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Bodegón de productos para hacer 'La dieta de los días alternos'. :: E.R.
La dieta del apio
UN PAÍS QUE NUNCA SE ACABA

La dieta del apio

Cómo depurar durante la semana y ponerse púa el sábado

J. R. Alonso de la Torre

Viernes, 18 de septiembre 2015, 07:44

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Estoy haciendo 'la dieta de los días alternos', que debe de ser buenísima porque me duele la cabeza todas las tardes, orino cada 30 minutos, duermo siestas de dos horas, estoy en la cama a las once de la noche y, sobre todo, no paso hambre. Además, he recuperado una costumbre de la infancia: me llevo las once al trabajo en una bolsita. ¡Y qué onces! Hoy he tomado una manzana y una nuez, aunque ayer fue mucho mejor: un kiwi y dos nueces.

La fase de la dieta en la que me encuentro es la depurativa. Parece ser que mi organismo está expulsando toxinas y líquidos a toda máquina y ese trabajo lo deja tan exhausto que me paso el día medio dormido o dormido entero. Hoy he desayunado un té sin azúcar, un vasito de kéfir y un zumo de pomelo. Para comer, caldo de apio y perejil, que parece ser que te deja el hígado y no sé cuántas cosas más en estado de revista, medio quesito blanco desnatado y un zumo de zanahoria que sabía a gloria. Ahora estoy deseando acabar este escrito para merendar. ¡Mmmmm! Otro kiwi y otra nuez. Y perdonen que no les relate la cena porque para ello tendría que levantarme del ordenador e ir a la cocina para mirarlo en la pizarrina dietética... Y ya les he dicho que tengo las fuerzas justas.

No crean que me quejo de la dieta. Al revés. Da gusto comer y descubrir sabores nuevos como el del caldo de apio, que está exquisito, lo digo en serio. O unos zumos de frutos rojos alemanes que venden en el Aldi o en el Lidl y que son mano de santo desintoxicante. Esos dos supermercados están haciendo mucho por nuestra salud a base de zumos extraños, lácteos impensables y comidas como el salvado de avena y otros salvados, que antes solo comían las vacas y ahora me como yo dos días a la semana sin que se me ponga cara de rumiante.

Sabía que debía depurarme y por eso sobrellevo el plan con entusiasmo y convicción. Está avalado por Rubén Bravo, prestigioso especialista en nutrición, tiene una página en Internet (dietadiasalternos.es) y un ebook que me he bajado al teléfono.

La verdad es que este verano ha sido tremendo y la coda llegó el fin de semana, cuando me fui a Portugal a comer para después contarlo. Sé que a los lectores de esta página les gusta que les descubran restaurantes portugueses de comidas contundentes y baratas, esas casas de comida donde la carne y el pescado llegan en fuentes inmensas, en porciones gigantes y acompañadas por montones de patatas fritas, de arroz con alubias y de ensalada. Y servidor, que procura dar gusto, se ha sacrificado la pasada semana para comer mucho y rico por menos de 15 euros e ir contándoselo de sábado en sábado. Pero en el pecado está la penitencia y ahora, ya me ven, abonado al pan de centeno (solo para desayunar), al té sin teína y al queso batido sin grasa.

Mi dieta se salva porque ofrece dos consuelos de mucho peso: puedo comer jamón ibérico, aunque solo sean dos lonchas seis veces al mes, y los fines de semana reciben el nombre de días sociales porque la dieta permite cierto despendole para no hacer el ridículo cuando sales con los amigos o meriendas con la familia.

Cuando lean mañana mi recomendación sobre un restaurante de Estremoz, donde ponen de comer tan bien y tan barato que los sábados hay que hacer cola desde las 12.30 (hora española), entenderán por qué hago dieta: la hago por ustedes, para poder dedicarme los fines de semana de dieta social a buscar casas de comida del Alentejo y de la Beira y recomendárselas el sábado siguiente. El resto de la semana, apio, salvado y kéfir. En fin, me voy a por el kiwi y a por la nuez, a seguir depurándome.

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