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Saturnina Gallardo es la autora de 'La vida es suero: historias de una enfermera saturada', editado por Plaza & Janés.
«El material con el que trabajamos las enfermeras cada vez es más escaso y de peor calidad»

«El material con el que trabajamos las enfermeras cada vez es más escaso y de peor calidad»

Se llama Saturnina Gallardo y es enfermera, pero este no es más que el seudónimo de una profesional real que en 2012 comenzó a contar en Twitter el día a día de su trabajo en un hospital. Ahora, un libro reúne sus historias

pilar manzanares

Lunes, 17 de noviembre 2014, 08:47

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Se define como una enfermera que busca su hueco en la sanidad y se maneja muy bien en la redes sociales, tanto que tiene más de 40.000 seguidores en Twitter. ¿El motivo? El humor con el que narra la actualidad en un hospital poniéndole cara a un colectivo que, como ha demostrado la crisis del Ébola, no suele estar bien tratado.

¿Qué es lo que más le satura?

Los pacientes que me dicen en qué vena tengo que pincharles, los yogures terapéuticos y el tamaño de las pastillas. Pero sobre todo, el desmantelamiento del sistema de salud público al que asistimos.

Con todo, dice que es una profesión muy bella, ¿lo mejor?

Poder intervenir en todas las fases de la vida de las personas. Desde ayudar a un niño a nacer a hacer confortables las últimas horas de un anciano, es una atención integral y somos testigos privilegiados de la vida.

Pero parece que están un tanto maltratadas, ¿es así?

Más que maltratada, yo me siento ignorada por la administración. En muchas ocasiones se olvidan de que somos el colectivo de sanitarios más numeroso del país, y quizás nosotras tampoco nos hacemos todo lo visibles que deberíamos. España necesitaría incorporar al sistema de salud en estos momentos cien mil enfermeras más para igualarse al ratio europeo de pacientes-enfermera, eso por no hablar de un estudio publicado en The Lancet el pasado mes de febrero que concluía que un paciente tenía más posibilidades de fallecer tras una cirugía si la enfermera que lo atendía tenía una alta carga de trabajo. Algo falla.

Comenta que han pasado del Nolotil al sana sana culito de rana, ¿problemas de la crisis?

Desde luego [risas]. Como sigamos así, dentro de poco me veo aprendiendo a hervir agujas y poniendo parches Sor Virginia. El material con el que trabajamos cada vez es más escaso y de peor calidad, es habitual que se te rompan los guantes mientras estás pinchando o sondando a un paciente, y eso jamás había pasado.

Lo de los carritos tan poco prácticos que manejan creo que ya no es problema de la crisis, ¿no es así?.

Efectivamente, los carritos siempre han sido así. Se nota que el diseñador no los utiliza en su trabajo porque, bonitos son, pero también poco prácticos.

Lo peor del pacientes es

Que el que más se queja, no es el que peor está.

Y de sus familiares

Que sólo ven a su familiar, no son conscientes de que la enfermera que lo atiende tiene a su cargo otros 15 pacientes más que también requieren cuidados.

¿Es cierto que los pacientes siempre mienten, como dice el televisivo doctor House?

Como buena gallega te voy a responder con un «depende». Cuando mienten es porque creen que será mejor para ellos, que los van a atender antes o que les vas a repetir la dosis de analgésico. Pero el satu-radar suele pillarlos.

Por cierto, ¿son las enfermeras buenas pacientes?

Para nada, el peor paciente es siempre un sanitario. Deberían crear plantas sólo para sanitarios enfermos, y que se aguanten entre ellos.

Una buena enfermera es

Aquella que consigue dar una atención integral al paciente y a su familia, tanto en el plano fisiológico como psicológico y desde el punto de vista de la prevención. Logrando empatizar con él, pero sin traspasar esa pequeña barrera profesional-paciente que también es necesario mantener, porque no te puedes llevar todo para casa. Evidentemente, la alta carga de trabajo hace que cada vez sea más difícil ser una buena enfermera.

¿La mejor medicina para quien lleva tiempo ingresado?

La distracción. Los ingresos prolongados son desesperantes tanto para el paciente como para su familia. Imagina estar durante semanas en la misma habitación de hospital, en la misma cama, viendo la misma pared día tras día. Hay que romper esa rutina al entrar en la habitación con lo que sea, conseguir que el paciente se olvide por un momento de todo aquello y que sonría.

¿Cómo es el trato con los médicos? ¿Lo peor de ellos sigue siendo la letra?

La letra es un símil, lo que falla es la comunicación. Hay poca comunicación interprofesional, es inaceptable que te enteres de que un paciente está de alta cuando lo ves salir por la puerta y que lleves tres días reflejando en el historial de un paciente que tiene dolor y su médico ni se moleste en leerlo.

¿Cómo cambia el trabajo en el turno de noche?

Aumentando el riesgo de enfermedad para el personal, pero a mí me gusta vivir al límite, soy de las que utilizo seis semanas las lentillas mensuales [risas]. Por la noche afloran los fantasmas de cada uno, las visitas se marchan y muchos pacientes se quedan solos con su enfermedad, sus dudas y sus problemas. Sentarte en la cama del paciente, cogerle la mano y escucharlo es fundamental.

¿Es peor encontrar la vena o un apósito adecuado?

Hay venas realmente complicadas, se podría hacer un catálogo de venas clasificándolas por tamaño, color y capacidad para camuflarse. Pero es que el apósito del tamaño adecuado simplemente no existe.

¿Qué opina sobre todo lo sucedido con Teresa Romero? ¿Es habitual que carguen con las culpas?

La gerencia nunca va a tener la culpa de nada. Ya sea en el caso de Teresa Romero o en el del bebé Ryan en 2009, la historia siempre se repite. Hay que buscar un culpable, a poder ser enfermera o auxiliar, sobre el que cargar las culpas de una gestión torpe e ineficaz.

Unas palabras de apoyo para su colega.

Lo comentaba en mi cuenta de Twitter hace unos días y lo reitero. Me siento muy orgullosa de ella, como compañera y como profesional, sólo espero que ya recuperada haga ver su versión de lo sucedido libremente y acabe poniendo las cosas en su sitio. Nos tiene a su lado.

Por cierto, el libro va firmado con seudónimo. ¿Sería peligroso para usted poner su verdadero nombre?

El personaje de Enfermera Saturada nació en Twitter a principios de 2012 como una enfermera anónima, una forma de contar el día a día de mi trabajo en el hospital sustituyendo aquí y allá, parcheando el sistema. Nunca me he planteado desvelar mi identidad, pero es probable que si lo hago pierdan mi número de teléfono en la bolsa de empleo por un error informático.

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