Reflexiones sobre el desarrollo en el mundo
JULIÁN MORA ALISEDA DR. EN GEOGRAFÍA Y DR. EN SOCIOLOGÍA. PROFESOR DE ORDENACIÓN TERRITORIAL
Viernes, 9 de diciembre 2016, 00:29
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JULIÁN MORA ALISEDA DR. EN GEOGRAFÍA Y DR. EN SOCIOLOGÍA. PROFESOR DE ORDENACIÓN TERRITORIAL
Viernes, 9 de diciembre 2016, 00:29
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EL actual modelo productivo, intensivo en capital, recursos humanos y tecnología ha permitido que el desarrollo sea expansivo desde la revolución industrial hasta nuestros días y se extienda cada vez a más países. Si en 1798, cuando la población del planeta era de casi 1.000 millones de habitantes, Malthus escribió el libro 'Ensayo sobre la población' donde afirmaba que como la población crecía en progresión geométrica (multiplicación) y los recursos alimentarios en progresión aritmética (suma), ese escenario conduciría inevitablemente a un aumento de la pobreza por la insostenibilidad del planeta (y algunos creen que este concepto se ha descubierto en la Cumbre de Río, de 1992) todo lo cual acarrearía la llamada «catástrofe malthusiana» (guerras y falta de recursos aniquilarían la especie humana sobre el año 1880).
En 1968 el Informe del Club de Roma afirmaba que la población, de 3000 millones en ese momento (con 1650 millones de famélicos, aproximadamente el 56% del total), no podría seguir creciendo mucho más, pues el planeta no podría soportar más de 5.000 millones de habitantes sin entrar en 'shock', dado que se agotarían los alimentos y las fuentes de energías fósiles (petróleo y gas), bases de la economía occidental, para el año 2000, y el fin del planeta en el año 2070.
Esos discursos catastrofistas se trasladaron al ámbito político, con la aparición de los partidos «verdes», la creación de instituciones ambientales (PNUMA, 1972) y la aparición de millares de oenegés que secundaban y propagan ese mensaje de que el actual desarrollo es nocivo y pernicioso, y que por eso la Tierra con presencia humana está llegando a su fin. Con el paso del tiempo, todas esas predicciones alarmistas se han evidenciado como una falsedad mayúscula, pues por mor de los avances científicos hay más recursos disponibles que nunca, otra cuestión sería cómo se distribuyen, pero no es el objeto de esta reflexión.
Los informes y concienzudos estudios han fallado todos, tanto es así que en el año 2000 la Tierra llegó a los 6.000 millones y en 2014, alcanzó los 7.324 millones de habitantes, con la peculiaridad de que la pobreza se ha reducido drásticamente, hasta los 850 millones (12% de la población total actual), habiéndose alcanzado los Objetivos del Milenio años antes de lo previsto, según datos de la ONU. Por consiguiente, hay que poner en tela de juicio todos esos mensajes apocalípticos y, muchas veces, tendenciosos, que causan tanto pavor en la sociedad, pues la realidad acaba imponiéndose a dichas previsiones espurias, a pesar de su insistencia y reiteración.
Esto implica romper con la teoría aceptada de que para que unos sean más ricos otros tienen que ser más pobres, pues cada vez hay menos pobres en el mundo, como se colige de la evolución de las cifras macroeconómicas de todos los países o de indicadores sociales como el Índice de Desarrollo Humano (IDH), donde se manifiesta la reducción de la mortalidad infantil, el acceso a la educación, calidad y esperanza de vida, etcétera.
¿Y cómo ha sido posible todo eso? Pues sencillamente, porque desde la revolución industrial del siglo XVIII y siguientes, hasta la tecnológica actual, se producen más alimentos con menos superficie agrícola y más bienes de consumo, gracias a los descubrimientos en todos los ámbitos que revierten en una mejor calidad de vida y en una mayor longevidad y nuevos productos. Tales descubrimientos (aeroespaciales, medicina, cartografía, tecnologías de la información y comunicación, etc.) no serían posible sin la inversión pública y privada en la Investigación, el Desarrollo, la Innovación y la Tecnología (I+D+i+t), que se convierten en un círculo vicioso con retroalimentación permanentemente y con resultados espectaculares para el avance de la sociedad y sus cambios en los estilos de vida.
Asimismo, con la reducción de las tasas de natalidad y el envejecimiento progresivo a medida que los países aumentan sus niveles de riqueza, el crecimiento de la población se está atenuando de forma notoria y, con toda probabilidad, alcanzará su máximo demográfico, de unos 8.500 millones, sobre el año 2045, para comenzar a descender, tal y como ocurre actualmente en los países más desarrollados.
Ello no implica que problemas como la deforestación de espacios prístinos, la minería ilegal, vertidos industriales y urbanos, que contaminan las aguas y la atmósfera no deban ser abordados, especialmente en los países en vías de desarrollo, con ayuda y cooperación de los más avanzados, pues estamos todos viajando en la misma nave (planeta).
Los avances tecnológicos son imparables y la globalización también, lo que se plasma en un nuevo modelo de sociedad que no tiene nada que ver con el pasado al que a veces instintivamente nos aferramos, pero cuyos análisis interpretativos no se pueden hacer con las mismas herramientas ni teorías tradicionales, dado el predominio del principio de incertidumbre en todas las proyecciones.
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