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Carteles en tres idiomas en el aeropuerto de Barcelona.
Radiografía del cerebro de los bilingües

Radiografía del cerebro de los bilingües

El científico Albert Costa analiza las diferencias de este órgano entre los hablantes de un idioma y los de varios

Álvaro Soto

Lunes, 22 de mayo 2017, 01:02

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Pese a que más de la mitad de los españoles habla más de un idioma (bien uno extranjero, bien la lengua propia de una autonomía), el bilingüismo sigue siendo un campo que guarda abundantes secretos desde el punto de vista neurológico. El científico Albert Costa lleva años explorando cuáles son las características propias de una persona que domina dos lenguas y sus conclusiones aparecen ahora en el libro 'El cerebro bilingüe. La neurociencia del lenguaje' (Debate).

Profesor de investigación ICREA en el Centro de Cerebro y Cognición de la Universidad Pompeu Fabra y hablante de cuatro idiomas, Costa comienza definiendo qué es ser bilingüe. «Suele pensarse que bilingüe es la persona que ha crecido con dos lenguas, pero yo diría que es aquella capaz de pedir cerveza en un bar en otro idioma», bromea. Así, el científico cree que el bilingüismo «siempre tiene que llevar adjetivos que lo expliquen»: «de cuna, altamente competente...» y recuerda que «en la edad adulta se puede aprender un segundo idioma, aunque haya algunas cosas, como los sonidos, que resultarán más difíciles».

En cualquier caso, aprender un idioma desde bebé es la mejor forma de dominarlo en el futuro. «Los bebés que escuchan dos lenguas comienzan a diferenciar los idiomas y a construir su repertorio. Se quedan con los sonidos, la entonación, las palabras y la gramática», cuenta Costa, que corrobora que estos primeros meses son los mejores para aprender otra lengua. «A partir del año de vida esa capacidad se va reduciendo», subraya.

El bilingüismo está lleno de tópicos, algunos ciertos y otros falsos. En este segundo grupo se encuentra la idea de que los niños expuestos a dos lenguas tienen un retraso en el aprendizaje. «La mayoría de los estudios dice que no existe ese retraso y si lo hubiera, sería mínimo. Los padres no tienen que estresarse», asevera Albert Costa. También para los padres es su siguiente consejo: «Por ejemplo, cuando en un matrimonio que vive en España el padre les habla en castellano y la madre en inglés, a veces los niños se vuelven vagos y responden a la madre también en castellano. Ahí la madre tiene que ser paciente y 'dura' y continuar hablándole en este idioma», señala. Eso sí, el número de idiomas que puede aprender un niño es «limitado» porque debe recibir un «input» amplio de cada uno de ellos. «No parece común que a un niño le hablen en cinco idiomas», resalta Costa.

Pese a las ventajas de los bebés, los mayores también pueden aprender lenguas foráneas. Les costará más y tendrán peor acento, porque eso es algo que se consigue mejor en la infancia, pero lo acabarán haciendo, aunque los monolingües partirán un paso por detrás. «Los bilingües tienen que hacer malabares con las lenguas todo el rato porque deben controlar con cuál de ellas están hablando para que no se les escapen palabras de la otra. Aquí está la clave: si sabes manejar dos pelotas, ya sabes hacer malabares. Si no sabes, si eres monolingüe y solo tienes una pelota, lo primero que tienes que hacer es aprender a hacer malabares», explica.

Desventajas

Pero los bilingües también tienen desventajas. Por ejemplo, dominan menos palabras de cada uno de los idiomas que manejan y también sufren más el fenómeno 'lo tengo en la punta de la lengua'. «Esto ocurre con las palabras que se usan menos y, lógicamente, un bilingüe usa menos palabras en un determinado idioma que un monolingüe».

La ciencia está estudiando si las personas que hablan dos idiomas sufren menos enfermedades cognitivas. «Sabemos que los bilingües con Alzhéimer acuden más tarde al médico que los monolingües y esto puede deberse a que hablar dos idiomas es gimnasia para el cerebro, igual que leer, hacer deporte o jugar al domino. Quienes realizan estas actividades tienen una mayor reserva cognitiva y según muchas investigaciones, el efecto del daño cerebral aparece en ellos más tarde, están más protegidos ante los daños biológicos», desvela Albert Costa.

Otra consecuencia curiosa del bilingüismo es que fomenta una toma de decisiones más pausada, menos impulsiva. «Cuando se plantea a alguien un problema en un idioma diferente al suyo, tiende a pensar más la respuesta y esta es menos intuitiva. Podría decirse que el cerebro de quien escucha un planteamiento en un idioma extranjero actúa en modo 'voy a pensarlo más'. Por eso», concluye el científico, «cuando uno discute con un amigo o con su pareja, una buena solución es cambiar de idioma y hacerlo en otro. De esta manera, la cosa no pasará a mayores».

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