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Españolizados por el 'brexit'

Españolizados por el 'brexit'

Los británicos tomaron este sábado las calles de Londres y Madrid para reclamar su europeidad.Los que piden un pasaporte de aquí se multiplican por siete. «Ya no siento orgullo inglés»

PPLL

Domingo, 26 de marzo 2017, 19:23

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Hay al menos 4,5 millones de europeos que no tienen mucho que celebrar en la cumbre que reúne este fin de semana en Roma a una Europa mortecina que hoy cumple 60 años de los Tratados con los que se borraban sus fronteras interiores. Son esos 3,2 millones de continentales que viven en Gran Bretaña y los 1,2 millones de ingleses repartidos por el resto de Europa. Personas que están mucho más pendientes de los muros que se levantarán de nuevo a partir del próximo miércoles, cuando el Gobierno británico y esa misma Europa comiencen a negociar las condiciones del 'brexit', la voladura controlada de los puentes que habían acabado con la insularidad del Reino Unido.

Hace justo nueve meses, el 23 de junio de 2016, una embarazosa votación marcada por la agitación de los miedos interiores de los británicos parió un futuro de recelo y desconfianza. Sus gritos se están escuchando antes del largo 'parto' que será ese 'brexit'. Hoy mismo, los colectivos de británicos expatriados, que se han aglutinado por miles por toda Europa, tomarán las calles del Londres blindado, de la propia Roma o de Madrid para reclamar su derecho a la promesa rota de una ciudadanía europea.

Y es en España donde más alto y claro exponen ese lamento. Porque en la península se concentra el 30% de la diáspora de los súbditos de la reina Isabel II. Casi 310.000 historias pendientes de lo que decidan sus políticos a partir del 29 de marzo. «Siento que mi trayectoria vital, mi lucha... todo se ha perdido de golpe», teme Adele Theresa Price. Aún no había nacido cuando se firmó el Tratado de Roma, un día como hoy de 1957. Camino de los 56 años, Adele convirtió su vida en un puente aéreo hispano-británico en el que el papeleo era la última de sus preocupaciones. Media vida a cada lado del Canal de la Mancha, décadas ayudando a los españoles a mejorar su inglés y su futuro laboral. Y, como premio, una cercana jubilación sin saber quién y cómo compensarán su esfuerzo. «Hay historias más duras que la mía. A muchos se nos está derrumbando nuestro mundo y, sobre todo, nuestro futuro», lamenta Adele.

«Mi madre tiene Parkinson y vive conmigo en España como no residente. Ahora, ¿tendrá que volver al Reino Unido y vivir en un hogar de ancianos?». «Mi marido y yo regentamos un negocio 45 años a tiempo completo en Liverpool. Pagamos impuestos y dábamos empleo. ¿Por qué debemos ser penalizados ahora?».

Es una letanía. Las quejas de los 108.000 pensionistas son las más evidentes. Buscaron aquí un clima más amable para sus huesos y un mercado inmobiliario infinitamente más asequible. Se han acostumbrado al recorte de una libra esterlina con el pulso cada vez más bajo. Ahora temen un amenazante estatus de nuevo extranjero al que no le quede más remedio que regresar al nublado inglés. Un más que posible adiós a la pensión garantizada y a la reciprocidad de la atención sanitaria, que «en España es mucho más generosa que la que recibíamos allá», reconocen Maggy y Eduard, desde la Costa del Sol. Todo pinta mal para sus bolsillos y su artritis.

De estas y otras muchas quejas sabe más que nadie Sue Wilson. Jubilada de 63 años, durante los últimos diez ha vivido relajada y ajena a los vaivenes de la política de aquí y de allá junto a su marido Steve en Alcossebre (Castellón). Tras el 'no' a Europa, Sue enarboló la bandera europea y encabeza Bremain in Spain. Podría traducirse por Quedarse en España. Son ya 4.500 británicos. Grupos similares trabajan en cada Estado de la Unión. Han creado un tupido y eficaz lobby de presión que recoge historias y traslada reclamaciones allá donde puedan ser atendidas. Hoy saldrán a las calles de las capitales europeas para que se escuche su voz. Sue Wilson lo hará en el propio Londres.

Malo para todos

Allí logró llevar su queja al Parlamento de Westminster hace unas semanas. Les dijo a sus señorías que «muchas personas se han trasladado a España para obtener beneficios para la salud, ya que el clima ayuda. El regreso de estas personas sería la tensión del Reino Unido en salud y asistencia social, y posiblemente el impacto de su esperanza de vida». Los derechos laborales, educativos, sanitarios y las pensiones solo se garantizan con los acuerdos recíprocos, como los que ahora obligan a los 27 socios.

La única esperanza que les queda es una suerte de 'pasaporte comunitario'. Pero si los negociadores británicos del 'brexit' mantienen el duro 'portazo' a Europa que ahora se intuye, a sus nacionales solo les quedará una salida: cambiar de pasaporte. Al contrario de lo que sucede con Latinoamérica, Portugal, Guinea Ecuatorial o Filipinas, también para los herederos de sefardíes expulsados, España no tiene reconocida la doble nacionalidad con las islas del Canal.

Pueden pedir un pasaporte español, pero renunciando al suyo. Y la realidad está acabando con el tópico de los irreductibles ingleses. En la colonia española se repite cada día más la queja dolorida de personas como James Maconachie, cuyos tres hijos han mamado y madurado con acento castellano del Bajo Aragón, donde vive la familia. «No reconozco a mi país. Ya no me siento inglés».

Y para demostrarlo, ya ha iniciado los trámites para tener documentación española, renunciando a la suya. Ha superado los test de idoneidad y de lengua. Ahora espera el certificado de penales de su país para seguir avanzando en el largo camino burocrático que le conducirá a mantener la ciudadanía europea como español. Entre enero y junio de 2016, cuando el amago de referéndum para el 'brexit' era solo una amenaza del primer ministro David Cameron para expiar los fracasos del Partido Conservador, apenas 70 británicos acudieron a las ventanillas para 'españolizarse'. En los nueve meses transcurridos, la cifra está a punto de llegar a los 500. Y desde la colonia británica apuntan a una avalancha en cuanto las condiciones de salida pongan en jaque todas sus ventajas. En otros países, sobre todo Irlanda, pero también en Suecia o Dinamarca, los británicos, habitualmente reacios a integrarse en otras sociedades, también están haciendo cursos acelerados de cultura e idiomas locales para decir adiós a su Graciosa Majestad.

Un documento interno de la Comisión de Asuntos Jurídicos de la Eurocámara desvelado por la prensa inglesa reveló que el futuro de los británicos dependerá de lo que decida cada Estado miembro. Y que las dificultades que Londres ponga a esos 3,2 millones de europeos que viven en el archipiélago para conseguir residencia permanente (135.000 españoles) «pueden influir en la forma en que cada país aborde la cuestión». Casi tres británicos aquí por cada español allí. La comunidad inglesa confía en que «España no querrá poner paredes a esos 310.000 británicos, pero es difícil que pueda hacer nada», lamenta John Muffett, también portavoz de Bremain in Spain.

Muchos británicos se sienten extraños cuando visitan su país. Sue Wilson se sorprende del cambio de su sociedad, que «se ha vuelto intolerante y volcada hacia el interior». En las tardes soleadas de España, el futuro se ve con menos neblina que en Picadilly Circus.

La líder por los derechos británicos en España, Sue Wilson, encabeza también la Campaña Libertad de Elección, por la que se reclama a la UE que emita pasaportes de ciudadanía europea a todos los que están en riesgo de perder derechos y libertades. Necesitan recoger un millón de firmas en al menos siete países para llevarla al Parlamento de Estrasburgo. En España precisan 65.000 rúbricas. El enlace está en www.bremaininspain.com

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