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Domingo, 30 de noviembre 2014, 10:16
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La reina del 'cool' parisino es tan perfeccionista que nunca termina de sentirse satisfecha en la entrega de sus colecciones. Antes de los desfiles Isabel Marant se prueba todas las piezas y se plantea si quisiera ponérselas sin pensarlo. Este es el secreto de una creadora que de pequeña soñaba con ser vulcanóloga y a la que el poder de la naturaleza y la belleza de las explosiones volcánicas siguen dejando sin respiración. Odia la vanidad, siente asco por las arañas «gordas y peludas» y le encantaría poder cantar, pero confiesa que carece de talento para ello.
Mejor pues que siga dedicándose a lo suyo, una mujer obsesionada con el paso del tiempo: «Me preocupa que nos hagamos mayores. Así que intento sentirme a gusto conmigo misma», confesó a la revista 'Harper's Bazaar'. Por eso sorprende el poco tiempo que dedica al cuidado de su apariencia. «Odio pasar tiempo en un salón de belleza o en la peluquería». Al estilo de Carmen Cervera, la creadora que ha elevado las 'sneakers' a la categoría de imprescindibles no se tiñe nunca el pelo y en verano se pone «algo de zumo de limón» para aclarárselo y lograr una mezcla de gris, rubio y oscuro. El efecto no resulta nada glamuroso.
Las canas abundan de forma sorprendente en una melena que suele llevar recogida en un moño. En realidad, Marant es una caja de sorpresas. Confiesa que soldar es uno de sus talentos ocultos, que le encanta pasar los fines de semana en una cabaña sin agua ni luz y que, tras mucho pensárselo, decidió llamar a su marca con su apellido. «Fue difícil mantener mi nombre pues 'marrant' significa gracioso en francés. Pensé que era ridículo, pero al final es mi nombre». Marant es todo personalidad.
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