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Los extrabajadores de las cafeterías Nebraska revelaron la fórmula de la salsa de sus perritos calientes para protestar por el cierre. Abajo, la oficina de correos de Oklahoma donde un cartero que temía por su puesto asesinó a 14 personas. :: R. C.
Venganza con salsa

Venganza con salsa

Revelar una receta secreta es lo más suave en 'vendettas' laborales. Otros se lían a tiros

INÉS GALLASTEGUI

Viernes, 20 de enero 2017, 10:35

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La venganza es un plato que se sirve frío... y está más sabroso aderezado con la legendaria salsa de los perritos de las cafeterías Nebraska. Así lo creen los 92 trabajadores despedidos de la famosa cadena madrileña, que el martes hicieron pública la fórmula secreta de su mostaza, tras la venta de cuatro de los cinco céntricos locales de la empresa fundada en 1955 a una sociedad de gestión de activos por 14 millones de euros. En realidad, más que una 'vendetta' es un desquite, porque la nueva propietaria tiene previsto remozar y poner en alquiler las fincas; no es probable que la rica mostaza vuelva a deleitar el paladar de nadie. Y es un ajuste de cuentas hecho con humor, en medio de la adversidad que afronta la plantilla.

No se puede decir lo mismo de todos los empleados cabreados con sus compañías: entre atascar el váter de la oficina o robar un disco duro y liarse a tiros con un exjefe hay todo un abanico de posibilidades. «La venganza es una mezcla de una ira muy intensa con sentimientos de injusticia y orgullo dañado», afirma la psicóloga Elisa Sánchez.

En los años cincuenta, los hermanos Blanco revolucionaron el paisaje castizo de la Gran Vía con su estética yanqui, sillones de escai, tortitas y hot-dogs. Disfrutaron de su época dorada, pero hace un mes la firma anunció que la aventura de Nebraska había tocado a su fin. Al conocerse la clausura, aparecieron en Twitter peticiones de clientes que querían la fórmula de la mostaza. Y los despedidos, que se habían enterado la víspera, accedieron a cambio de 300 retuits. «Lo prometido es deuda. Aquí está la receta: 10 kilos de mostaza alemana Kühne (tiene que ser esa, si no, no sale igual) por 25 kilos de mahonesa casera», revelaron.

Ajustar cuentas con la empresa no es infrecuente. Ahí está el Dioni: trabajaba como guardaespaldas en la empresa de seguridad Candi cuando el jefe de personal lo degradó a conductor sin explicaciones. Robó un furgón con 298 millones de pesetas, se puso un peluquín y se dio la gran vida en Brasil. Lo pillaron y pasó 6 años a la sombra, pero la mitad del botín nunca apareció. Candi fue a la bancarrota y el Dioni entró en la leyenda.

El cartero homicida

En Estados Unidos, con una tasa de homicidios diez veces mayor que la de España, son numerosos los delitos de sangre cometidos en el ámbito de la empresa. Víctimas de mobbing, personas estresadas incapaces de afrontar el día a día en la oficina o simples psicópatas copan de vez en cuando los titulares. Los investigadores Thomas Tripp y Robert Bies recogen en su ensayo 'Desquitarse: la verdad sobre venganza laboral y cómo pararla' más de 800 historias de represalias en el ámbito del trabajo. Algunas no pasan de gamberradas: antes de abandonar la Casa Blanca en 2001 el personal de Bill Clinton, enrabietado por la victoria republicana, quitó la letra 'W' del teclado de los ordenadores, para que el nuevo inquilino, George Bush, no pudiera escribir la inicial de su segundo nombre.

Tripp y Bies aseguran que solo un 8% de los crímenes ocurridos en el ámbito profesional son cometidos por empleados o exempleados, pero en inglés ponerse violento en el lugar de trabajo tiene su propia locución verbal: 'go postal'. La expresión alude a la veintena de sucesos sangrientos protagonizados por empleados de US Postal desde que en 1986 el cartero Patrick Sherrill, amenazado de despido, matase a tiros a 14 personas en una oficina de correos en Edmond (Oklahoma).

Elisa Sánchez, que coordina el grupo de salud laboral del Colegio de Psicólogos de Madrid, recuerda un caso más extremo: el del piloto Andreas Lubitz, que hace un año estrelló su avión con 150 personas a bordo porque, al parecer, la compañía German Wings iba a retirarle la licencia por sus problemas de salud. «Suelen ser personas que no saben gestionar las emociones negativas intensas, con un concepto distorsionado del honor -describe Sánchez, que también es mediadora en conflictos-. A corto plazo alivian su ira, pero después sienten remordimientos y el problema no se ha resuelto».

El cine también se ha ocupado del asunto. 'El dilema' (1999) cuenta la historia real de Jeffrey Wigand (Russell Crowe), un directivo despedido de una empresa tabaquera que revela a la prensa las ilegalidades cometidas por la firma para hacer más adictivos los cigarrillos. La broma le costó a Brown & Williamson 368.000 millones de dólares. En un tono mucho más jocoso, 'Trabajo basura' (1999) relata las vicisitudes de un grupo de informáticos a punto de ser puestos en la calle que deciden estafar a su compañía. El edificio acaba en llamas. En 'Cómo acabar con tu jefe' (2011) tres amigos deciden hacer realidad sus fantasías de librarse para siempre de sus horribles superiores. A su lado, la pequeña revancha de Los 92 del Nebraska deja un buen sabor de boca.

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