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¿Qué ha pasado hoy, 18 de abril, en Extremadura?
Una gran red de millones de neuronas controla el ‘segundo cerebro’ que contribuye a la formación de ciertas sensaciones relacionadas con la comida.
El segundo cerebro

El segundo cerebro

Emocional, sibarita, inabarcable... Así es el Aparato Digestivo, ese gran olvidado que tanto interesa hoy a los investigadores y en el que se fraguan muchos de los estados mentales que nos afectan

p. manzanares

Viernes, 27 de febrero 2015, 09:50

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Miguel de Cervantes escribió en El Quijote: «Come poco y cena más poco porque la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago» y, según los expertos, cada vez hay más de cierto en esta afirmación. «Cuanto más vamos conociendo en torno a la función del Aparato Digestivo, ya no solo en el tema de la digestión sino en otros como la inmunidad y otras enfermedades asociadas a la flora intestinal, más nos damos cuenta de que es un mundo inabarcable. Hay que darse cuenta de que el Aparato Digestivo es el que nos pone en contacto con el exterior del mundo, ya que a través de él tomamos alimentos que se metabolizan, se absorben y nos permiten vivir. Sin este sistema nada funcionaría, ya que es el que, entre otras cosas, aporta energía a todos los órganos», afirma el doctor Ramón Angós Musgo, especialista de Aparato Digestivo de la Clínica Universidad de Navarra y experto en patologías funcionales.

De las tripas al cerebro

Así cada vez más los investigadores se adentran en las tripas de nuestro organismo para conocerlas mejor y ver no solo cómo reparar ciertos daños como sucede con los trasplantes fecales como modo de restablecer una flora intestinal malograda sino el modo en que éstas influyen en la salud y el bienestar, líneas de investigación que algunos expertos señalan como de las más prometedoras de nuestro tiempo.

Pero, ¿qué hay de esa conexión entre los síntomas digestivos y los estados mentales? Pues conviene saber que dentro del Aparato Digestivo, sobre todo en el intestino delgado, existen multitud de terminaciones nerviosas de igual importancia que las que pueden constituir el sistema nervioso central. Forman parte del Sistema Nervioso Entérico, una subdivisión del Sistema Nervioso Autónomo que se encarga de controlar el Aparato Digestivo a través de una gran red de millones de neuronas. Un sistema muy complejo al que a veces se llama segundo cerebro y que tiene una gran interacción con el cerebro real, por lo que contribuye a la formación de ciertas sensaciones que influyen mucho en los síntomas que pueden padecer algunos pacientes.

«Hay una clara relación entre lo que son síntomas digestivos y el estado mental. De hecho existe un grupo de enfermedades digestivas, las llamadas funcionales, que están tremendamente influidas por el estado de ánimo, el estrés, la ansiedad, la inquietud o los problemas sociales, laborales o personales», explica el doctor José Lariño Noia, experto de la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD) y especialista en el Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela.

Las funcionales son las patologías digestivas con mayor prevalencia en la población, afectando a un 30-40%, porcentaje que aumenta hasta un 60% si tomamos en cuenta a todos los que a lo largo de su vida van a padecer en algún momento un trastorno de este tipo.

Y también las más difíciles de diagnosticar, porque no es que haya uno o varios órganos dañados, todo lo contrario. «En estos casos hacemos todo tipo de pruebas y no hay nada que se salga de lo normal. ¿Qué pasa entonces en esa persona que tiene digestiones pesadas, hinchazón o intolerancia a ciertos alimentos, entre otros síntomas? Pues que, tras los diversos estudios diagnósticos en los que no hallamos nada anormal, por exclusión llegamos a la conclusión de que algo no va bien en el funcionamiento de su tracto digestivo», explica el doctor Angós Musgo.

Aunque el abanico es amplísimo, dentro de estas patologías hablamos fundamentalmente de dos tipos por ser las más frecuentes: el Síndrome del Intestino Irritable y la Dispepsia Funcional. Amén de los síntomas propios de cada una, estas enfermedades se asocian con frecuencia a cuadros de ansiedad, depresión, patologías obsesivas e hipocondría. De hecho, y como comenta el doctor Angós, no es «infrecuente» que se derive a estos pacientes al psicólogo o al psiquiatra para que les traten con ansiolíticos o antidepresivos que mejoran los síntomas en general.

Actualmente, la mayoría de las investigaciones en esta área, más allá de todos los que se hacen en torno a la flora intestinal, van dirigidas a llegar a la causa más profunda que produce estas patologías funcionales, de modo que se pueda afinar más con el tratamiento y los fármacos llegando a indicar a cada paciente su tratamiento personalizado. «Hoy por hoy es ciencia ficción, pero en un futuro quizás se sepa qué déficit de hormonas, péptidos o neurotransmisores tiene un paciente para suministrárselos, o saber si tiene un exceso de algunas sustancias y bloquearlas», afirma el doctor Angós.

Cuestón de enzimas

No todos los fallos de nuestro Aparato Digestivo se deben al funcionamiento. Los hay que, efectivamente, se producen por órganos dañados. En estos casos, y como explica el doctor Lariño, si entendemos que en la digestión lo fundamental es el páncreas y en la absorción de los nutrientes, el intestino delgado, todas aquellas enfermedades que les afecten van a ser fundamentalmente las causantes de alteraciones del proceso digestivo.

Es importante saber, porque muchas veces habremos oído hablar de problemas por un déficit de enzimas, que en las enfermedades del páncreas como el cáncer o las pancreatitis, la maldigestión se puede producir precisamente cuando este órgano se afecta tanto que no es capaz de secretar las enzimas necesarias para mantener un proceso de digestión normal. Estas se dividen, según su función, en tres tipos: lipasas, que digieren las grasas y las convierten en triglicéridos; amilasas, que hacen lo propio con los hidratos de carbono hasta convertirlos en oligosacáridos, y proteasas, que digieren como su nombre indica las proteínas y las transforman en aminoácidos, fácilmente absorbibles por el organismo.

La consecuencia fundamental de una alteración en el proceso de digestión (maldigestión) será la malabsorción de aquellos alimentos no bien digeridos, lo que produce en muchos casos un estado de malnutrición. Esta se nota en carencias vitamínicas y deficiencias nutricionales que pueden alterar el estado físico de la persona: fatigas, trastornos de la piel y de la visión, enfermedades osteoarticulares y cardiovasculares «Además, esos alimentos que nos son absorbidos permanecen en el tubo digestivo y finalmente pueden ser degradados por la flora bacteriana del colon, con lo que se genera una serie de procesos de fermentación y putrefacción que causan hinchazón abdominal, malestar, incomodidad, plenitud, gases y esos son síntomas que pueden tener aquellos pacientes con problemas de maldigestión. Eso sí, hay que dejar claro que no tiene nada que ver esto con esas malas digestiones de las que suele quejarse la gente (que mayoritariamente suelen estar en el contexto de enfermedades funcionales), ya que en este último caso no se suele dar un problema de maldigestión real», aclara el doctor Lariño.

De hecho, en no pocas ocasiones ese disconfort abdominal, hinchazón o gases que sentimos tras una comida copiosa y que nos llega a poner irascibles, se puede evitar con medidas tales como masticar bien los alimentos, invertir tiempo en comer (no engullir), realizar cinco comidas diarias poco copiosas, llevar una alimentación rica y variada y realizar ejercicio físico de forma regular.

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