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Mano a mano. Luis Fernández (izquierda) y Sergio Navarro, en la puerta del Continental, en Valencia, el primero de los hoteles que pasaron a gestionar. IRENE MARSILLA
Tras la buena estrella: Del paro a dirigir 11 hoteles

Tras la buena estrella: Del paro a dirigir 11 hoteles

Dos amigos en paro se fueron a Ibiza a desahogarse. A la vuelta encontraron llorando a la dueña de un hotel en número rojos. Cuatro años después, gestionan con éxito una decena de alojamientos

FERNANDO MIÑANA

Lunes, 25 de junio 2018, 09:23

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Sergio y Luis eran los típicos amigos inseparables. Se conocieron con ocho años en un colegio público de Sagunto y ya no volvieron a darse la espalda. Hace unos años se fueron juntos a Ibiza. A desconectar. Sol, calas de ensueño, chiringuitos de anuncio, la energía de la isla mágica, largas conversaciones, algún que otro trago... Y recuerdos. Porque allí, eso dicen ellos, les cambió la vida.

Pero eso fue en 2014. Antes llevaron una vida más convencional. Sergio Navarro (Valencia, 37 años) estudió Administración y Dirección de Empresas. Empezó en una asesoría, luego en una constructora. De administrativo a director de administración. Pero el ladrillo se rompió. «Con la crisis bajó el negocio en Valencia y para todos los puestos que me quería presentar pedían el inglés. Como no sabía, me fui a Londres a aprender». Llegó con poco más que el 'hello' y el 'good bye'. Así que se hinchó a fregar platos hasta las tantas. Pero su vocabulario creció a la misma velocidad que se le abrían nuevas puertas y acabó como gerente de un restaurante. A los cuatro años, harto del cielo gris, el paraguas y el gabán, decidió que había llegado el momento de regresar al solazo de Valencia con talante emprendedor.

Ya en España, Sergio se reencontró con Luis Fernández (Jaén, 37 años). Su amigo había estudiado Turismo y empezó a trabajar para la cadena hotelera Accor. «Tres años después me fui de touroperador puro y duro». Luego, en solo seis años, se convirtió en el director general de Valencia Flats, dedicada a crear edificios de apartamentos para los turistas. «Hasta que un día cojo y me voy sin tener un proyecto claro».

Y así, sin trabajo, con mil ideas peleándose en su cerebro, los dos amigos, en junio de 2014, comprenden que lo mejor que pueden hacer en ese momento es coger un avión y desplegar la toalla en Ibiza. Borrachera contra la indefinición.

Un día estaban en el camping de Cala Bassa, al oeste de la isla, en una de sus casitas de madera, cuando vieron aparecer a un tipo francamente raro, con pinta de lunático. Empezaron a hablar y les cayó simpático pese a que ambos dieron un respingo cuando les dijo su nombre: «Soy el arcángel Chamuel».

El personaje era una especie de chamán y, a fuerza de hablar sobre la quinta dimensión y predispuestos como estaban a captar una señal, les convenció de que él podía hacerles vivir una experiencia única. «Nos llevó a Punta Galera -una plataforma de piedra a la orilla del mar-, el lugar más espiritual de toda Ibiza, y nos propuso conectarnos con nuestro ser superior», advierte Luis, el que realmente cree en esto de las energías ocultas. Chamuel, quien afirma que puede conectar con los ángeles, montó sobre la roca una pirámide hecha con hierros y una antena giratoria, les mandó tumbarse con los brazos abiertos y se desnudó. Así estuvieron durante 45 minutos, uno más crédulo que el otro, relajados, dejándose llevar, disfrutando al menos de un lugar idílico, un remanso de paz a pocos kilómetros del turismo hortera de San Antonio. «Yo sí noté una energía especial», explica Luis con una media sonrisa. Al lado, Sergio, con su corte de pelo militar, levanta los hombros y sonríe sin más.

La importancia del chamán no fue aquel 'viaje' sino el análisis que les hizo. «Nos dijo cómo éramos cada uno y lo clavó», admite Sergio. «Y nos dijo que no nos separáramos nunca. 'Lo que hagáis, hacedlo juntos'. Por eso, luego, cuando surgió la oportunidad de negocio, pensamos: ¿por qué no lo hacemos juntos?».

Su primer hotel

El viaje llegó a su fin y, bronceados, con el regusto de los días disfrutados en Ibiza, regresaron a Valencia. Nada más volver, iban en la moto y uno de los dos comentó que tenía hambre. Pararon en una cafetería. Un bar donde nunca habían entrado. Allí pidieron un refrigerio. Al cabo de un rato, observaron que en la mesa de al lado había una mujer llorando junto a su marido. Le preguntaron cortésmente si estaba bien, si podían ayudar en algo. «La mujer estaba realmente jodida. Era la tercera generación que heredaba el Hotel Continental -un clásico de la calle Correos, en el centro de Valencia- y la situación era muy complicada». Luis la conocía por un familiar y se ofreció a echarle un cable. Hacía tiempo que quería hacer algo con hoteles, cambiar las reglas del juego.

Luis y Sergio explican la historia, cuatro años después, en la azotea del Continental. Desde allí se puede ver la cresta de algunos edificios emblemáticos de la ciudad. Les brillan los ojos mientras cuentan, henchidos, su historia de éxito. Vapean de una especie de silbato blanco y retoman su relato apasionado.

La propietaria acepta que hagan un análisis y una auditoría del hotel, uno de esos establecimientos rancios con empleados apolillados. «Vemos lo que hay, nos surgen nuevas ideas y ahí surge Sweet Hoteles (su empresa). Nos hacemos autónomos, creamos la sociedad y le planteamos la primera operación de franquicia. En cuatro meses pasa de una tasa de ocupación del 38% al 90%. De números rojos a más que rentable. Ellos siguen de propietarios y nosotros nos quedamos la gestión. Un negocio 'win-win' (ganan las dos partes)».

Su proyecto

  • 11 hoteles dirigen en la actualidad: nueve franquiciados y dos de su propiedad. En el futuro llegarán más y en 2019 pretenden entrar en Málaga, Ibiza, Madrid y Barcelona.

  • Su modelo No pretenden aplicar un modelo fijo a cada hotel. «Nos adaptamos. Somos muy flexibles y obramos según las necesidades que tienen. No imponemos modelos preestablecidos sino flexibles. Solo es fijo nuestro protocolo de actuación», explican los socios de Sweet Hoteles. Su premisa, que esté en el centro o en la playa y que tenga más de 30 habitaciones. El número de estrellas da igual.

  • Una red social hotelera Uno de sus proyectos, en el que han invertido mucho dinero, es crear la primera red social para clientes de hoteles a escala mundial. «Un 'social manager' se encargará de mover a los usuarios».

  • Conocer sus gustos El trasfondo de esa red social es averiguar qué les gusta, qué quieren comer, qué quieren hacer... y darles algo de garantías que no los defraude. Poner en contacto a italianos o a empresarios, que compartan un taxi al aeropuerto... «Así cuando vuelvan ya sabremos lo que necesitan».

Semanas después, se encuentran con un proveedor y les comenta que el Renasa, otro clásico, esta vez en la salida hacia Barcelona, está de capa caída. Les presenta a los dueños y en 24 horas llegan a un acuerdo de colaboración. En tres meses pasa del 40% al 80% de ocupación. Y aquellos jóvenes de 33 años habían pasado del paro a gestionar dos hoteles en solo unos meses.

Su modelo empieza a sonar en la ciudad. Sergio y Luis gastan fama de reanimadores de hoteles. Les cae otro en Ruzafa, el barrio de moda. Y después, en el antiguo Café Madrid, donde se dice que inventaron el agua de Valencia, un brebaje a base de cava y zumo de naranja. La cadena Myr les propone llevar un cuatro estrellas superior y unos cuantos más en los siguientes meses.

Hoy, pasados cuatro años, en vísperas de otro junio en Ibiza, «donde siempre surge algo», Sweet Hoteles cuenta ya con once alojamientos: nueve franquiciados y dos de su propiedad. «Toda nuestra evolución está pensada. Intentamos diversificar para llegar a todo tipo de cliente». Su negocio se concentra en la Comunidad Valenciana, aunque ya han creado un departamento de expansión porque en 2019 tienen previsto salir a Málaga, Madrid y Barcelona. Y a Ibiza, claro, su particular Shangri-La. «Allí haremos algo antes o después, seguro. Es un lugar muy especial para nosotros».

Hacían las camas

La viga maestra de su modelo es la tecnología. «La crisis hizo mucho daño a los hoteles y muchos no aprendieron a llegar al cliente. La tecnología es fundamental y nosotros reinvertimos el 100% de nuestros beneficios en este apartado. Nos centramos en la búsqueda 'on line' y, si tecleas 'franquicia hotelera', la primera referencia mundial es la nuestra». Pero van poco a poco. «Ya hemos dicho que no muchas veces a diferentes proyectos nacionales e internacionales de diversa índole».

Su otro soporte son sus trabajadores. Los conocen bien porque han trabajado hombro con hombro. «Hemos fregado a su lado, hemos hecho camas con ellos. Los muebles de esta terraza los subimos nosotros. Te digo lo que tienes que hacer pero lo hago contigo. Nosotros cambiamos el traje por el mono de trabajo. No queremos señoritos y promocionamos a nuestra gente. Todos los directores de los hoteles son gente que empezó de prácticas con nosotros hace tres años. Premiamos la iniciativa».

Los jefes quieren gente que trate bien al cliente. Cordiales pero con respeto. Sergio lo tiene metido dentro. «Yo odio llegar a un hotel y que el de recepción sea como un robot. Quiero romper esto, romper la barrera cliente-recepción. Queremos hacer el 'check in' mientras el cliente se toma un agua de Valencia, que esté cómodo desde el segundo uno».

Luis y Sergio se entienden con una mirada. Como les dijo el arcángel Chamuel, son el complemento perfecto. Juntos han dado cuerpo a una cadena de hoteles franquiciados considerable. Les fascina su trabajo y no paran de ponerse nuevos propósitos, nuevos retos. El siguiente, la expansión por España. Y cuando el trabajo les satura, paran, miran hacia Levante y se lanzan a Ibiza. «Una vez en la isla nos vamos a Punta Galera y allí siempre sale algo...».

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