos de papel' es teatro dentro del teatro y representa la preparación de una obra que recrea la vida de Rafael, un pobre hombre al que el paro empuja al delito y conduce a la muerte.

Jorge Márquez ha vuelto al cabo de cinco años con otras dos obras de teatro escritas además de la triunfadora del Premio Lope de Vega, otra novela terminada y una más en curso. Su silencio ha terminado.

-Parecería que tiene la suerte de que siempre hay alguien que le empuja a escribir. Tras publicar 'Los agachados' (2003) declaró que Luis Mateo Díez y Manuel Talens le habían echado la bronca por no escribir nada desde 'El claro de los trece perros'. Ahora ha dicho que ha sido Juan Margallo quien le empujó a escribir 'Cuchillos de papel'.

-Es una manera de verlo. La otra sería pensar que qué inconstante soy. Supongo que necesito gente que me quiera para poder escribir.

-¿Nunca se había presentado a un premio de teatro?

-Sí, 'Coraggio mia signora' fue premio Constitución en 1992.

-¿Todavía le interesa eso de competir?

-No, no me interesa nada.

-¿Por qué se presentó?

-Porque en esta profesión uno se está examinando siempre, está empezando siempre. A este premio me presenté porque tiene detrás la posibilidad de su montaje en el Teatro Español y eso sí me interesa. Es una especie de tradición, pero no es obligatorio, cosa que me parece muy bien. Pero era lo que me podía atraer porque las listas de obras de teatro premiadas están llenas de cadáveres escénicos, con textos que no se han representado nunca o que han pasado sin pena ni gloria. El fin último del texto teatral no es ganar un premio y mucho menos que se lea: es el escenario, por eso me interesaba el Lope de Vega.

-¿Quería hacer una tragedia de hoy?, lo digo por los personajes: parados, emigrantes, gente desesperanzada.

-Sí y sobre todo una denuncia que tal y como tal están las cosas probablemente tiene que ser trágica de una manera indefectible. Es una tragedia porque las consecuencias de las cosas que estamos viviendo son trágicas. El hecho en que está basada esta obra de teatro es real y ocurrió en Málaga. La mayoría de los detalles son reales y es terrible ver cómo una persona que trabaja tanto puede terminar, por una confluencia de circunstancias, viendo cómo su esfuerzo es completamente inútil. Y, encima, quien le castiga es alguien tan desgraciado como él. He intentado que detrás de eso hubiera una radiografía de la sociedad actual, de la sociedad de la crisis y el capitalismo salvaje mientras que los bancos, que han estado beneficiándose de la situación anterior, se siguen beneficiando de la situación actual e ignoran las pequeñas tragedias individuales que están creando.

-El texto es realista, no tiene los golpes poéticos y oníricos de otras de sus obras. Es una obra más minimal y diferente de las anteriores.

-Probablemente las otras dos que he escrito ahora también lo sean. Tal vez sea producto de una forma concreta de ver este momento. A lo mejor es que no son buenos momentos para la lírica. Quizá sea algo obsceno recrearse cuando todo son golpes secos. El distanciamiento se consigue aquí gracias al invento de la obra de teatro respecto del momento final de ese hombre y de su memoria. Espero que, si alguna vez se produce el montaje de la obra, esto sea lo que logre calmar un poquito la tensión terrible de los momentos finales de ese hombre.

-Habla de una cosa de la que no se habla mucho ahora, del lumpen. Sin embargo no habla de los grandes banqueros, aunque están, eso sí, los bancarios.

-Pero el director del banco habla de los de arriba, le dice a Rafael que lo ha intentado todo. Ahí hay un poder imperturbable que son los banqueros, eso que estamos hartos de oír denominar como 'los mercados'. Están los banqueros, pero también creo que su presencia se puede potenciar en el montaje: ese distanciamiento que hay entre el ser humano como actor de su propia tragedia y el ser humano que contempla impotente esa tragedia sin poder hacer nada. El capitalismo salvaje actual es salvajemente insolidario. A todo el mundo le importa muy poco el de al lado si puede salvar su culo. He querido tratar, aunque queda por saber si lo he conseguido, el hecho de que queda todo tan estratificado que los de arriba son millonarios, los del medio no se enteran de nada y los de abajo son capaces de matar por llegar al medio. Es una estratificación social compleja, dolorosa y también apasionante.

-¿Se ha sentido alguna vez como el director de la obra cuando le dice al personaje algo así como 'Rafa, qué más quisiera yo, pero tú te lo buscaste'?

-Sí, porque además forma parte de mi manera de entender la literatura ese juego permanente entre el primer lector y el segundo y el tercero. Ya lo decía Wesley J. Weaver, que hay en mi teatro una incursión del autor-actor hasta casi el protagonista, aquí y en todos los lados, por ese afán mío de intentar con la literatura construir una realidad alternativa manejable, donde lo feo no lo fuera tanto y que siempre haya una posibilidad de redención y rescate del ser humano. Hay siempre una tentación ontológica mía de jugar un poquito, de demiurgo que a estas alturas ya y en lo que me quede por escribir, creo que va a ser inevitable.

-¿Se parecen las otras dos obras teatrales que ha escrito? ¿Forman parte de ese planteamiento distinto con que vuelve ahora?

-Pueden ser parecidas en cuanto al estilo. 'El mecanismo de las flores' es una obra más poética mientras que la tercera, tal y cómo cronológicamente están escritas, que se llama 'Magnum triumphum', es más dura y seca. Es una evolución desde lo lírico hasta lo minimalista pero creo que las tres cuentan lo mismo, con esa capacidad que tenemos los seres humanos para olvidarnos del humanismo radical en que tendríamos que vivir idealmente y comportarnos como gente a la que le importa fundamentalmente el dinero y la posición social al precio que sea. Uno se mete en el proceso de subir y, cuando te das cuenta, solo puedes bajar, incluso de golpe. Pero no creo que Rafael se haya buscado el solo lo que le ocurre. Lo dice la actitud del bancario que le insta a que pida más dinero y también influye el poco o mucho éxito personal que, a su escala, pudo tener Rafa alguna vez, ese concepto suyo que queda respecto a 'vivir bien', esa cola del estado de bienestar que al final se muerde a sí mismo ya no tiene nada de bienestar.

-¿Cómo se organiza uno cuando tiene tantas cosas que escribir?¿Las escribe al mismo tiempo o alternativamente?

-Ellas se van imponiendo, pero lo importante son las ganas, la necesidad de escribir por la sensación de haber estado mucho tiempo fuera de donde tienes que estar porque, si uno sirve para algo, es para escribir. Y tampoco es que lo haga muy bien.

-¿Tiene alguna relación la novela con las obras de teatro?

-¿La novela 'Trienios'? Se trata de una inmersión, con la nariz tapada, en el mundo de los funcionarios y de los políticos, y de las relaciones de esos políticos que se meten en un despacho y, cuando te das cuenta, se han hecho funcionarios. Un mundo que conozco muy bien.

-¿Va mucho al teatro?

-No, porque estoy cansado del teatro. Voy mucho a Madrid.

-Lo digo por eso que se ha hecho ya un tópico de que el teatro ha aguantado muy bien la crisis.

-El teatro está mejor y desde hace mucho tiempo.

-¿Y cómo puede ser eso?

-La hipótesis que se me ocurre es que, cuando se diversifica tanto la oferta como ocurre con la TDT y las televisiones ya lo han hecho todo cuarenta veces, el espectador se satura. El tío que tenga un mínimo de sensibilidad busca otras cosas, como esa liturgia que hay del teatro, de la cámara oscura, del directo y el sudor. Creo que sí hay una vuelta al teatro y posiblemente por saturación, por una oferta que prometía más de lo que ha acabado dando. Para mentes sencillas y conformables la oferta televisiva puede estar bien pero llega un momento en que uno se pregunta ¿y qué más? Aunque, en el peor de los casos, a lo mejor no vale esta teoría y se trata tan solo de una moda y se vuelve a acabar.

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