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Imagen retrospectiva de Leonard Kleinrock, conocido como el "padre de la web".
«Internet tiene fallos difíciles de resolver»

«Internet tiene fallos difíciles de resolver»

Leonard Kleinrock envió, en 1969, el primer mensaje entre dos ordenadores separados por cientos de kilómetros

Borja Robert

Domingo, 5 de julio 2015, 07:43

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Nadie tiene el botón de desconectar internet. La red de redes es un conglomerado de ordenadores y máquinas que hablan un lenguaje común y que están conectados entre sí. Existen jerarquías -Telefónica ostenta más poder que un usuario particular-, grandes nodos, satélites de comunicación y cables oceánicos que unen países enteros, pero nadie está al mando del todo ni tiene la última palabra. Este control difuso y descentralizado ha permitido que crezca hasta convertirse en el principal canal de comunicación del planeta -ya son más de 3.150 millones de usuarios, el 40% de la población mundial- pero llena de incertidumbres su futuro. Para Leonard Kleinrock, uno de los padres de la criatura, en este aparente caos residen tanto su éxito como muchos de sus riesgos.

«Internet se ha convertido en algo demasiado complicado como para entenderla al completo», explica durante una visita a Madrid tras recibir el premio Fronteras del Conocimiento que concede la Fundación BBVA. «Y con los años se ha ido cargando de vulnerabilidades, unas escondidas y otras conocidas, que ahora son muy difíciles de resolver». Él no las conoce las primeras, ni sabe si alguien lo hace, aunque teme que puedan tener consecuencias graves sobre la supervivencia de la red de redes. «Tiene fallos intrínsecos y no se puede descartar que alguien pueda echarla abajo», afirma. Más que un pesimista, Kleinrock se muestra cauto. «Predecir los avances en el sentido tecnológico es fácil, pero los usos que se van a hacer de internet no los podemos saber».

Varias de las fortalezas y las debilidades de internet están ahí desde su origen. Y según Kleinrock, más que decisiones deliberadas pensando en el largo plazo, fueron fruto del ambiente en el que se gestó la red, hace más de 40 años -los dos primeros ordenadores conectados hablaron entre sí el 20 de octubre de 1969-. «Durante dos décadas solo era una forma de compartir conocimientos entre científicos, sobre todo entre investigadores especializados de computación», reconoce. «Nos conocíamos todos y había una sensación de confianza». Tuvieron que pasar casi veinte años hasta que se propagó por la red el primer virus informático -«aunque fue casi anecdótico», reconoce Kleinrock-. Cinco años más tarde, en 1994, llegaron los primeros correos electrónicos no deseados, de parte de un despacho de abogados. «Y esto a su vez provocó el primer ataque de denegación de servicio de la historia, porque les mandamos tantos emails reprochándoles su acción que saturamos su servidor y dejó de funcionar», recuerda el investigador.

Hoy, asegura Kleinrock, a internet le faltan medidas de seguridad intrínsecas que ayuden a proteger la privacidad de las comunicaciones, pero ya es tarde para incluirlas en su corazón. No es que no se puedan implementar soluciones, aclara, pero no son universales. «Lo hicimos así porque era la manera de convencer a otros laboratorios con ordenadores para que se conectasen a la red. Tenía que ser lo más sencillo posible, sin barrera alguna», afirma. Cuando empezó a propagarse, primero a otros campos de la ciencia, luego a empresas y por último a los hogares, ya era tarde para cambiarlo.

Otra de las contribuciones de Kleinrock, su equipo y el resto de padres de internet -«el mérito es de mucha gente», señala-, fue delegar la mayor parte de las tareas de codificar y descodificar la información a los dos extremos que quieren comunicarse. Los nodos intermedios cumplen su papel sin fijarse en si lo que pasa por ellos es un correo electrónico, un vídeo o una página web. Esto, que se denomina 'neutralidad de la red', está en cuestión hoy y provoca encendidos debates.

Las empresas de telecomunicaciones reclaman su derecho a cobrar por dar acceso prioritario a las compañías que más uso hacen de su infraestructura. El resto -usuarios, activistas y servicios a través de internet- quieren que se mantenga como está o, denuncian, se impedirá a los nuevos productos digitales competir en igualdad de oportunidades porque no podrán pagar y serán más lentos que los ya establecidos. Kleinrock, afirma, comprende a ambos lados. «Por un lado entiendo que las prácticas comerciales habituales dicen que es normal que hagas un precio mejor al que te compra mucho», afirma. «Pero no me gustaría tener un internet de dos velocidades, ni que a las 'start-ups' se les pusiesen límites». La capacidad de la red de aceptar nuevas ideas, dice, es lo que la hecho así.

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