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El fortuito invento del microondas

El fortuito invento del microondas

El estadounidense Percy Spencer descubrió que estas ondas emitían calor al derretirse su chocolatina cuando observaba la fabricación de un radar

david valera

Miércoles, 25 de noviembre 2015, 07:35

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Hay inventos revolucionarios que surgen por casualidad. Aunque detrás de esos momentos fortuitos siempre hay alguna mente brillante que sabe entender el fenómeno y sacarle partido. Así, la penicilina se descubrió por la capacidad de Alexander Fleming para observar que donde parecía haber sólo un hongo contaminado en realidad se escondía un antibiótico fundamental para la evolución de la medicina. También el caso de Wilhelm Conrad Roentgen y los rayos X, que supo ver como al atravesar su mano la radiografiaban. Y fue también gracias al azar y a la capacidad de Percy Spencer lo que permitió desarrollar el microondas. Y es que este electrodoméstico se ha convertido en indispensable para una parte importante de la población. De hecho, ha contribuido a cambiar la forma de alimentarnos al desarrollar la comida rápida.<

Spencer nació en 1894 en la pequeña localidad estadounidense de Howland, en el estado de Maine. Se quedó sin padres siendo todavía muy pequeño y fue criado por sus tíos. Aunque las desgracias no le abandonaron y con tan sólo siete años vio como fallecía su tío. Esa situación tan precaria le obligó muy pronto a dejar los estudios y buscar trabajo para contribuir al mantenimiento económico de su familia. Estuvo como empleado en una fábrica, donde descubrió la importancia de la electricidad. Es en este momento cuando de manera autodidacta aprende todo lo que puede sobre esta energía que ya en esos años parecía una fuente inagotable de nuevos inventos. De hecho, Spencer se convirtió, casi sin querer, en el electricista de la fábrica. Sin embargo, su vida dio un giro cuando al cumplir los 18 años se enroló en la marina de los EE UU. Allí demostró una vez más su interés por los avances tecnológicos y aprovechó su estancia en el ejército para conocer más sobre la telegrafía sin hilos.

Su etapa castrense fue clave para su formación. En el ejército Spencer adquirió conocimientos matemáticos, de física y química que pondría en práctica unos años después. Además, también le sirvió para comprender el funcionamiento de la primitiva radio y, por tanto, entender el comportamiento de las ondas. El vertiginoso progreso tecnológico tenía en los militares a uno de sus principales motores. Esto permitió a Spencer entrar en contacto con algunos inventos punteros, como fue el caso del radar. De hecho, con el paso de los años se convirtió en uno de los mayores expertos en la fabricación de estos instrumentos de detección.

El descubrimiento

Tras permanecer una década en el ejército, Spencer volvió a la vida civil. Pero ya no era un despierto joven autodidacta, sino un experimentado conocedor de la más moderna tecnología. Esto le sirvió para trabajar en la compañía Raytheon, uno de los principales contratistas del departamento de Defensa de EE UU. Esto le permitió poder desarrollar todos los conocimientos que había adquirido en su etapa militar. De hecho, a finales de la década de los treinta consiguió que esta empresa ganara la adjudicación de un contrato para producir equipos de radar de combate. Los conocimientos de Spencer contribuyeron de manera significativa a mejorar la producción del radar. En concreto, la manera de desarrollar el magnetrón.

Este dispositivo es necesario para convertir energía eléctrica en electromagnética mediante señales de radio microondas que permiten el funcionamiento del radar. Y fue en ese momento cuando la fortuna, el azar o la casualidad quiso que este brillante ingeniero estadounidense descubriera sin quererlo una de las propiedades de estas microondas. Así, un día que estaba frente a un magnetrón se dio cuenta de que la barra de chocolate que tenía en el bolsillo se había derretido. Esta, a priori, insignificante anécdota no pasó inadvertida para la brillante mente de Spencer. Su siguiente paso fue colocar delante de esas ondas unos granos de maíz que al poco tiempo se convirtieron en palomitas. Es decir, se dio cuenta que las microondas eran capaces de calentar alimentos.

Spencer puso en marcha su ingenio para elaborar una caja metálica en la que introdujo por una abertura esta energía. Es decir, desarrolló el primer horno microondas. Spencer mejoró y patentó su invento en 1945. En menos de dos años empezó a comercializar el primer aparato. Sin embargo, ese prototipo en poco se parecía a los actuales. De hecho, medía más de 1,5 metros y pesaba más de 60 kilos. Estas dimensiones unido a su elevado precio hicieron que su éxito de ventas fuera bajo.

Tuvieron que pasar varios años para que los hornos microondas redujesen su tamaño y complejidad en la década de los sesenta y fueran aceptados por los consumidores. Spencer falleció en 1970 como un reconocido inventor con más de un centenar de patentes en su haber.

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