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Rodrigues, cuando dirigía el Zimbabwe Conservation Task Force. :: r. c.
Un cuento cruel

Un cuento cruel

Unos cazadores mataron a la madre de la elefanta 'Molly' y la dejaron abandonada. La jirafa 'Sebastien' fue repudiada por la suya. Inseparables, se recuperaban en un centro de Zimbabue, pero no lo han logrado

Lunes, 28 de mayo 2018, 08:34

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Un grupo de cazadores perseguía en septiembre del año pasado a un ñu en la región de Lowveld, al sur de Zimbabue. Fueron sorprendidos por un elefante y, temiendo una agresión, le dispararon con un arma no destinada a estos enormes animales, con lo que su agonía se prolongó en el tiempo. Resultó ser una hembra que intentaba proteger a su cría de seis meses, que estuvo vagando sola y herida porque los cazadores no avisaron de su existencia. Las autoridades la encontraron y la trasladaron seis días después a la Guardería de Elefantes de Zimbabue (Zimbabwe Elephants Nursery, ZEN), en Harare, la capital.

Desde entonces, el animalito -'Molly' la llamaron- luchó por su vida con la ayuda de los trabajadores del centro, volcados en ofrecer una oportunidad a cachorros en peligro. Y no solo con la ayuda humana y la del resto de elefantes adultos; la jirafita macho 'Sebastien', descuidada por su madre, y el pequeño antílope kudú 'Mouse' contribuyeron en todo el proceso, en una enternecedora simbiosis que terminó abruptamente hace dos semanas con la muerte de los dos primeros. «Intentaron salvarlos; lamentablemente, no funcionó -explica el conservacionista Johnny Rodrigues-. Ambos eran alimentados a mano y recibían medicamentos, pero todo esto genera mucho estrés. Cuando un animal es tan joven necesita a la madre para obtener la leche que le proporciona los anticuerpos adecuados. Si no es así, normalmente muere».

Hace tres años, en julio de 2015, Rodrigues saltó a las noticias de medio mundo por la historia rota de un león, 'Cecil', la estrella del parque Hwange de Zimbabue, cazado por un dentista estadounidense. Rodrigues, entonces director del grupo ambientalista Zimbabwe Conservation Task Force, fue la voz que denunció cómo el animal fue atraído más allá de los límites del parque utilizando cebo. El ecologista contó aquel drama a todo el planeta y denunció el expolio de vida salvaje que sigue ocurriendo en su país. Responde a este periódico sobre 'Molly' y 'Sebastien', pero ya no desde África, sino desde un lugar en Europa Occidental, donde tuvo que huir en 2017 tras denunciar varios atentados contra él de los que responsabiliza al Gobierno de Robert Mugabe, el nonagenario y polémico político que presidió el país hasta el año pasado, cuando fue sucedido por su vicepresidente tras un golpe de Estado. «Los cazadores que mataron a la madre de 'Molly', aunque aquello fuera un accidente, deberían haber avisado de que la cría quedaba sola y herida para ayudarla, pero Zimbabue es un país sin ley, donde la gente hace lo que quiere», dice Rodrigues.

«Zimbabue es un país sin ley; yo me tuve que ir porque me envenenaron» »

Johnny Rodrigues Naturalista

Caminando en círculos

Los primeros días en las instalaciones de ZEN fueron complicadísimos para 'Molly', que llegó ciega de un ojo, deshidratada, caminando en círculos por una lesión cerebral sufrida durante el tiroteo, muy asustada como consecuencia del trauma, sin saber succionar siquiera... Superó una obstrucción intestinal, un fallo renal... Y se sobrepuso, según la información proporcionada por la fundadora de ZEN, Roxy Danckwerts, que lleva años sacando adelante a estos animales.

Luego estaba 'Sebastien', la jirafa a la que su madre descuidaba en gran medida. «Vamos a seguir alimentando a 'Sebastien' para asegurarnos de que esté sano y salvo. Su sistema inmunológico no está bien, así que tiene que ser manejado con extrema atención. Su madre tiene acceso a él en todo momento. La vida en ZEN es salvaje, es un lugar muy duro y real. Hay una enorme cantidad de estrés y ansiedad, agotamiento y miedo, las noches son solitarias y frías. Mantener a los animales vivos es mucho más difícil de lo que se pueda imaginar, sobre todo con estos grandes herbívoros que, pese a su tamaño, tienen almas frágiles. En estos momentos, 'Molly' y 'Sebastien' necesitan cuidados intensivos. Nunca nos daremos por vencidos», escribía Danckwerts cuando aún había esperanzas para los dos pequeños, levantando una oleada de simpatía entre sus seguidores, que no perdían el hilo de la historia. Los animalillos pasaban sus días jugando junto a la cría de antílope, con la que robaban comida de la carretilla de los cuidadores.

Atendiendo a las críticas de Rodrigues, puede entenderse que los responsables de esta guardería de elefantes no hayan querido contestar a las preguntas de este periódico. El semanario editado en aquel país 'The Standard' publicaba en marzo de 2017 un artículo titulado 'Zimbabue hostiga a sus conservacionistas', en el que recogía no solo la huida de Rodrigues -que aparecía posando con un rinoceronte envenenado por furtivos para conseguir su cuerno, una práctica extendida también a los elefantes-, sino la de Sharon Pincott, una australiana que abandonó una labor de trece años con los paquidermos tras recibir «serias amenazas». «Yo tuve que marcharme porque me envenenaron cuando regresé de una manifestación convocada en Washington por la muerte de 'Cecil'» asegura Rodrigues.

El pasado día 11, la responsable de ZEN anunciaba así las malas noticias: «Con una angustia desesperada, les hacemos saber que nuestros dos pequeños gladiadores, 'Molly' y 'Sebastien', fallecieron esta semana (...) Escribiré más sobre esta terrible tragedia, pero por el momento estamos tratando de aceptar nuestro dolor, nuestro amor, nuestras creencias y nuestras pérdidas. Ha tenido un impacto masivo en todos nosotros. La influencia de 'Molly' y 'Sebastien' ha superado las diferencias culturales, raciales, de especies, espirituales y geográficas. Tengo esperanza en que su corto tiempo en este planeta no sea olvidado...».

Herida de bala

La autopsia realizada a 'Molly' informó de que la muerte se produjo por una infección masiva en el cráneo y descubrió una herida de bala en la mandíbula. «No entiendo por qué esta cría no fue inmediatamente atendida. La crueldad de dejar a esta pequeña sin atención médica, sola entre los arbustos durante días con su madre muerta es, francamente, censurable», escribía airada la responsable de ZEN, que recuerda el conjunto de normas firmadas con el Gobierno para rescatar a los elefantes que quedan huérfanos. Y añadió: «No mires para otro lado. No lleves a esa cría tras un arbusto y la dispares. Haz lo que está bien. Muestra algo de compasión».

Los cazadores furtivos envenenan con cianuro el agua donde abrevan elefantes y rinocerontes para darles muerte, arrancar sus colmillos y cuernos y venderlos en el mercado negro. Los primeros casos aparecieron en 2013, con cien animales muertos aquel año. Las previsiones optimistas hablan de una población de 80.000 elefantes en el país.

elefantes vendidos a China fueron la gota que colmó el vaso; las protestas provocaron que el nuevo presidente de Zimbabue, Emmerson Mnangagwa, prohibiera el pasado mes de enero el comercio de estos animales vivos, así como el de rinocerontes, leones y pangolines. Su intención es desmarcarse de las censurables políticas medioambientales de Mugabe.

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