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¿Qué ha pasado hoy, 28 de marzo, en Extremadura?

Un viaje por la provincia de Trujillo

Caminar por los 14 pueblos de una comarca que lo mismo deleita con la belleza de un inmenso robledal que emociona con la sencillez de un escenario de novela

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Domingo, 27 de agosto 2017

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Siempre que vengo a Trujillo, me sucede lo mismo. Aparco en la parte llana, asciendo, deleitándome en los escaparates de dulces, quesos y embutidos, llego a la plaza y no sé si me quedo sin fuerzas o si me tientan tanto las terrazas que acabó tomado asiento y disfrutando de uno de los lugares más bellos de Extremadura. Esta vez he repetido la maniobra y ahora estoy sentado en unas butacas oscuras que imitan el mimbre antiguo. Me ofrecen 70 tipos de ginebra y 11 vodkas distintos. El lugar se llama Gloss Lounge Gin Club. Pero no me va el gin, me va el té y en ello estoy: un sorbo, una mirada…

Plaza Mayor de Trujillo: viajeros, monumentos, pizarras anunciando lotes de quesos, embutidos, perrunillas y pimentón: el Pack del Abuelo, el Pack de los Conquistadores, el Pack del Tío Pichín… Pasan turistas con teleobjetivos apabullantes, crotoran cigüeñas, dan voces los castizos, se deslizan en modernos patines segway unos jóvenes felices y un cartel certifica lo que todos sabemos: 'Trujillo, uno de los pueblos más bonitos de España'.

Trujillo es ciudad desde 1430, o sea, desde casi siempre. Fue capital de lo que podría considerarse una provincia hasta 1822. Su jurisdicción limitaba con las tierras de Toledo y Talavera y con las de Cáceres, Plasencia y Medellín. Pero el siglo XIX fue nefasto para la ciudad. Mientras Cáceres pactaba con los franceses y evitaba su destrucción, el valeroso alcalde de Trujillo, Antonio Martín Rivas, respondió enseguida al llamamiento del alcalde de Móstoles, alistó voluntarios, los avitualló y preparó una tropa importante. El resultado fue que los franceses invadieron Trujillo, la destruyeron y diezmaron su población.

El declive trujillano provocó que su “territorio provincial” se diluyera en las nuevas provincias de Cáceres y Badajoz y comenzó una lucha por recobrar la importancia perdida que se centró en la consecución del ferrocarril. Fueron intentos vanos. Pero el esplendor de aquella ciudad capital de provincia ha quedado intacto y no hay visión más impresionante en esta región que Trujillo irguiéndose majestuosa y señorial para asombro de quienes acceden a la ciudad.

Trujillo, la primera capital de España

Es ese florilegio abrumador de torres, iglesias y palacios lo que nos disponemos a disfrutar tras el placer inenarrable de un atardecer tranquilo en su plaza principal. No vamos a describir la monumentalidad trujillana, mil veces contada y explicada, solo recordaremos que en la antología nacional de bienes culturales destacan seis monumentos trujillanos: castillo, iglesia de Santa María la Mayor, palacios de la Cadena, la Conquista, Juan Pizarro y San Carlos. Aunque a veces, más que estas joyas con tarjeta dorada, entusiasman los rincones, las esquinas, las visiones, los detalles sencillos… Trujillo, quizás la primera capital de España.

El año de 1479 es capital para los Reyes Católicos. Pasan casi todo el año en Trujillo, donde moraban en el palacio de Luis de Chaves. A finales de enero, reciben la noticia del fallecimiento en Barcelona de Juan II de Aragón, padre de Fernando. Se celebran los funerales regios en Santa María la Mayor, se convoca la corte, la nobleza y el clero e Isabel y Fernando firman, el 29 de diciembre de 1479, el primer documento como reyes de España. Por esta razón se considera que Trujillo fue la primera capital del reino unificado.

En Trujillo, además, saben hacer las cosas: allí han lanzado el queso más caro de la región, «La Retorta Pascualete», y el vino más caro: «Habla». Pero no podemos olvidar otra estrella vitivinícola: el vino Torre Julia, emblema desde siempre del vino extremeño de categoría. En Trujillo, en fin, funcionó el primer autobús de línea de España: unió Cáceres y Trujillo el 15 de diciembre de 1907.

Viaje por la antigua provincia de Trujillo

La 'provincia' de Trujillo abarcaba 22 aldeas. La actual comarca de Trujillo se extiende por 14 municipios. La capital tiene 9.436 habitantes, según el censo de 2016, y en la comarca viven 18.159 personas. Hubiera sido bonito recorrerlos en aquel primer autobús SAG (Suddentsche Automobilefabrick de Gaggenanin) de la empresa Artaloytia Sánchez Cortés. Como no puede ser, arrancamos nuestro Corsa y nos acercamos al pueblo más al norte de la comarca, Aldea del Obispo, en la carretera que va a Monfragüe: 309 habitantes, donada al obispo de Plasencia por Fernando III el Santo. Se conserva en el pueblo una casona, que se considera la del obispo, y una iglesia barroca con retablo y valiosa talla gótica de la Virgen.

De Aldea nos vamos, por una carretera muy secundaria y poco transitada, hasta Torrecilla de la Tiesa (1.122 habitantes): buenos quesos, castro celta de La Coraja, dehesas de nombres tan originales como Cachiporro o Boticojo y una patrona, la Virgen de los Remedios, que, ¡atención!, tiene pelo natural y tres manos, por lo que dicen que es más generosa otorgando favores. El tercer brazo lo prestan a los pueblos vecinos en caso de pestes o epidemias.

En esta zona más occidental de la comarca, se encuentra Jaraicejo (502 habitantes), que desde que se abrió la autovía se ha convertido en un pueblo sorpresa: su plaza es magnífica con la iglesia y el palacio episcopal componiendo un conjunto que ningún extremeño debería desconocer. Una curiosidad: en la iglesia hay una puerta tapiada, en señal de respeto, desde 1504, cuando el féretro de Isabel la Católica fue acogido una noche en la iglesia y salió de ella por esa puerta camino de Granada.

Volvemos a Trujillo por la autovía y allí enfilamos la carretera de Guadalupe para detenernos en el Pago de San Clemente, “locus amoenus” de escritores excelentes como Andrés Trapiello. Después, Herguijuela (322 habitantes): iglesia de San Bartolomé del siglo XVI, casas apiñadas, calles estrechas, limpieza, un reloj parroquial, que avisa campanudamente de que son las cuatro de la tarde, hora de la siesta, y avisa por dos veces, no vaya a ser que algún vecino se despiste con el sopor de la sobremesa.

Carretera adelante… Conquista de la Sierra, pueblecito de 187 habitantes. Se llamaba La Zarza cuando fue entregada a la familia Pizarro, originaria de Asturias y reconquistadores de las tierras trujillanas. En lo que hoy es la Calle Real, se establecerán posadas para albergar a los peregrinos a Guadalupe, una de ellas es hoy una casa rural. Se vende una casa fuerte, se puede comer en El Parador y la plaza del Llano tiene la gracia de la sencillez: iglesia, palmeras, biblioteca y colegio rural.

En Conquista, hemos cogido el cruce a Garciaz y circulamos ahora por una carretera bien asfaltada, pero sinuosa, típica de montaña. Es muy bella esta serranía, paradigma del bosque mediterráneo. En Garciaz (773 habitantes), pueblo en cuesta, hay que subir a la plaza para disfrutar del sugerente conjunto de rollo, ayuntamiento e iglesia de Santiago Apóstol, situada en lo más alto, edificada en el XVI y con piezas valiosas como diversas imágenes y un altar de azulejería talaverana.

Seguimos viaje a través de la sierra, cruzando un tupido, interminable e inesperado bosque de robles hasta llegar a un mirador desde el que se abarca media provincia. Bajo el mirador, Madroñera (2.680 habitantes), segundo pueblo en importancia de la comarca, grande y vivo con su silo, su polígono industrial, su iglesia barroca del XVIII, sus modernos centros educativos, sus urbanizaciones y un caserío abigarrado, grandote, tan blanco, tan teja.

Hay que volver a Herguijuela para coger aquí la carretera de Santa Cruz de la Sierra. Está en obras, pero es transitable. Santa Cruz, 326 habitantes, es un bonito pueblo que presume de iglesia, levantada sobre una mezquita, que se levantó sobre una basílica visigoda, que se levantó sobre un templo romano y que tiene bello púlpito del XVI e imágenes barrocas destacables. Otra joya, esta derruida y con aire inquietante de leyenda romántica, es el convento agustino de San Joaquín.

La carretera que lleva a la autovía es la misma que continúa hacia Ibahernando, donde iniciamos el recorrido por el sector occidental de la comarca trujillana. Ibahernando (584 habitantes) es un pueblo de moda por ser el espacio novelesco donde se desarrolla gran parte de 'El monarca de las sombras', el último relato de Javier Cercas, escritor descendiente del pueblo que da nombre a la casa de cultura.

La novela revela la intensidad de la vida política y social en este pueblo, cuna de familias de intelectuales, periodistas, escritores y políticos de categoría. En el año 1952, en lo que se denominó en Ibahernando 'semana trágica' fueron destituidos de una tacada el párroco, el alcalde, el comandante de puesto de la Guardia Civil y el pastor protestante pues el pueblo fue referencia regional del protestantismo durante gran parte del siglo XX. En la plaza, centro social del pueblo, la sucursal bancaria, el supermercado y el bar. En un alto, la iglesia del XVI con algunos tesoros valiosos. Y más tesoros: restos de la basílica visigoda de Santa María y la torre del reloj, que fue ayuntamiento y es hoy biblioteca.

El viaje por la antigua provincia de Trujillo nos lleva a La Cumbre (902 habitantes): rollo, iglesia de la Asunción, palacio de Pedro Barrantes, bares en la carretera y en la plaza, buen pueblo, buenas casas y buenos consejos para vivir muchos años. Severiano, el enterrador de La Cumbre, recomendaba huir de las corrientes de aire y no ponerse al sol contra la pared para ser longevo.

La carretera de La Cumbre a Santa Marta de Magasca (300 habitantes justos) está en obras. Seguimos la que parte desde la autovía. Son muchas curvas, bajando al río y subiendo al pueblo. Llegamos, estacionamos, nos sentamos en la plaza principal, peatonal y agradable, en la terraza del bar Kowax, y procuramos huir de las corrientes de aire y que no nos dé el sol contra la pared. Conviene vivir muchos años para volver muchas veces a Trujillo y seguir disfrutando del encanto de esta antigua provincia extremeña.

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