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El 'cerebro'  de España

El 'cerebro' de España

El último 'Nobel' de supercomputación es Mateo Valero, un maño tozudo, cafetero «y del Barça», que estudió porque la maestra de su pueblo, Alfamén, convenció a sus padres. Hoy ese colegio lleva su nombre

JULIA FERNÁNDEZ

Domingo, 21 de febrero 2016, 10:55

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De la misma manera que un computador no funciona sin energía, Mateo Valero no arranca sin un café. «Ristretto, por supuesto», su favorito «desde hace más de 20 años». Toma «doce al día», exagera. Cada jornada, se sienta en su despacho a eso de las 8.30 horas y tiene avisada a Lourdes, su «secre», para que le dé tregua hasta las once antes de sumergirle en el maremágnum de reuniones que tan poco le gustan. Le quitan tiempo para hacer eso por lo que le brillan los ojos: investigar. «Necesitaría una mañana entera, una tarde...», no el rato que hay entre cita y cita. Pero se tiene que repartir para llegar a todos los que le reclaman. Gajes del oficio.

MIL BILLONES DE OPERACIONES POR SEGUNDO

  • Tan joven y tan viejo

  • Doble objetivo

  • 150

  • Excelencia.

  • En una antigua iglesia.

  • Acristalado

Valero, zaragozano de Alfamén, un pueblo de apenas 1.400 habitantes, es el director del Barcelona Supercomputing Center (BSC), algo así como el gran cerebro nacional de la investigación, y una eminencia mundial. A sus 63 años, es el pionero de la supercomputación en España, una disciplina que construye y trabaja con ordenadores de alto rendimiento, piedra angular de la nueva sociedad. Sirve para muchas cosas, entre ellas «para que tengas ese móvil de ahí», explica con tiento a los profanos. Hace unos meses, este «aragonés tozudo» sumó a su larga lista de premios uno más, el Seymour Cray, el 'Nobel' de la supercomputación. Es el primer europeo que lo recibe.

¡Es un genio!

Qué va, jaja. No hay genios, hay equipos. Yo no soy tonto, pero tengo gente a mi alrededor que es más lista que yo.

Se refiere a las 450 personas que integran la plantilla del BSC, un lugar que ahora es muy grande, pero que empezó como algo muy pequeñito allá por los setenta, cuando un Valero recién licenciado como 'teleco' llega a la novísima Facultad de Informática de Barcelona. «Estaba todo por hacer y me permitieron empezar un departamento de arquitectura de computadores». La primera piedra virtual del Centro Nacional de Supercomputación se puso «en el año 84», cuando se consiguió algo que estos días adquiere un mayor significado: poner de acuerdo a la administración estatal y a la autonómica para que colaborasen en el proyecto. «Somos producto del consenso», se regocija. Hoy, en medio de la tormenta soberanista, esa unión se ha robustecido en noviembre. Y tira de refrán: «La unión hace la fuerza».

En el BSC se investiga mucho y en múltiples campos: la medicina, el sector energético, el tecnológico... Se manejan muchos millones de euros para financiar estudios que podrían ayudarnos a conocer exactamente cómo se comporta el cáncer, cómo piensa nuestro cerebro, cómo se pueden hacer ordenadores potentísimos con piezas de móviles... Pero también se presta servicio a otros investigadores de fuera. Eso es cosa del MareNostrum, el supercomputador más potente de España y uno de los más importantes de Europa. «Nosotros solo usamos un 6%», el resto lo utilizan expertos de medio mundo.

El MareNostrum será como un hijo...

Yo no diría tanto. Paso mucho tiempo con él, pero de visita.

El emblema del BSC, fabricado por IBM, ocupa 120 metros cuadrados y está «protegido por Dios», bromea Valero. Lo dice porque está en una capilla desacralizada, la de Torre Girona, sede del rectorado de la Universidad Politécnica de Barcelona. Lo componen decenas de armarios, millones de cables, miles de chips... y un montón de lucecitas parpadeantes que embelesan al visitante que las observa desde el otro lado de la cristalera que custodia la máquina. El que ven en las fotos «es el número 3». Tiene capacidad para hacer 1.100 billones de operaciones por segundo gracias a sus 48.896 procesadores, distribuidos en 6.112 chips. Su memoria principal es de casi cien terabytes, unos cien mil gigas. Un portátil nuevo y potente tiene 'solo' 416, para que calculen. A este mastodonte informático es al que le debemos tanto. No tiene corazón, pero está ayudando a simular el funcionamiento real de uno, algo que todavía la ciencia no ha sido capaz de desentrañar al completo.

Y no solo eso, también se ha aliado con la empresa privada, la otra fuente de dinero del BSC después de los fondos públicos europeos. «En estos 11 años hemos traído 150 millones de euros desde ambos lados». Uno de esos patronos privados es Repsol, con quien ha desarrollado un sistema que rastrea el fondo marino y predice con poco margen de error dónde hay petróleo: ha reducido los costes de las prospecciones y también el número de catas, una buena noticia para el medio ambiente. Otro es Iberdrola, con quien ha logrado levantar parques eólicos más rentables al establecer la mejor ubicación para cada molino de viento. Ahora trabajan para tener previsiones de producción de energía precisas de un día para otro, lo que favorecerá su comercialización. Valero está especialmente orgulloso de estos proyectos porque invierten una tendencia que le preocupa mucho: «En España somos muy buenos haciendo ciencia excelente, pero malos haciendo ciencia relevante», la que produce riqueza en nuestro entorno.

El éxito del BSC también se mide en los puestos de trabajo que ha creado durante la crisis: arrancaron siendo 50 personas en 2004 y ahora, en 2016, se han multiplicado ¡por 9! Pero hay más: investigadores de todo el mundo se pegan por una plaza en el centro.

Y los nuestros se marchan...

Lo malo no es irse, sino hacerlo porque aquí no tienes trabajo. Todos nos hemos ido. La ciencia es movimiento.

El primer lugar que Valero dejó atrás fue su pueblo. Tenía 14 años y su maestra, doña Inmaculada, había convencido a sus padres de que «valía para estudiar». Todavía hoy hablan por teléfono de vez en cuando. El chaval era bueno en matemáticas y, además, se pasaba las horas muertas haciendo cálculo con «don Luis», el barbero y practicante del pueblo. Le mandaron interno a Zaragoza a un colegio de curas. «No era malo, pero cuando me castigaban, en vez de enfadarme, me ponía a estudiar».

Dos curas y un 'teleco'

Su marcha no fue la primera que se vio en Alfamén. Antes que él, tomaron el mismo camino otros dos vecinos ilustres. Uno fue Manuel Pérez Martínez, que se convirtió en sacerdote y luego viajó a Colombia, donde acabó como comandante de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN). Ahí se ganó el apodo de 'El Cura Pérez'. «Manolo era una bellísima persona. Lo queríamos mucho. Fue campeón de ajedrez de Aragón», recuerda Valero. Murió en la selva en 1998 por hepatitis C. El otro hijo famoso es Jesús García Burillo, «un hermano mayor para mí». Es hijo de don Luis, el barbero, y actualmente está al frente del Obispado de Ávila. «En los pueblos de antes no era raro acabar en el seminario».

En Alfamén, Valero es muy bien recibido siempre, «no con la banda de música, pero sí con el santo», se ríe. Fue nombrado hijo predilecto y, después, rebautizaron el colegio con su nombre: «Eso sí que es un orgullo». Otra señal de que estamos ante un máquina. «Que no. Las verdaderas máquinas son Messi y compañía», insiste. Y aquí llega su otra pasión, el fútbol: «Soy culé desde los cinco años». Las bicicletas de Neymar y los pases de Iniesta le hacen desconectar, cosa rara porque nunca apaga el cerebro del todo. Ni cuando camina sus dos horas diarias: «Me gusta pensar».

¿Qué libro tiene en la mesilla?

Ninguno.

No le creo.

Mi mujer no me deja leer a la hora de dormir. Pero el último que he acabado es 'Las venas abiertas de América Latina', de Galeano. Intento leer cosas que me hagan aprender, de economía, de historia... Y también en internet, que hay mucha cultura si la buscas bien.

El BSC tiene once años, pero su germen se siembra en los ochenta. En 1984 se firmó el convenio de colaboración entre la administración estatal (del PSOE) y la autonómica (CiU), que se ha reforzado el pasado noviembre, en plena tormenta soberanista.

El centro tiene dos patas. Por un lado es centro de investigación. Por otro, da servicio a otros estudiosos de España y de Europa a través de su auténtico emblema, el MareNostrum, uno de los supercomputadores más importantes del mundo. Es capaz de hacer 1.100 billones de operaciones por segundo. Tiene 48.896 procesadores distribuidos en 6.112 chips y su memoria principal es de 100 terabytes.

millones de euros ha conseguido atraer el BSC en sus once años de vida para investigaciones.

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