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FRANCISCO APAOLAZA
Martes, 31 de mayo 2016, 11:04
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En el mundo hay cientos de miles de críos que tienen que poner mucho de su parte para ir al colegio: caminar kilómetros y kilómetros por montañas y desiertos, atravesar puentes de cuerda sobre ríos caudalosos... pero estos quince son de premio. Es como para que se te atragante la comida. Tienen entre 6 y 15 años. Viven en Atuler, en el condado de Zhaojue, en el interior montañoso del sur de China, donde bajar al valle adquiere cierto carácter épico, casi trágico. Los escolares tienen que descender al alba y por la tarde escalar los 800 metros de este acantilado de escalofrío. Su pueblo está arriba, colgado de un risco sobre una pequeña meseta, en la que solo quedan las tierras de cultivo gracias a las que subsisten y las casas de barro, paja y madera de sus 72 familias. Atuler está fuera del mundo, a dos horas jugándose el pellejo. Los niños, que muchas veces viajan con chancletas y con las mochilas a la espalda, fían su vida a la suerte, a que no se rompa ninguna de las 17 escalas de madera de viña que sirven como peligroso cordón umbilical para el viaje. Cuando las tablas se deterioran y los listones se pudren, los cambian, pero esta no es una ciencia exacta. Si alguno de los niños se despista o resbala, le espera un vacío de cientos de metros. El recorrido es tan duro que algunos periodistas que se han acercado a conocer la epopeya escolar de Atuler se han negado en redondo a subir por allí.
313
En realidad, esto viene sucediendo desde que en los años 80 se rompió el teleférico, pero lo sabían muy pocos. El país vivía de espaldas a esta realidad hasta hace unos días, cuando se publicó un reportaje que ha escandalizado al mundo. El autor es Chen Jie, un reportero de prestigio que el año pasado ganó un galardón del World Press Photo con una serie de imágenes de la explosión de Tianjin que mató oficialmente a 165 personas. «Cuando llegué allí me quedé en shock», ha contado el periodista.
Atuler es un pueblo colgado. Desde hace siglos, sus habitantes viven encaramados a una minúscula meseta: eligieron vivir en la parte alta de la montaña para así poder esconderse de la guerra y los conflictos tribales. Y ahora esa decisión les trae más problemas que beneficios. Una vez por semana, los aldeanos van al mercado para vender sus productos, principalmente pimienta y nueces, y para comprar alimentos de primera necesidad. Para ello, utilizan las mismas escaleras precarias que sus hijos para ir al colegio. «Los compradores saben que somos del pueblo de la montaña y que no queremos regresar con la carga de nuevo, por lo que nos ofrecen un precio mucho más bajo. Y nosotros no tenemos otra opción que aceptarlo». Cuando alguno se pone enfermo, otro vecino tiene que cargar con él a la espalda. Los más mayores del lugar cuentan que los accidentes son más o menos habituales. En las últimas dos décadas han muerto ocho personas en el camino y decenas han resultado heridas de gravedad.
313 euros al año
Como tantas veces, la raíz del problema es la pobreza del pueblo. El periodista Chen Jie relata que son tan pobres que «únicamente comen lo que les da la tierra». Sus habitantes son parte de esos 70 millones de chinos que sobreviven con menos de 313 euros al año, menos de un euro al día. Arriba, sobre la roca, toda la tierra está aprovechada al milímetro, tanto que los vecinos aseguran que no tienen sitio para una escuela, que han construido en el valle con alumnos de otras familias remotas de la zona.
De momento, al Gobierno chino le están exigiendo soluciones. Había encima de la mesa un proyecto para trazar una carretera que uniera el lugar con otras aldeas recónditas, pero cuesta ocho millones de euros y de momento solo está dotado con 27.000. Un dirigente del partido comunista en la región ha salido al paso y ha prometido que, de momento, se construirá una escalera de acero que sea más fiable que la actual. En cambio, los gobernantes de la región ya han visto oro donde solo hay miseria: fomentar el turismo al pueblo como un lugar único y así conseguir que sus habitantes recauden un puñado de dólares que les hagan más llevadera la existencia. ¿Con qué parte del botín pensarán quedarse ellos?
euros anuales es lo que gana de media un habitante de Atuler, en China, menos de un euro diario. Trazar una carretera hasta el pueblo costaría 27 millones de euros.
La solución. Los dirigentes del partido comunista han prometido construir una escalera de acero que cubra los 800 metros de acantilado entre Atuler y el valle de manera más segura.
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