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Una de las claves de un trastorno de pánico (crisis de ansiedad o angustia) es frecuentemente la hiperventilación.
Ansiedad, de señal de alerta a amenaza

Ansiedad, de señal de alerta a amenaza

Es tan solo una emoción que nos ayuda a afrontar ciertas circunstancias y a rendir mejor, pero a veces se descontrola y se convierte en una sensación muy similar al miedo, con la diferencia de que no sabemos a qué tememos

Pilar Manzanares

Jueves, 6 de noviembre 2014, 07:25

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«Me he quedado paralizado en medio de conferencias y presentaciones públicas, he dejado plantada a más de una cita, he tenido que salir de exámenes, he sufrido crisis nerviosas en entrevistas de trabajo, viajes de avión, tren, coche e incluso caminando por la calle. En días corrientes, haciendo cosas corrientes -leyendo un libro, tumbado en la cama- me he visto asaltado miles de veces por una abrumadora sensación de angustia existencial y aquejado de náuseas, vértigo, temblores y toda una panoplia de síntomas físicos. En tales casos, he llegado a creer a veces que la muerte, o algo en cierto modo peor, era inminente. Incluso cuando no me hallo bajo los efectos de estos episodios agudos, vivo zarandeado por la inquietud: sobre mis finanzas, sobre el trabajo, el ruidito del coche. A veces esta inquietud se transforma en un malestar físico de baja intensidad -dolores de estómago y cabeza, mareos, molestias en brazos y piernas-, o en un malestar general, como si tuviera la gripe. En varias ocasiones he desarrollado dificultades, inducidas por la ansiedad, para respirar, para tragar e incluso para andar, y esas dificultades se convierten entonces en una obsesión y acaparan todos mis pensamientos. Sufro asimismo una serie de fobias o miedos concretos. Por citar algunos: a los espacios cerrados (claustrofobia), a la altura (acrofobia), al desmayo (astenofobia).».

Así explica el periodista Scott Stossel, autor del bestseller 'Ansiedad', recientemente publicado en España por Seix Barral, cómo es su vida por culpa de un trastorno que padece desde los diez años y que aún no ha superado a los 45. Un testimonio en el que, desgraciadamente, se verán reflejados muchos, ya que los trastornos de ansiedad han afectado en los últimos 12 meses a un 6% de la población española, siendo así el trastorno mental más frecuente-si bien la depresión será la que afectará a más personas a lo largo de su vida-. Pero la ansiedad en sí no es mala, aunque cueste trabajo creerlo. La ansiedad solo es una emoción que prepara al organismo para adaptarnos, para afrontar determinadas circunstancias. «Es una reacción de alarma ante un estímulo que supone una amenaza para nuestros intereses», afirma el doctor Antonio Cano Vindel, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS).

Para prevenir o reducir la ansiedad y el estrés

  • CONSEJOS

  • Conviene comer sano y evitar digestiones pesadas.

  • Dormir en torno a ocho horas.

  • Tomar vacaciones y fines de semana como tiempo de ocio y descanso.

  • Dejar el trabajo en la oficina.

  • Practicar deporte o actividad física moderada ayuda a relajarse, mejor si son en la naturaleza y con amigos. Es bueno caminar todos los días media hora.

  • Organizar nuestro tiempo y las tareas para no sufrir continuos sobresaltos, olvidos importantes.

  • No llegar tarde a las citas.

  • Saber seleccionar actividades cuando no podemos hacer todo.

  • Afrontar los problemas decidiendo qué es lo mejor en cada caso.

  • Tomar decisiones siguiendo un proceso lógico planteamiento del problema, análisis de pros y contras, elección de la menos mala. Nunca volver atrás.

  • No analizar continuamente el problema o las alternativas, esto produce ansiedad.

  • El estrés que produce una situación depende de las consecuencias que prevemos, pero a veces exageramos las consecuencias negativas (hipervaloramos la probabilidad de que ocurra algo malo).

  • Si estamos nerviosos entender que es natural y no preocuparnos aún más.

  • Actuar con naturalidad.

  • Hay que saber que los demás no perciben nuestros síntomas de ansiedad con la misma intensidad que los experimentamos.

  • Es bueno pensar que los demás también tienen ansiedad y que no les condenamos por ello.

  • Si hacemos bien una cosa, felicitarnos por ello.

  • Si hacemos mal algo no echar balones fuera y pensar «Esta vez lo he hecho mal, debo corregirlo». Y hacerlo sin culpas.

  • Reforzar las conductas positivas de las personas con sonrisas, pequeños gestos.

  • Corregir las conductas negativas de los demás dándoles información a tiempo, pero sin broncas ni otros castigos.

  • No sacar continuamente los problemas del pasado.

  • Practicar la relajación con cierta asiduidad.

  • Leer buenos libros de autoayuda para aprender a pensar bien.

  • Exponerse poco a poco a las situaciones a las que tenemos pánico.

  • Aprender a decir no.

  • Practicar nuestras mejores habilidades sociales.

  • Acudir a un especialista cuando sea necesario.

Por supuesto que hay situaciones más ansiógenas que otras: «Son aquellas que conllevan un importante componente de estrés, mucha incertidumbre. Al paciente le generan una situación de indefensión en la que no sabe desenvolverse y que vive como una amenaza. Es una situación muy similar al miedo, pero en el caso del miedo conocemos el objeto que nos produce esa emoción, y en el de la ansiedad desconocemos el motivo que nos produce ese estado, con lo que podemos no saber cómo evitar ese sentimiento», explica el doctor José García, psiquiatra asesor de la Confederación Española de Agrupaciones de Familiares y Personas con Enfermedad Mental (FEAFES).

Sintomatología

Funcionar con un cierto nivel de ansiedad es algo lógico en nosotros, porque nos activa en situaciones que lo necesitamos, como a la hora de afrontar un examen para que estemos más ágiles, y nos desactiva pasada esa situación para que podamos descansar. «Es importante tener en cuenta esto porque muchas veces se medicaliza esa emoción, que no es patológica hasta que se intensifica, se cronifica, se presenta en forma de ataques y crisis que descontrolan a la persona y degenera en una serie de síntomas determinados que están catalogados dentro de los trastornos del ámbito de la salud mental», añade el doctor García. Así cuando tenemos reacciones de ansiedad de forma frecuente, permanente o crónica, comenzarán a aparecer unos síntomas más agudos que, con el paso del tiempo, harán que aparezcan patologías y pérdida del rendimiento: «Al principio la ansiedad nos ayuda a rendir mejor pero si no permite descansar nos agotará», señala el doctor Cano.

Ya hemos visto en el testimonio de Stossel que los estados de ansiedad producen mucha sintomatología somática, como temblores, dolores de estómago, taquicardia, hipertensión, y eso a veces puede hacer que se confunda con una enfermedad orgánica. También puede suceder al revés, que lo que aparece como un síntoma de ansiedad sea la expresión de otro trastorno, por lo tanto «es importantísimo afinar en el diagnóstico diferencial» que define a qué corresponde el síntoma, matiza el doctor García. Pero, ¿cuáles son concretamente esos síntomas? Pues bien, según explica el presidente de SEAS, estos hay que verlos por niveles, a saber: el cognitivo-subjetivo, el fisiológico y el motor.

A nivel cognitivo-subjetivo: sentimientos de malestar, preocupación, hipervigilancia, tensión, temor, miedo, inseguridad, sensación de pérdida de control, pensamientos negativos sobre uno mismo o sobre nuestra actuación ante los demás, dificultad para pensar o concentrarse, percepción de fuertes cambios fisiológicos (cardiacos, respiratorios, etc.)

A nivel fisiológico: se activan diferentes sistemas, principalmente el Sistema Nervioso Autónomo y el Sistema Nervioso Motor, aunque también lo hacen otros, como el Nervioso Central, el Endocrino, o el Inmune. De todos los cambios que se producen, el individuo sólo percibe algunos como la tasa cardiaca, la respiratoria, sudoración, tensión muscular, sensaciones gástricas, sequedad de boca, náuseas, mareos, etc. La persistencia de estos cambios fisiológicos puede acarrear una serie de desórdenes psicofisiológicos transitorios, tales como dolores de cabeza, nsomnio, disfunción eréctil, contracturas musculares, disfunciones gástricas, etc.

A nivel motor: inquietud motora, hiperactividad, movimientos repetitivos, dificultades para la comunicación (tartamudez), evitación de situaciones temidas, consumo de sustancias (comida, bebida, tabaco, etc.), llanto, tensión en la expresión facial...

Trastornos de ansiedad

El exceso de ansiedad, con ese nerviosismo constante y ese estado de activación continuo, puede ocasionar un trastorno de ansiedad. Llegados a este punto, cada persona atenderá a algunas reacciones concretas y eso determinará el tipo de trastorno que padezca. De hecho, cuando una persona ya padece una ansiedad patológica, ante la pregunta de ¿cuánto tiempo dedica a pensar en su problema? responde que el 80% del tiempo que tiene libre. Las personas con pánico magnifican sus sensaciones físicas de ansiedad y les dedican mucha atención; mientras que las personas con ansiedad social están preocupadas por su conducta en situaciones sociales, que consideran inapropiada, por lo que centran su atención en ella y le dedican mucho tiempo también. Ahora, y según cada reacción, pasaremos a definir en qué consiste cada tipo de trastorno:

Ataques de pánico (crisis de ansiedad o de angustia). Reacción de ansiedad muy intensa, acompañada de sensación de falta de capacidad para controlar esa reacción, (especialmente, las sensaciones físicas), e incluso la convicción de que uno puede llegar a morir en ese momento. Las claves de este desorden hay que buscarlas, por un lado, en el tipo de pensamientos que las provocan, altamente preocupantes, centrados en sensaciones catastrofistas (como muerte inminente, ataque al corazón, etc.); y por otro lado, con frecuencia en la hiperventilación que provoca un rapidísimo aumento de activación fisiológica generalizada.

Agorafobia. Se caracteriza por la anticipación y evitación de situaciones en las que puede generarse una reacción de ansiedad o ataque de pánico y resultaría difícil escaparse de ellas sin que los demás se diesen cuenta. Si no es posible evitar alguna de estas situaciones, se provocará una reacción de ansiedad que ya se esperaba. Ejemplos de este tipo de situaciones son: las aglomeraciones y los viajes en avión.

Fobia específica. La ansiedad la producen determinadas situaciones específicas que se evitan, como el miedo a los espacios cerrados.

Fobia social. Reacciones muy intensas de ansiedad cuando el individuo se encuentra en una situación social, lo que le lleva con frecuencia a evitar este tipo de situaciones, como hablar en público.

Trastorno Obsesivo-Compulsivo. Las obsesiones se definen como ideas, pensamientos, impulsos o imágenes de carácter persistente que el individuo considera intrusas e inapropiadas y que provocan una ansiedad o malestar significativos. No se reducen a simples preocupaciones sobre problemas de la vida real. La persona intenta controlar o neutralizar tales pensamientos obsesivos (suciedad, desorden, enfermedad, llave del gas, hacer daño a otros...) con otros pensamientos o con acciones (compulsiones). Las compulsiones más frecuentes consisten en comprobar algo varias veces, contar, lavar, evitar quedarse a solas con alguien... Al final el paciente pierde mucho tiempo, lo que interfiere en su vida y desarrolla un gran malestar, con elevados niveles de ansiedad. Un ejemplo claro es el papel de Jack Nicholson en el filme 'Mejor imposible'.

Trastorno por estrés postraumático. Se origina tras haber sufrido u observado un acontecimiento altamente traumático (atentado, violación, asalto, accidente...), en el que está en juego la vida de personas. Las imágenes de la situación traumática vuelven a reexperimentarse una y otra vez (flashback), en contra de la propia voluntad, a pesar del paso del tiempo, imaginándolo con todo lujo de detalles, acompañado de intensas reacciones de ansiedad (preocupación, miedo intenso, falta de control, alta activación fisiológica, evitación de situaciones relacionadas...)

Trastorno por estrés agudo. Similar al trastorno por estrés postraumático, aparece inmediatamente después del suceso traumático.

Trastorno de ansiedad generalizada. Lo padecen aquellas personas que sufren intensas reacciones de ansiedad (preocupación, alta activación fisiológica, etc.), desde hace más de seis meses, en situaciones altamente frecuentes, no recogidas en los diagnósticos de tipo fóbico, obsesivo, pánico, o sucesos de estrés postraumático. Las personas con este trastorno muestran por lo tanto niveles muy altos de preocupación y ansiedad casi todo el tiempo. La ansiedad está provocada por interpretaciones erróneas, pensamientos anticipatorios, etc. de problemas cotidianos.

Trastorno de ansiedad debido a enfermedad médica. Se dan muchos síntomas de ansiedad que se consideran secundarios de una enfermedad médica que ha sido diagnosticada, como el hipotiroidismo.

Trastorno de ansiedad inducido por sustancias. Los síntomas están asociados al consumo, abuso o dependencia de una droga. Los consumidores habituales de drogas presentan niveles de ansiedad más altos que los no consumidores, incluso después de haber abandonado el consumo, y tienen una mayor probabilidad de desarrollar pánico.

Trastorno de ansiedad no especificado. Categoría residual que se usa cuando, habiendo síntomas de ansiedad o evitación fóbica importantes, no se reúnen los criterios suficientes para alcanzar el diagnóstico en alguna de las demás categorías de trastorno de ansiedad.

Tratamiento

Revertir el tiempo que los afectados dedican a pensar en su problema (reducirlo) y desarmar esos pensamientos, quitarles importancia, es parte del tratamiento para 'desactivarlos'. Junto a ello, deberán afrontar esas situaciones que les producen angustia sin darles la importancia ritual que le dan, como sucede con las personas que se lavan varias veces las manos porque piensan que pueden seguir teniendo microbios en ellas, por ejemplo. «Debo exponerme a no lavarme, a no comprobar si he cerrado la puerta. y ver que no sucede nada malo, que lo que pensaba que tenía tanta importancia carece de ella», matiza el doctor Cano. «También están los condicionamientos asociativos, como el de me atracaron una vez en un cajero y si vuelvo a ir me va a pasar lo mismo. Así lo evitan cuando deberían seguir haciendo su vida normal. Tienen que volver a aprender y poco a poco se reducirá la sintomatología que antes les provocaba esa situación ansiógena», agrega el experto. De ese modo, paulatinamente aprenden a controlar los mecanismos de relajación y control de la ansiedad ante esos problemas.

Este tratamiento cognitivo conductual -mejor que el farmacológico- es el que ahora se está llevando a las consultas de atención primaria: «Estamos implantándolo en 14 centros de Madrid, Castilla La Mancha, Baleares, País Vasco y Valencia para tratar los trastornos de ansiedad. En ellos les damos información y habilidades para relajarse y cognitivas para no magnificar, para no estar rumiando la amenaza y para no evitar aquellas situaciones que provocan la ansiedad, entre otras», afirma el presidente de SEAS.

En el caso de manejar una medicación hay que ser «muy riguroso», porque hay un incremento en el manejo y la prescripción de hipnóticos, antidepresivos y ansiolíticos muy importante -según datos de la OCDE, España es uno de los países con mayor consumo de ansiolíticos-. Y «aunque a veces solucionan el problema tienen también sus desventajas: mal usados tienen efectos secundarios importantes e impiden que el paciente aprenda capacidades de control», concluye el doctor García.

También es cosa de niños

Aunque a veces parece que la ansiedad es algo de adultos, sobre todo de mujeres, ya que tienen un 200% más de ansiedad no solo debido a su doble rol de ama de casa y trabajadora, sino más por su sistema hormonal que «les hace vivir los problemas del estrés de manera mucho más intensa, amén de que se activan más porque hacen varias cosas a la vez», según el doctor Cano, también es un problema de niños. Y es que ellos también tienen estrés: «Además cada vez están expuestos a más estímulos y a más actividades que aunque sean lúdicas (como jugar a los videojuegos) les obligan a estar permanentemente activados, lo que puede incrementar el estrés y también la ansiedad. Sobre todo serán más propensos aquellos niños con un carácter más perfeccionista, más obsesivo en este sentido, más controlador».

Como explica el doctor García, «si un padre tiene dudas de si su hijo la sufre o pasa por un estado o crisis de nerviosismo deberá fijarse en ciertos aspectos como su actitud, la irritabilidad, la dificultad para concentrarse, una poco habitual inquietud motriz.».

Cuando se necesita ayuda profesional, hay que acudir a un psicólogo o a un psiquiatra. Además, la web de la SEAS tiene un servicio de ayuda y orientación donde las personas que escriben al correo electrónico seas.cons@psi.ucm.es pueden contar lo que les sucede para ser orientados por un especialista.

Acceso al test para evaluar el nivel de ansiedad que padece. http://www.ansiedadyestres.org/test_de_ansiedad

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