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Daniel Méndez
Viernes, 24 de marzo 2017, 14:16
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La parrilla está ya caliente, comienza a humear. Al poner la hamburguesa sobre el metal, la carne empieza a crepitar. Es la grasa, que se derrite. Al mismo tiempo, un inconfundible aroma invade la cocina. Huele a carne churruscada, a sangre Pero esta hamburguesa vegetal no lleva ni una cosa ni otra. Tan solo aceite de coco, almidón de patata, celulosa de bambú
Y, sin embargo, tiene el mismo aspecto e igual textura que una hamburguesa de vacuno. Y más aún: sabe y huele como la auténtica. Es la generación 2.0 de los sustitutos de la carne que llevan tiempo en tiendas y restaurantes vegetarianos. Pero, a diferencia de lo que ocurre con el tofu (preparado con soja) o el seitán (a base de gluten de trigo), la imitación es perfecta. O casi.
¿Cómo lo logran? Detrás de estos productos hay muchos años de laboratorio. Algo que intuyen quienes han bautizado a estos sucedáneos como Frankenfood, o comida Frankenstein.
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