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Bobinas de celuloide, discos de vinilo, casetes, vídeos en formato VHS, disquetes de ordenador, CD y DVD... la evolución tecnológica ha llevado pareja una sustitución de los soportes de grabación. :: r. c.
Perder la memoria

Perder la memoria

Algunos de los soportes donde guardamos fotos, vídeos o música... se están degradando y sus reproductores dejan de fabricarse.Si no lo remediamos, nuestro pasado podría desaparecer «como lágrimas en la lluvia»

ISABEL IBÁÑEZ

Lunes, 4 de junio 2018, 10:01

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Es posible que después de leer estas líneas quiera correr a comprobar si los CD, DVD, discos duros, casetes, pendrives, teléfonos móviles, diapositivas o lo que quiera que sea que guarde usted en los cajones destinados a la memoria familiar no se haya convertido en fosfatina imposible de leer ya en esos reproductores 'casi nuevos' para usted pero obsoletos para la industria. Escuchar quizá cómo al meter un CD o un DVD en su lector se le oye dar vueltas y vueltas... y nada más. O si las casetes que atesoran la banda sonora de su adolescencia con canciones grabadas de la radio se deshacen dejando en sus dedos un polvillo amarronado. Los vídeos VHS con pelis grabadas de la tele... Bueno, esas ya no hay ni dónde ponerlas, si es que la cinta no está retorcida sobre sí misma como secuencia de ADN.

Estos días ha vuelto a salir en los periódicos el llamado 'padre del CD', el holandés Kees Schouhamer Immink, inventor de la cosa en 1979, para admitir que sí, que es verdad que algunos de aquellos primeros discos digitales que se empezaron a vender hace ahora tres décadas se estan degradando, aunque apunta que esto solo vale para algunos ejemplares y que depende de la calidad, de cómo los hayamos creado y preservado... Sin posibilidad de saber cuáles durarán y cuáles no. El informe 'Longevidad de la información digital' publicado por la Academia francesa de Ciencia y Tecnología ya alertaba del tema en 2010. Los CD y DVD de audio y vídeo pueden conservarse más o menos bien, pero las versiones grabables en los que guardamos datos tan solo duran entre 15 y 20 años en el mejor de los casos. ¡Y algunos solo uno!, decían.

Hay quien no se lo cree: José Miguel López, conductor del programa 'Discópolis' de Radio 3 (RNE), todo un veterano: «Llevo 20 años oyendo lo mismo. Tengo en torno a 60.000 cedés, y en la radio hay el doble. Hace unos 15 años me encontré un disco deteriorado y hace dos otro, que era un CDr (grabable) no comercial de algún grupete. No hago inventario anual y hay discos que no he tocado en décadas, pero muevo mi colección y la pongo en la radio. Y sólo he encontrado esos dos ejemplos, aparte de los que se han deformado por el calor o los que se cayeron a un suelo arenoso o sucio. Pongamos que sean cien. No más. ¿Nos apuntamos a la teoría conspiranoica? Quizás esté equivocado y en veinte años mi colección se vaya al carajo, pero entonces seguramente ya me habré ido con ellos».

Emilio Rodríguez y Ager Barrondo, directivos de la empresa fabricante de CD y DVD Duradisc (y de la de pendrives Customdrives), recuerdan que «en los últimos cinco años han cerrado más del 80% de las fábricas de estos soportes, ya sea con contenido o grabables». Y apuntan a la nube como «el gran detonante para que cada día haya menos soportes físicos, aunque creemos que en todos los casos permanecerán de forma residual». Informan de que existe una normativa internacional que exige que los CD y DVD con contenido ya grabado sean todos idénticos. «Y los grabables son muy similiares, pudiendo tener diferentes calidades». Admiten que la duración depende de su uso y conservación, «aunque no deja de ser un formato físico que con el tiempo se acaba rayando y deteriorando». ¿Su consejo? «Limpiarlos pasándolos por agua y usar productos para el rayado (nunca en círculos, sino del centro hacia afuera); y desde luego, si algo es muy importante, pasarlo a un PC o disco duro o hacer varias copias de seguridad». «El CD, como el vinilo que ahora vive una moda, dejará de usarse tanto, pero nunca del todo, y pasará a ser objeto de deseo para coleccionistas».

Patrimonio de todos

Sea como sea, estamos en una encrucijada de caminos con unos soportes y tecnologías que llegan y otros que se van, y son muchas las voces que nos ponen nerviosos ante el panorama que, pendiente como espada de Damocles, algunos tenemos en casa. «Siempre piensas que te va a dar tiempo a hacerlo -advierte Alberto de Prada, responsable del Fondo Documental de Radio Televisión Española-, a pasar tus miles de fotos del móvil o el ordenador o un CD a un disco duro, pero lo vas dejando y un día te encuentras con que no puedes ver nada de lo que habías guardado, incluso en ese disco duro, que también se estropean de no usarlos, como me ha pasado a mí. Y qué decir de los chavales, sacan todo el rato fotos con su móvil y las suben a las redes sociales, donde dejan de ser suyas, y si un día la red desaparece con ella se irán sus fotos, porque no las pasan nunca a ordenador. Todo eso se va a perder». Después de 15 años de intenso trabajo, RTVE ha digitalizado la mayor parte de sus archivos. Porque no solo peligra la memoria personal sino la colectiva, cimentada en un sinfín de instituciones públicas. Y si poner orden en los archivos caseros puede suponer un dolor de cabeza, la excusa perfecta para procrastinar, solo hay que imaginar lo que tiene que ser meterse con los de un ente así.

Ya en 2006, Carmen Caffarell, entonces su directora general, comparecía ante los medios para alertar de que TVE guardaba 200.000 horas de grabaciones de las décadas de los años 60 y 70 en peligro de destrucción: latas con celuloide vulnerable a la bacteria conocida como el 'síndrome del vinagre', vídeos del sistema U-Matic cuyos equipos de lectura ya no se fabrican, cintas tradicionales magnéticas... Parte de un archivo que, como decía Caffarell, «es patrimonio del Estado y pertenece a todos porque es depositario de la memoria audiovisual española».

De Prada recuerda, de todos modos, que este es un proceso que nunca termina, «porque en realidad no es tanto que los soportes se degraden, sino que los reproductores dejan de fabricarse, no hay mantenimiento, y aunque el soporte esté bien, ya no vas a tener dónde verlo, dónde leerlo. La tecnología te obliga a estar mudando constantemente los datos». En su caso, cualquier grabación que uno quiera ver de toda la historia de TVE, la solicita al archivo, un robot escoge la cinta de la librería digital llena de cintas de datos LTO-7 donde está guardada y la introduce en un lector. Luego la devolverá a su lugar. «Ahora son las cintas de datos LTO-7, y lo próximo serán las LTO-10; tenemos que estar preparados para pasar toda la información a ese nuevo formato porque dentro de unos años ya no habrá lectores de LTO-7. Así son las cosas, la industria saca nuevos formatos y deja de mantener los anteriores, cada vez más rápido. Llevo en esto 33 años y he visto desde el cine de 16 milímetros, de 36, el óptico, el magnético, el vídeo de dos pulgadas, el de una, el de 1/4, de 3/4, el vídeo Betacam, el Beta X, el VHS... hasta llegar a las cintas actuales y los discos ópticos».

En una cinta LTO-7, una cajita de 12x12 centímetros, caben 250 horas de grabaciones; en la librería digital de Prado del Rey hay 10.000 cintas, es decir, 2,5 millones de horas. Y existen otras dos librerías digitales en Torrespaña y Sant Cugat. Estos tres centros tiene digitalizados todos sus fondos, 800.000 horas de vídeo, y quedan pendientes otras 160.000 de sus centros territoriales, con las que llevan trabajando dos años. RNE tiene su propio archivo, miles y miles de discos y programas digitalizados también. Abrumador. Y eso si las cosas van bien, pero a veces esta labor se complica. Hay países en vías de desarrollo de América del Sur, África y Asia que ven peligrar sus archivos por no tener la tecnología necesaria para leer formatos antiguos. «A medida que los países más avanzados vamos terminando nuestra digitalización -explica De Prada-, la Federación Internacional de Archivos de Televisión (FIAT) nos pide que donemos nuestros equipos, porque es imposible para ellos encontrar, por ejemplo, reproductores de películas de una o dos pulgadas o de U-Matic, y al no poder leerlos, no pueden digitalizarlos y los acabarán perdiendo».

En la Biblioteca Nacional Española -que al término de 2017 acumulaba 420.048 registros sonoros y 174.762 documentos audiovisuales que deben ser preservados- andan inmersos en una nueva campaña de digitalización, que contempla la conversión de 654.000 minutos de audio y vídeo en soportes magnéticos, es decir, cintas de casete y similares y vídeos VHS. «Nos preocupan más que los CD y DVD porque están en un mayor riesgo de perderse, aunque ni en CD ni en cintas de casete o VHS hemos registrado aún ninguna pérdida, no hemos visto todavía degradación, pero sabemos que se producirá», explica Elena Vázquez, directora del departamento de Música y Audiovisuales.

Pero la Biblioteca Nacional guarda celosamente soportes mucho más antiguos: sonido en cilindros de cera del siglo XIX, discos perforados de cartón para máquinas especiales que se oyen al hacer pasar el aire por sus agujeros, rollos de pianola en papel, discos de pizarra para los gramófonos, vinilos, cintas magnetofónicas, casetes, cartuchos musicales para camiones que se vendían en las gasolineras, hilos magnéticos con grabaciones de antes de la Guerra Civil, con discursos, con cante flamenco..., cintas abiertas con grabaciones, bobinas grandes, CD, USB y archivos digitales, descargas de Internet con su código... «También tenemos cintas caseras, como las del etnomusicólogo Miguel Manzano, que se fue en los años 80 con un casete por los pueblos grabando a gente cantando...». Libros, vídeos, partituras, periódicos, revistas, fotos... Cada cual con sus especificidades de conservación. «Digitalizamos los contenidos, el original se queda ahí y no se pone más; pasados los años iremos haciendo catas».

Esperanza en la nube

Volviendo al ámbito doméstico, desde hace solo unos pocos años es posible encomendarse a la nube, un lugar donde almacenar nuestros datos personales que se ha ido incorporado a nuestras vidas como algo familiar, aunque muchos aún no hayan dado el paso y desconfíen. Juanjo García, director de Google Cloud: «La solución pasa casi obligatoriamente por la nube. La evolución en las formas de acceder a la información está marcando el futuro de los medios. Ahora queremos tener acceso a toda la información en cualquier momento y desde cualquier lugar. Los soportes tradicionales tienen limitaciones en estos aspectos».

Insiste en que la nube «es mucho más segura que cualquier soporte físico. En los soportes tradicionales la cantidad de información que puedes guardar es limitada y con el uso puede degradarse e incluso estropearse, en casos extremos llegando a perderla sin vuelta atrás, incluido el robo. Lo que ofrece la nube es un espacio seguro y casi ilimitado para todos esos documentos, con la posibilidad de poder actuar en caso de que se produzca algún problema. Las inversiones en personal, seguridad e investigación son enormes». Otro asunto es que aún queda mucho por hacer en lo relativo a la educación del usuario, que entienda bien «dónde y cómo» guarda su información, admite el experto.

Básicamente, no difiere mucho de cómo guardamos los datos en el ordenador o disco duro, aunque en la nube esto se realiza de manera remota, almacenándolos en un disco duro que puede encontrarse a miles de kilómetros de distancia, pero al que se accede en segundos y con unas medidas de seguridad mucho mayores. Se necesita una conexión a internet, desde un ordenador o cualquier dispositivo móvil, y una vez dentro de la plataforma se guardan los datos igual que en el ordenador. Suele pagarse según el uso y las necesidades.

Y... ¿qué pasaría si un día se 'cayera' la nube por un apagón, como ya ha pasado en alguna ocasión? Las empresas insisten en que tienen formas de seguir abasteciendo de energía su negocio para evitar pérdidas de dinero o documentos y tiempo de trabajo a las empresas y los particulares. En RTVE dependen también de la electricidad, pero tienen generadores por si acaso y lo mismo pasa con estas empresas de nube. El experto Alberto de Prada incide en que el futuro pasa por ella: «Es una librería digital como la que tenemos en RTVE, tú alquilas un espacio y ellos te gestionan los datos. Los discos duros desaparecerán, y se estropean también, aunque yo tengo siempre dos por si acaso y los cambio cada dos años, pero todo esto da mucho trabajo y lo bueno es que otro se ocupe de hacerlo. Y ahí están las empresas de la nube. Es buena y será mejor».

También el papel se degrada, claro, aunque ya ha pasado el tiempo suficiente para comprobar que lo hace muy lentamente; ahí están los pergaminos egipcios. El Vaticano inició en 2014 la digitalización de sus documentos, que llevará en total 20 años, 41 millones de páginas que en muchos casos se estaban volviendo violáceas por culpa de una bacteria. Quizá sea ese el color del olvido.

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