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Un gran túnel bajo el Támesis liberará los residuos de este río convertido en uno de los símbolos de la capital británica. :: efe
Cloacas 'made in Spain' para Londres

Cloacas 'made in Spain' para Londres

'El gran hedor' dejó miles de muertos por cólera y obligó a crear en 1859 la red de alcantarillado que ahora va a ser modernizada

DANIEL VIDAL

Martes, 1 de septiembre 2015, 09:56

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Michael Faraday no pudo resistir la tentación -ni la obligación- de escribir una carta al 'Times' el 7 de julio de 1855, tras un paseo en barco por el río Támesis, atravesando el centro de Londres. El científico británico intentó ser lo más elocuente posible: «El río era un fluido opaco de color marrón pálido [...]. El olor era terrible, el mismo olor que surge de las cloacas en las calles; todo el río era una alcantarilla. No debería permitirse que el río que fluye por kilómetros a través de Londres se convierta en una alcantarilla fermentada. La condición en la que vi el Támesis podría ser considerada como excepcional, pero [...] me temo que, al contrario, muy pronto se convertirá en su condición general. Si ignoramos este asunto, no podemos esperar que sea sin consecuencias, ni deberíamos sorprendernos si, después de los años, una estación cálida nos da la triste prueba de la estupidez de nuestro descuido». Por aquel entonces, a mediados del siglo XIX, Londres contaba ya con dos millones de habitantes (Madrid andaba por los 400.000) y el sistema de saneamiento público solo hacía estragos en las pituitarias, en la vista y en algunas conciencias como la de Faraday. Pero, tres años después, tal y como había vaticinado el científico, aquel «descuido» se convirtió en un problema sanitario mayúsculo... y tremendamente pestilente. Un verano inusualmente cálido, el de 1858, unido al desbordamiento generalizado de los 200.000 pozos negros de la ciudad y al ya deplorable estado del Támesis, vertedero habitual para vecinos y fábricas, provocó lo que se acabó llamando 'El gran hedor'. Una peste insoportable que se apoderó de todos los rincones de Londres, saturada ante tanto desecho. Las sucesivas epidemias mortales de cólera que se producían año tras año como consecuencia de la ingesta de agua tóxica, como descubrió el biólogo John Snow (al que tampoco tomaron en serio), provocaron finalmente la reacción de las autoridades. Algo debió de influir el tufo insoportable que subía desde el Támesis y se colaba por las ventanas del Parlamento, y que sus señorías se esforzaban en taponar utilizando cloruro de calcio que impregnaban en las cortinas.

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De aquella tremenda encrucijada salió el actual sistema de alcantarillado. Fue la Junta Metropolitana de Obras la que, después de rechazar varios proyectos para la «reducción misericordiosa de la epidemia que asoló la metrópoli», aceptó finalmente en 1859 la idea propuesta por el ingeniero Joseph Bazalgette, y que consistía en construir grandes desagües paralelos al Támesis. Aquella obra, que supuso el fin de 'El gran hedor' y la erradicación de las epidemias de cólera, ha permanecido prácticamente intacta hasta nuestros días. Pero, siglo y medio después, con una población que roza los nueve millones de habitantes, el alcantarillado sigue causando estragos. Aunque, esta vez, la cólera más notable es la de los colectivos ecologistas. En pleno 2015, el Támesis sigue recibiendo cada año millones de toneladas de líquidos sin depurar.

De hecho, las autoridades europeas amenazaron con multar a la 'city' con un millón de euros diarios por la vulneración de la directiva de tratamiento de aguas residuales urbanas. Tras tomar conciencia del problema, del 'palo' a las arcas municipales y de las múltiples soluciones posibles, los gobernantes locales optaron por un 'super sewer', un «súper alcantarillado» de 25 kilómetros de longitud que discurrirá a una profundidad de casi 70 metros por debajo del Támesis. Y entre los nuevos 'Bazalgettes' que se encargarán de diseñar y construir el flamante 'Thames Tideway Tunnel' están los responsables de Ferrovial, la empresa española que recientemente se ha adjudicado la construcción del tramo más largo (unos 12,7 kilómetros) de los tres en los que se divide esta obra mastodóntica. «Es un fantástico ejemplo del momento dulce que vive la ingeniería británica, líder en el mundo. También impulsará el crecimiento económico en toda la capital y generará más de 9.000 puestos de trabajo», alabó la secretaria del Departamento de Medio Ambiente del gobierno británico, Elizabeth Truss. Los jefazos de Ferrovial no han mostrado públicamente su emoción, pero seguro que también están muy contentos. La empresa supera hoy el valor en Bolsa que tenía en 2007, un hito entre las constructoras españolas. Y contratos como el de Londres (donde también anda enfrascada en la ampliación del metro) suponen un gran empujón.

El 'Thames Tideway Tunnel', de 7,2 metros de diámetro y capacidad de 1,6 millones de metros cúbicos, estará terminado en 2023 y supondrá una inversión total de 5.742 millones de euros. El contrato, que también incluye la construcción de ocho pozos, seis túneles de conexión, alcantarillas..., asciende a 1.050 millones de euros. Algo más que el equivalente a 3,8 millones de euros que empleó Bazalgette (un gasto «colosal» para la época) para construir sus 132 kilómetros de alcantarillado principal. Eran otros tiempos.

millones costará la construcción de los 25 kilómetros del 'Thames Tide Tunnel', incluidos pozos, túneles y red de alcantarillas. La obra, que desciende hasta 70 metros bajo el lecho del Támesis, terminará en 2023.

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