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Comer de cine

Comer de cine

116 actores y actrices levantan el telón de los restaurantes, tascas y áreas de servicio que frecuentan cuando salen de gira por el país. En Extremadura destaca el «impresionante» bacalao a la portuguesa del 'Tábula Calde' emeritense

Íciar Ochoa de olano

Domingo, 18 de septiembre 2016, 13:28

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A cualquier pueblo de España llegan, repletos de bultos, sucios, hambrientos y cansados de haber hecho parte del camino a pie, los cómicos de una pequeña compañía. Con sus grandezas y con sus miserias, sus pequeñas rencillas, sus malas y buenas pulgas, sus amores y sus odios. Llegan con los baúles llenos de personajes, de hambre, cargados de ilusión, de polvo y de hambre, de mucha hambre, el hambre que arrastran los cómicos por los caminos de España desde tiempos inmemoriales». Entre este panorama canino que recreaba la dramaturga Laila Ripoll para presentar su adaptación de La dama boba, de Lope de Vega, y la recién publicada Guía Gastro-Cómica (Rocaeditorial) ha tenido que pasar una vida entera. O lo que viene a ser más o menos su equivalente, setenta años. Superada la posguerra, reflotada la cultura del teatro y dignificado el oficio, la trashumancia inherente a la profesión de intérprete ha convertido a los hombres y mujeres de la farándula en detectores semiautomáticos de templos del buen yantar. A menudo, fuera de los cacareados circuitos oficiales; casi siempre, a precios asequibles. La periodista María Díaz, responsable de prensa de numerosos artistas y compañías teatrales nacionales a lo largo de décadas, se propuso recabar todo ese valioso tráfico de información culinaria que circula entre candilejas, darle forma y servirlo en bandeja. Y voilà.

Un momento. ¿Pero no eran los políticos, aparte de los propios chefs, los que más saben de dónde se come rico en España?

Yo creo que los políticos no tienen ni idea de comer. Les estoy viendo masticar y creo que están todos tragando.

Hace unos meses, propulsada por idéntica agudeza, se puso a llamar que si a Héctor Alterio, Llum Barrera, Gonzalo de Castro, Las Chirigóticas, Marta Etura o a don Emilio Gutiérrez Caba para interrogarles por sus preciados descubrimientos gastronómicos en sus continuas idas y venidas por la geografía doméstica. Les propuso que los recomendaran con comentarios de andar por casa, en estilo de tú a tú, como si estuvieran charlando con un colega. Nada de simulaciones ni imposturas. El resultado es un entretenido y utilísimo libro, en formato similar al que emplean las estiradas guías de Repsol o Michelin, en el que 116 cómicos cuentan lo más suculento de la función de nada menos que novecientos establecimientos de todo pelaje y condición. Desde tascas infames a inofensivas cafeterías, pasando por restaurantes bien o gasolineras.

«Como fuera de casa, en ningún sitio». Díaz abre boca con una coletilla que atribuye al desaparecido actor Antonio Gamero, abuelo de Manolito Gafotas en la película, y que recoge con retranca el espíritu de esa vida nómada. «Todos comemos. La diferencia con respecto al cómico es que éste no tiene el hábito de abrir el frigorífico, hacer la compra para varios días y comer en la misma casa. La mitad de su vida se la pasa fuera de ella. Por eso, lo que para nosotros es algo extraordinario, un lujo, como es salir a comer fuera, para ellos es un hábito». Aunque no hay que dar por sentado que todos saben comer, previene la autora, muchos han aprendido y se han vuelto auténticos gourmets sin saberlo, afirma. A la fuerza, ya se sabe, ahorcan. «Cuando uno viaja tanto acaba reconociendo una buena hamburguesa o un buen cocido. Ellos no son conscientes de la información que manejan. Lo que yo he hecho es poner negro sobre blanco una tradición oral entre ellos. A menudo funciona así: llegan a tal teatro, ven que acaba de pasar por allí no sé qué otra compañía y le llaman para que les digan dónde han ido a comer».

Otras veces, optan por llamar a su propia jefa de prensa para pedirle sopitas con forma de nombre, dirección o especialidad culinaria.

«Son muy de puchero»

Nacida en Málaga de un susto allí se enteró su madre, embarazada de ocho meses, de que venían dos y no una, esta hija de donostiarras, sibaritas con las cosas del comer, se ha criado a caballo entre la ciudad andaluza, San Sebastián, Salamanca y Bilbao, otras dos escalas en la vida profesional de su padre, neurocirujano reputado. Ese trajín geográfico-culinario, que prorroga uniéndose a las giras teatrales, le ha permitido confeccionarse un verdadero listín telefónico con los locales de España donde merece la pena sentarse a la mesa y anudarse al cuello la servilleta. Por eso, Díaz se ha permitido incluir también un capítulo con sugerencias personales.

Si hay algo que ha aprendido a fuerza de compartir vida y bocados con el gremio de la interpretación es que, por encima de todo, aprecia tres aspectos: que les traten como si fueran de la casa, que les atiendan en sus fueras de horario y que la comida les sepa a las que les hacía su tía o su madre. «Por eso son tan de puchero».

El presupuesto de sus incursiones gastronómicas suele rondar los veinte euros por cabeza. «La mayoría de ellos maneja una dieta diaria que oscila entre los 80 y los 100 euros para comer, cenar y dormir. Hay quien en cuatro días se gasta lo de uno y quien se gasta en uno lo de cuatro». Todo depende del morro fino que gasten. En general, apunta Díaz, tienen buen paladar pero son apañados. «Les encanta probar sabores y texturas nuevos, pero también son leales a los sitios en los que les tratan bien, porque son muy dados a establecer vínculos emocionales con los camareros o los propietarios».

Si hubiera que hacer un bloque con los más exigentes, la veterana periodista y gourmet aficionada tiene claro que lo integrarían Emilio Gutiérrez Caba, Carmen Machi, Luisa Martín y Jorge Bosch. Se pirran, respectivamente, por el «impresionante» bacalao a la portuguesa del Tábula Calde, en Mérida; las «espectaculares» chuletitas de El Piripi, en Alicante; los «extraordinarios» platos de caza y setas de La Vasca, en Miranda de Ebro; o el tartar de atún con caviar y huevo de codorniz «de quitar el hipo» de Soy, en Madrid.

Pero si hay dos auténticos referentes en el gremio, esos son Ginés García Millán y Daniel Albaladejo. Cada dos por tres les llama algún compañero en ruta reclamando una dirección de fiar. Según se confiesan en la guía, al primero le encadila la «cocina tradicional de lujo» del Santxotena, en Elizondo (Navarra) y, al segundo, el pisto manchego con huevo frito «para flipar» que preparan en la Venta San José, en el kilómetro 124 de la Autovía del Este, en Zafra de Záncara, Cuenca.

Cuando toca función en alguna plaza (ciudad) del norte peninsular, a Pepe Villuela le pueden pillar dando cuenta de un lechazo preparado por el mesonero Alejandro en Casa Antón, Lerma. Si alguna producción lleva a Nancho Novo hasta Tenerife, es más que probable que se desplace a Taroconte para cenar en Construcciones Marrero, una nave industrial con bobinas de cables de acero sobre las que un tal Isaac sirve sus guisos canarios «en estado puro». La primera vez que fue, asegura en el libro de Díaz, «lloré de emoción». Entre los más intrépidos y activos, la autora destaca a Javier Veiga, Pepón Nieto , Miren Ibarguren y Jorge Calvo, «que por algo se han criado en familias hosteleras».

Escuchados los primeros aplausos y vistas las primeras pegatinas rojas en los locales mencionados, habrá Guía Gastro-Cómica para rato. Díaz quiere actualizarla y ampliarla cada dos años. Mientras los actores y actrices sigan girando, habrá donde comer de cine.

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