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Sobresaliente. En la foto grande y en la de la izquierda, dos momentos de la actuación de Carlos Álvarez el día 7 en Turín. En el centro, con el birrete de doctor 'honoris causa', título con el que fue distinguido en mayo por la Universidad de Málaga. EDOARDO PIVA / SALVADOR SALAS
La voz de las mil caras

La voz de las mil caras

El barítono malagueño Carlos Álvarez finaliza la temporada en Turín y prepara sus treinta años en la cúspide de la ópera mundial. Le aguardan Sídney, Nueva York, Milán y Viena, entre otros grandes templos del bel canto

PEDRO LUIS GÓMEZ

Lunes, 16 de julio 2018, 10:52

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El reloj marcaba el momento en el que el día muere; o en el que nace, depende de cómo se mire. Eran muy cercanas las doce de la noche del esperado 7 del 7 en Turín y, en ese momento, los comensales que abarrotaban el conocido Ristorante All'Opera, 'specialità nella cucina piemontese e cucina creativa', miraron hacia la entrada y comenzaron a aplaudir; incluso, no pocos, se levantaron de sus mesas en señal de máxima admiración. Elegante, como siempre, con ese porte que le caracteriza, Carlos Álvarez, el barítono español más conocido en el mundo, pasó como si hiciera un paseíllo, en loor de multitudes, como escasos minutos antes había terminado su 'Don Giovanni' en el Teatro Regio de la ciudad de la Fiat y la Juventus. Curioso que este hombre ciertamente tímido y nada descarado acabe la temporada con el famoso personaje sevillano que adaptara musicalmente para la ópera el insigne Mozart.

Carlos Álvarez cerró su temporada en el Regio turinés para volver a su tierra, donde el pasado jueves tenía que ser intervenido de un hombro lesionado en una de sus actuaciones: «Hay óperas muy exigentes, en las que hay que actuar y cantar, donde lo físico y la voz juegan un papel importante, y ese esfuerzo se paga...», comenta. Hemos pasado del All'Opera a Jacinto, un restaurante de pescados en Málaga, donde se reencuentra con un grupo de amigos, entre los que está Raúl Sender, otro malagueño, a quien conoce prácticamente desde que comenzó a ir por esos mundos de Dios cantando en los paraísos de la ópera mundial. Curioso, mundos de Dios, mitos y demás para un ateo confeso, de izquierdas y comprometido con la vida y la gente, que en su discurso de investidura como doctor 'honoris causa' de la Universidad de Málaga dejó muy claro que su objetivo «está más cerca del compromiso que de la gloria». Desencantado de la política, en lo único que es practicante de verdad es en disfrutar con sus amigos y con su familia. Y con la ópera. Con su profesión.

Una agenda completa

«¿Podré vivir de esto?», preguntaba a los veteranos del Teatro Arriaga de Bilbao en 1989

Tres décadas se cumplirán la próxima temporada 2018-2019 desde que un buen día aquel estudiante de tercero de Medicina decidiera dejar la facultad malagueña y los libros para dedicarse a los escenarios. Cambió el vademécum por las partituras. Tenía 23 años, y aunque no sabe muy bien cómo se atrevió a dar el paso, lo hizo. Curioso en un hombre al que no le gusta destacar, aunque lo haga por su físico, ni hablar alto, ni siquiera aguantar las bullas. La vida es como es. Pasó del Coro de la Ópera de Málaga a los grandes templos del bel canto. Fue Emilio Sagi, entonces director de La Zarzuela, quien decidió proyectarlo asombrado por aquella imponente voz a la que, además, acompañaba su porte, su estatura y su elegancia. Todo unido en un cantante de ópera que bien podría ser galán de cine o pasar modelos de alta costura. «Pero. ¿podré vivir de esto?», recuerda que les comentaba a los veteranos del bilbaíno Teatro Arriaga en su debut fuera de Málaga, aquel lejano 1989, quien hoy es conocido como el 'boss' por su fuerza en el escenario.

No solo vive, sino que se lo rifan, porque su 'libreta de canto' está «relativamente» llena hasta 2021-22, porque en 2019 debutará en el único templo que le quedaba por pisar, la Ópera de Sídney, y porque en 2020 volverá al Metropolitan de Nueva York, algo que será muy especial para él. Allí, en plenos ensayos de 'Attila' con Ricardo Muti, recayó de una gravísima dolencia en las cuerdas vocales y tuvo que volver deprisa y corriendo para Málaga. Era febrero de 2010, con mucho frío, en vísperas del gran momento del estreno, la garganta de Carlos Álvarez, que ya había sido intervenida por los cirujanos en 2008 tras darse cuenta en el Teatro Real madrileño de «que algo no estaba bien», volvió a resentirse. Vuelta a Málaga, al Hospital Carlos Haya, y segunda entrada de las tres que tuvo que hacer en el quirófano. Quince meses de silencio y ausencia, de temor y de incertidumbre, porque no solo corría el riesgo de no volver a cantar. También estaba en juego su propia vida porque aquello podría haber sido un cáncer con muy mala pinta: «Me quedé justo en el límite; no era un cáncer , pero sí una displasia severa. Se lo debo todo a la ópera, porque una persona normal, que no usa su voz para trabajar, quizás no se da cuenta y muchos de esos casos terminan en cáncer».

Hace ocho años superó una severa displasia en las cuerdas vocales que amenazó su vida

No desesperó. Su voluntad y su disciplina son férreas, como buen malagueño «de la otra parte del río» (Guadalmedina), y eso le ayudó mucho, lo mismo que su familia, sus padres, su mujer y sus hijos. «Aprendí algo muy importante, no preocuparme por las cosas que no puedo controlar», afirma.

Su voz asombró desde pequeño. Ayudó, sin duda, que su formación infantil fuera en el colegio más musical de Andalucía, sin duda alguna, como es el Miraflores-Gibraljaire malagueño. Allí la música no es una 'maría', sino una forma de entender la enseñanza. Después, a los coros de las iglesias, a la Coral Santa María de la Victoria, al Coro de la Ópera de Málaga y. al mundo.

En el restaurante All'Opera, tras haber saludado a unos y a otros y agradecer los aplausos y los vítores (tal cual), Carlos se sienta en una mesa con su esposa, Valle, y tres amigos malagueños desplazados especialmente a Turín para ver la majestuosa ópera de Mozart. Más de tres horas con Don Giovanni Álvarez, «el mejor Don Giovanni del mundo» como dicen los críticos italianos, tan exigentes como devotos del malagueño, en su sexta actuación seguida en el Teatro Regio, con el 'no hay localidades' puesto en italiano. Ríe, y se divierte. Bajito, eso sí, porque no suele hablar alto. Con su 'chorro' de voz no podría ser de otra forma. Habla con Félix, Miguel y Manolo, que han ido ex profeso, y llaman a Málaga, al cuarto que iba a viajar pero que se topó de bruces con los aviones llenos por periodistas españoles que esperaban que el 7 del 7 a las 7 de la tarde se presentara un tal Cristiano Ronaldo en Turín. No fue así, pero a las ocho se alzaba el telón y aparecía entre ovaciones 'la voz de oro' de la Ópera mundial, el barítono Carlos Álvarez.

Pisa el escenario con fuerza. Su porte, su estatura, le hacen ocuparlo y dejar claro que no solo es el protagonista, el don Giovanni, sino también el 'boss', el jefe. La función era a las 20 horas, pero desde mediodía se estaba preparando. Sobre las 23.30 horas abandona el teatro...

Un auditorio para Málaga

Retorno a Málaga. Su tierra. En sus 30 años de fiestas y celebraciones no faltará el Teatro Cervantes, 'su' teatro,' para interpretar 'Otello' junto al canario Jorge de León. «Vamos a conmemorar los treinta años de la Temporada Lírica de Málaga, los mismos que tiene mi carrera, por eso va a ser una fecha muy bonita». Barcelona, Viena, Milán, Londres, el Teatro de la Zarzuela de Madrid («interpretaré la zarzuela 'Katiuska', de Pablo Sorozábal; sería una pena que no se mantuviera el único sitio que lleva el nombre de nuestro género lírico, y donde se puede conservar, por desgracia, casi como pieza de museo»), Londres, Sídney, Nueva York,.

Se despide de sus amigos en Jacinto, el restaurante malagueño de la calle Herrera Oria. «Firmar la petición». Porque su lucha fuera de los escenarios, ahora, cual Quijote y Sancho a la vez, está en conseguir un auditorio para Málaga. «Málaga y Andalucía lo necesitan, hay que fomentar la música, la ópera, la zarzuela. Hay que luchar para tener lo que otros muchos tienen», porque «nuestro trabajo tiene como misión mejorar a la sociedad que nos permite estar donde estamos y devolver esa ayuda, y yo estaré ahí siempre».

Carlos Álvarez, ya en Málaga, se preparaba para entrar otra vez en un quirófano, solo que esta vez iba muy tranquilo porque se trataba de una leve pero muy molesta lesión en el ligamento de su hombro derecho... «El 10 de septiembre estaré otra vez en faena», comenta quien no presume de ser 'kammersänger' de la Ópera de Viena, la más alta distinción del templo austríaco, desde 2007.

Treinta años cantándole al mundo. Su pasión. El hombre que en los escenarios pasa de ser Carlos a llamarse Giovanni, Rigoletto, Otelo o Scarpia. La voz de los mil rostros. El 'boss'.

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