Borrar
Seis personas mueren al ser arrolladas por un camión en un control de tráfico en Sevilla
Escultura de Francisca Pizarro Yupanqui en el Palacio de la Conquista de Trujillo.
La tormentosa vida de la hija de Pizarro, una mestiza que pudo reinar en Perú

La tormentosa vida de la hija de Pizarro, una mestiza que pudo reinar en Perú

El tío menor de la Princesa, Gonzalo Pizarro, planeó casarse con la adolescente para proclamarse Rey del primer reino mestizo e independiente de América. Muerto aquel, otro hermano de Francisco, Hernando, contrajo matrimonio en 1552 con la hija de Inés Huaylas

césar cervera | abc

Jueves, 22 de marzo 2018, 12:50

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

La vida de la Princesa Francisca Pizarro Yupanqui no fue fácil, a pesar de nacer en Xauxa, la idílica localidad que dio origen a la célebre expresión «estar de Jauja». El soltero empedernido que fue Francisco Pizarro, conquistador del Imperio inca, decidió en Cajamarca casarse con la hermanastra de Atahualpa, Inés Huaylas Yupanqui, y sentar ejemplo entre sus hombres. El nuevo Perú sería, como Francisca, mestizo o no sería.

Inés Huaylas Yupanqui, bautizada con este nombre en honor a una hermana de Pizarro, fue entregada como esposa al viejo conquistador cuando Atahualpa se encontraba preso de los españoles. El de Trujillo se casó por el rito inca y, en diciembre de 1534, tuvieron a su primera hija, Francisca Pizarro Yupanqui. A finales del año siguiente, Inés tuvo otro hijo, Gonzalo, que murió muy joven, en 1544. Ambos serían reconocidos posteriormente como hijos legítimos por el Emperador Carlos.

Los testimonios de los cronistas respaldan que Pizarro trató a su primera esposa india con total cordialidad y que la relación parecía consolidada, tanto por razones afectivas como políticas. A decir María del Carmen Martín Rubio en su biografía de Pizarro 'El hombre desconocido', la ayuda militar de la madre de Inés, Contarhucho, salvó a Lima cuando un levantamiento inca amenazó con echar al traste todo lo conquistado por Pizarro en 1536.

No obstante, por razones desconocidas el matrimonio se separó y, poco después, se casaron con nuevas parejas: Francisco con otra Princesa inca, Angelina Yupanqui, también hermana de Atahualpa; e Inés con el apuesto conquistador llamado Francisco de Ampuero, esta vez por el rito religioso cristiano.

El magnicidio que truncó una infancia

Pizarro bendijo el nuevo matrimonio de su anterior esposa y entregó a los desposados la encomienda de Chaclla y nombró a Ampuero regidor de Lima. Pero lo hizo solo de cara al público. En privado parece que el enlace no gustó un pelo al viejo extremeño. Por orden suya, sus hijos Francisca y Gonzalo pasaron a la tutela de su cuñada Inés Muñoz con la excusa de que les educaran en la religión cristiana. Francisca Pizarro se crió así lejos de su madre y rodeada del entorno palaciego que rodeaba para entonces al conquistador del Perú, una auténtica leyenda en Sudamérica.

Una leyenda y una infancia cómoda que llegaron a su fin el 26 de junio de 1541, cuando un grupo de veinte españoles congregados en torno a la figura del hijo de Diego Almagro, el antiguo socio de Pizarro, entró sigilosamente en el palacio del gobernador en Lima y asesinó al conquistador extremeño como revancha. Pizarro, de 65 años de edad, murió con al menos 20 heridas de espada. Los agresores obligaron a las autoridades de Lima a nombrar gobernador al joven Diego Almagro y forzaron que Francisco Pizarro fuera enterrado de forma casi clandestina en un patio de la catedral de la ciudad.

Inés Muñoz, que también perdió a su esposo en el ataque, escondió a la segunda esposa de Pizarro y a sus hijos, incluida Francisca, en la casa de amigos del patriarca. Luego, sacó los dos cadáveres del lugar del crimen y los enterró en una fosa situada en la iglesia mayor.

Los asesinos saquearon a conciencia la vivienda de Pizarro y buscaron por Lima a sus herederos. Sabedora de que no habría paz para los Pizarro, Inés Muñoz escondió a Francisca y a su hermano en un convento, en tanto, los hijos del segundo matrimonio se refugiaron entre parientes indios.

El conflicto interno entre almagristas y pizarristas se prolongó durante años, obligando incluso a la Monarquía hispánica a tomar partido. En Quito, los partidarios y familiares de Pizarro se congregaron en torno a la figura de Cristóbal Vaca de Castro, enviado del Emperador para restablecer el orden. Hasta la derrota y muerte del joven Diego Pizarro en la batalla de Chupas (1542), Francisca no pudo volver a la Ciudad de los Reyes, Lima.

Francisco Pizarro.
Francisco Pizarro.

El conflicto interno entre almagristas y pizarristas se prolongó durante años, obligando incluso a la Monarquía hispánica a tomar partido

De nuevo entretenidos en una vida palaciega, la infancia de los niños se volvió a truncar por la tragedia. A las pocas semanas de llegar a Lima, una enfermedad mató al hermano pequeño y de repente la niña, de solo nueve años, se encontró aislada y lejos de todos sus familiares directos. El miembro de la familia más poderoso de los que estaban en Perú, Gonzalo Pizarro Alonso, era un importante encomendero, pero se encontraba ensimismado en sus tierras de Charcas, al igual que Inés Muñoz, que se alejó de la capital para evitar futuras conjuras.

Tutor legal de la niña, Gonzalo se preocupó de que la niña recibiera la mejor educación posible, aunque lo hiciera desde la más escrupulosa distancia.

El apuesto Gonzalo, el Rey

Señala Martín Rubio que, aunque pobre de afecto, la Princesa Francisca era enormemente rica gracias a la herencia de su padre, con encomiendas en Huyalas, Chimú y Conchucos y los cacicazgos de Lima y Chiquitanta. Tan extensas eran las tierras en manos de la familia que, una vez vencidos los almagristas, Cristóbal Vaca de Castro puso su esfuerzo en reducir el poder de los encomenderos y de las grandes familias de conquistadores. En este contexto de persecución a los grandes terratenientes, el hermano menor de Pizarro, Gonzalo, abandonó su retiro en Charcas para encabezar la Gran Rebelión de Encomenderos, en 1544, contra la Corona española en protesta por la dación de las Leyes Nuevas.

Cuando Gonzalo, de 35 años, entró triunfante en Lima el 28 de octubre fue nombrado gobernador por los encomenderos. A Francisca, de 10 años, debió venirle a la mente el dulce recuerdo de su padre recorriendo esas mismas calles. «Alto, fuerte, guapo, dicharachero, desenfadado y valiente»; aquel tío perdido y asombroso pasó a ocupar un importante papel en la vida de la niña.

Tutor, tío y ¿también marido? A pesar de que en 1545 la Corona revocó algunas de las disposiciones más polémicas, Gonzalo Pizarro insistió en su rebelión y planteó abiertamente la posibilidad de instaurar una dinastía real valiéndose de la sangre inca y española de su sobrina. Así, tras vencer al virrey Núñez de Vela y exhibir su cadáver por las calles, el gobernador rebelde organizó el matrimonio con su sobrina, de 12 años. Una adolescente hermosa –como apreció Gonzalo en su correspondencia– bien educada (sabía leer, escribir y música), de rostro alargado, ojos pardos, melena larga y negra y, en general, unas facciones entre europeas y andinas. Encarnación de dos mundos. La mejor piedra para iniciar el primer reino independiente y mestizo de América.

Lee el artículo completo en ABC.es.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios