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israel j. espino
Lunes, 30 de noviembre 2015, 17:30
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Todo el mundo conoce a los centauros, pero pocos saben que sus cascos retumbaron en los valles y sierras del norte de Extremadura, donde aún se les recuerda. Es más: somos de los pocos territorios en los que las imponentes centaúrides camparon a sus anchas, y aún se les canta y se les recita y hasta se les levantan estatuas y se les consagran días. ¿No lo creen? Pues pasen y lean
El centauro, como bien saben, es una criatura con la cabeza, los brazos y el torso de un humano y el cuerpo y las patas de un caballo. Lo heredamos de la mitología grecoromana, y sus versiones femeninas (que son las que más abundan en Extremadura) reciben el nombre de centáurides. El retórico griego Filóstrato el Viejo nos habla de estos seres zoomorfos femeninos en términos leogiosos:
"Qué hermosas son las centáurides, aunque tengan cuerpo de yegua; porque algunas crecen de yeguas blancas, otras de yeguas castañas, y el pelaje de otras es manchado, pero todas brillan como las yeguas bien cuidadas".
Varios autores romanos recogen la leyenda de que en un monte sagrado de Lusitania, el viento fecundaba a las yeguas. Ese monte, en opinión de Silio Itálico, se localiza en tierra de Vettones, patria de uno de nuestros mitos señeros: la Serrana de la Vera.
Muchos ignoran que la leyenda de la Serrana, en el principio de sus tiempos, no contaba la historia de una bella joven seducida y engañada (esta imagen se construye después), sino que habla de un ser monstruoso de doble naturaleza, humana y animal, que habita en una cueva en la montaña. Lee el post completo en el blog Extremadura Secreta.
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