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Desde abajo. Victorino Martín, en el callejón de la plaza de toros de Valencia durante la feria de San Jaime, en 1982. :: efe
Victorino Martín, el último hombre bravo

Victorino Martín, el último hombre bravo

Muere a los 88 años el legendario Victorino Martín, un ganadero que revolucionó el toro. Sus reses fueron temidas y respetadas a la vez por su arrojo y su casta

JAVIER GUILLENEA

Miércoles, 4 de octubre 2017, 08:32

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Quiso el destino que en Galapagar nacieran dos hombres de los que han dado miedo y ambos por su casta. Uno, el más joven, es José Tomás, el torero de tintes trágicos que corta alientos cada vez que se deja acariciar por el toro. El otro es Victorino Martín, el mítico ganadero que murió ayer a los 88 años y cuyas reses han sido temidas y reverenciadas a partes iguales. No ha habido matador que no haya tragado saliva dos veces ante un victorino y que, a la vez, no haya buscado la gloria al medirse con uno de ellos en el ruedo. Era precisamente eso lo que buscaba Victorino Martín Andrés. Y a ello dedicó su vida. «El mayor cáncer del toreo es hacer un toro que no moleste; el bravo exige, molesta y hace sudar», dijo una vez.

Nació el 6 de marzo de 1929 en la casa paterna, el antiguo estanco de Galapagar, Madrid. Sus padres eran Adolfo Martín Miguel y Candelas Andrés Calvo; tuvo dos hermanos, Adolfo y Venancio, y dos hermanas que murieron antes de que él naciera. Victorino falleció ayer a las tres de la tarde en su finca extremeña de Monteviejo, en Moraleja (Cáceres), después de que el pasado domingo sufriera un accidente cerebrovascular. Fue mediático, polémico, poderoso, criticado y, sobre todo, uno de los ganaderos que más ha influido en la historia del toreo.

Fue atípico desde sus comienzos. En una época en la que la cría de reses bravas era una ocupación de señoritos y la lidia una labor de pobres, Victorino y sus dos hermanos decidieron entrar en un negocio en el que acabarían reinando. Comenzaron regentando dos carnicerías en su pueblo y, con parte del ganado que adquirían, ofrecían espectáculos taurinos por el centro de España.

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En 1960, Victorino empezó a forjar su leyenda con la compra de un primer lote de reses del Marqués de Albaserrada. Ocho años después debutó con una corrida en Las Ventas en la que sus toros se ganaron la fama de bravos y nobles que les ha acompañado desde entonces. A ello contribuyeron sus declaraciones en los medios de comunicación y sus apariciones en la televisión pública desde el callejón. No tenía pelos en la lengua y hablaba como un hombre de pueblo, nada que ver con los atildados ganaderos a los que estaba acostumbrado el mundo taurino.

Su personalidad socarrona y su inteligencia le llevaron a romper moldes. En 1968 acordó con el critico taurino Vicente Zabala un reportaje en el que ofrecía gratis seis toros para que los estoquearan El Cordobés y Palomo Linares. Ninguno de los dos aceptaron el ofrecimiento de enfrentarse a seis albaserradas de aspecto más que respetable, pero el ganadero, casi un desconocido por entonces, se hizo con un hueco en el mundillo y ya nadie lo apeó de él.

'El paleto'

Por sus modales toscos y su nula estirpe ganadera, a Victorino le llamaron al principio 'el paleto de Galapagar', pero pronto hablaron por él sus toros. Los animales comenzaron a ser conocidos como 'victorinos' o 'vitorinos' y a llenar las plazas hasta el punto de que era difícil saber si el público acudía a ver a los matadores o a los toros.

El ganadero daba prioridad al aficionado, al que le prometía con sus reses tardes de una emoción que comenzaba a escasear en los ruedos. Sus promesas se hicieron realidad por primera vez en verano de 1969, cuando 'Baratero' se convirtió en el primer vitorino al que se le dio la vuelta al ruedo después de que su matador, Andrés Vázquez, le cortara las dos orejas. Después de aquella tarde, la estrella del 'paleto de Galapagar' no hizo sino subir.

Fueron sus toros los protagonistas de la llamada corrida del siglo. El 1 de junio de 1982, el ganadero salió a hombros por la puerta grande de la plaza de Las Ventas junto a los diestros Ruiz Miguel, Luis Francisco Esplá y José Luis Palomar, que cortaron seis orejas a los toros 'Pobretón', 'Playero', 'Mosquetero', 'Director', 'Gastoso' y 'Carcelero'. El éxito del acontecimiento fue de tal magnitud que lo repitieron por televisión en tres ocasiones.

Llegan los indultos

Mes y medio después de aquella tarde inolvidable, saltó al mismo coso 'Velador', que fue lidiado por Ortega Cano. El triunfo de ambos fue apoteósico. El diestro se consagró como figura y el toro se convirtió en el primero en recibir el indulto en Las Ventas. Desde entonces, otros once 'vitorinos' han sido perdonados y han regresado a la dehesa para perpetuar su estirpe. Entre ellos destacó 'Cobradiezmos' que, con su indulto en La Maestranza en 2016, convirtió a Victorino en el único ganadero cuyos toros han salido con vida en Madrid y en Sevilla.

Sin embargo, no todo fue un camino de rosas. La carrera ascendente de Victorino Martín sufrió un bache cuando a finales de los años 80 fue acusado de afeitar a sus astados. La polémica le llevó a abandonar las plazas españolas y a refugiarse en las francesas, donde alcanzó el éxito. Aunque participó en varias corridas en España, en las que no se libró de una sanción por afeitado en Guadalajara, no fue hasta 1993 cuando regresó oficialmente al coso madrileño. Tuvo que aguardar sin embargo hasta 2004 para volver a la Maestranza.

Victorino Martín es el único ganadero que cuenta con un azulejo en la Puerta Grande de la plaza de toros de Madrid en el que se lee: «A Victorino Martín Andrés, ganadero infatigable y ejemplar, defensor de una tauromaquia íntegra, leyenda de la cabaña brava española». Fue también el primero que atravesó a hombros el arco de la gloria de Las Ventas. Cuenta con 17 toros premiados con la vuelta al ruedo, es el único representante del mundo taurino que ha recibido la Medalla de oro de las Bellas Artes y en 2016 recibió el Premio Nacional de Cultura en su categoría de tauromaquia. Con él se ha ido el único ejemplo de una casta de ganaderos legendarios. El toreo era para él emoción y bravura, igual que los toros a los que crió y a los que en el fondo tanto se parecía.

El Ayuntamiento de Galapagar ha decretado un día de luto oficial por el fallecimiento de su hijo predilecto y ondeará sus banderas a media asta como homenaje a su vecino. El funeral tendrá lugar hoy a las 17.00 horas en esa localidad y posteriormente su entierro en el cementerio viejo de ese mismo municipio.

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