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Uno de los pasillos de la Facultad de Políticas en los que se venden desayunos, artesanía y comida vegana. También se fuma. :: óscar chamorro
En la patria  de Podemos

En la patria de Podemos

En los pasillos se fuman porros, se vende comida vegana y no queda espacio para más pintadas. Así es la facultad de Ciencias Políticas de la Complutense donde se fraguó el partido de Pablo Iglesias

FRANCISCO APAOLAZA

Domingo, 23 de noviembre 2014, 10:57

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La capilla sixtina del antifascismo es el pasillo de la cafetería de la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense. Se extiende por un corredor cuajado de pancartas, pegatinas y mensajes reivindicativos. En cada columna, la cara recortada a spray de un fusilado del franquismo que pintaron cuando murió Manuel Fraga y cien mil consignas más: contra el totalitarismo en Ucrania, contra los bancos, contra la 'Casta everywhere', Bolonia, contra Wert, a favor de las «locas lesbianas y rebeldes»... En las paredes de este 'altamira' político no cabe un solo mensaje más. Hasta la fotocopiadora, que no imprime, está tapizada de pegatinas, como la funda de la guitarra de una estrella de rock. No hay ojo para tanta protesta. En el suelo se sientan decenas de estudiantes. Comen, trabajan, charlan, echan la partida... Todo es tan pretendidamente contracultural que antes de llegar al bar te encuentras con una mesita de camping donde dos chicas venden comida vegana. Hoy hay lentejas y couscous que sirven con un cucharón en platos de plástico a dos euros la ración, con lata de birra templada incluida. «No es para ningún proyecto. Sin más, una alternativa», responden estas camareras a tiempo parcial. No cuesta imaginar ese tenderete y esa misma olla en un campo de refugiados.

La cafetería oficial, pintada con un mural de Carlos Palomino -asesinado en el metro por un neonazi en 2007-, está vacía. Porque en el pasillo, además de comida sana, ofrecen chucherías, bizcochos de supermercado y café con vaso de usar y tirar. Se sirven en mesas en las que posan los pies tipos que se fuman un Lucky Strike y exhalan nubes de humo que se funden con otras de cannabis. Una pareja de más de 30 años regenta un puesto de collares y pendientes hippies. Todo tiene su propia economía, su propia razón y su propia ley. Como una civilización distinta y desconocida, como si en lugar de la facultad de una de la principales universidades españolas fuera una cárcel amotinada desde hace años.

El decanato no deja entrar a los medios de comunicación, casi nadie da su nombre verdadero, a los periodistas los siguen tipos que vigilan desde lejos -tal vez pensando que son pasma- y «ojo con las fotos, porque la gente se puede poner muy nerviosa». Ahí, tan cerca y sin embargo tan lejos de los chalés de Somosaguas de Ruiz Mateos, Rafael Correa y Cristiano Ronaldo, se fraguó Podemos.

«¿Fuman? Son chavales de 20 años... Pero esto no es un gran soviet, como se pretende mostrar desde fuera». El profesor de Ciencia Política y de la Administración que espera en la puerta del aula B 63, pintada con espray negro mate a favor de la lucha, se desayuna los editoriales de los periódicos que hablan de él. Cuando a Juan Carlos Monedero le preguntan si la facultad es el cogollito de Podemos, se tira una media sonrisa. «¡No!». Y, sin embargo, 19 de los 62 miembros del Consejo Ciudadano que controla el grueso de las decisiones del partido y en el que él mismo se sienta, son profesores, trabajadores, investigadores o alumnos de la facultad. La cúpula del partido -Monedero, Pablo Iglesias, Miguel Urbán y Carolina Bescansa- se conocieron en ese terreno onírico. Son el 30%. Ante la evidencia, Monedero tira de cordialidad y discurso de altos vuelos de profesor con tablas -sus clases siempre han estado llenas, antes y después de las europeas- y recurre a las imágenes: «Nada está escrito en piedra... Lo único que es crucial es no creer que se acierta. En los comienzos de todo, como en el del cine o en los primeros análisis de Karl Marx, hay cierto espacio a la genialidad» responde. En su día, él también fue alumno y compañero de clase de Cristina de Borbón, cuando la facultad funcionaba en Moncloa, junto al palacio del presidente.

Con sus gafas redondas y su aire de tipo que pasaba por allí y que no recuerda a qué hora da su conferencia de la tarde, Monedero es la piedra de toque de esta historia. Cuenta que no hay «un comienzo, ni un príncipe azul como en los cuentos», pero este lío empezó a fraguarse a mediados del año 2000, cuando siendo asesor de Gaspar Llamazares (IU) viajó a Venezuela y sintió el flechazo de Hugo Chávez. En esas ascuas se coció la red de profesores e investigadores Promotora de Pensamiento Crítico, que asesoró a varios regímenes latinoamericanos. Uno de sus debates con Pablo Iglesias -ahora será profesor honorífico- se grabó en vídeo, se difundió por las redes y su éxito fue el germen del lado televisivo del ahora líder de Podemos en La Tuerka. La 'suite' se ha contado mil veces.

La 'casta' son ellos

Las pegas les vienen de ambos flancos. Parte del profesorado acusa a Pablo Iglesias y su camarilla de controlarlo todo. Usando sus propios términos, les echan en cara que la 'casta' de la facultad son ellos. Son afines desde el decano Heriberto Cairo hasta las representaciones de los alumnos. Fueron los más votados entre los estudiantes en 2011 después de traer en plena campaña al vicepresidente de Bolivia, García Linera.

Iglesias fundó la asociación Contrapoder, en cuya sede hay fotos suyas, de Chávez y de una manifestación de familiares de presos vascos. «Lo controlan todo», lamenta el catedrático Antonio Elorza. Les acusa de haber fomentado dos escraches a Rosa Díez por los que la líder de UPyD reclama ahora explicaciones. Durante uno de ellos se le cantó el 'Eusko Gudariak'. En un artículo en el que justificaba esos actos, Iglesias aplaudía un homenaje en el que se había pedido la liberación del etarra De Juana Chaos. Gritos, abucheos, patadas en las puertas en las conferencias... También lo hicieron con el exministro Josep Piqué. Para Monedero «no es violencia. Allí habla «quien quiere. Hay que ver a qué vienen. Si es un acto electoralista...».

¿Podría asistir la semana que viene Esteban González Pons?

Si viene, le llevo yo.

¿No se la van a montar?

Hay que tener coraje y aguantar los abucheos.

Un alumno de Contrapoder que no desea ser identificado aclara su postura. «No me parece bien que revienten los actos; pero si defienden ciertos argumentos es nomal que pase lo que pasa».

¿Y si viniera Esperanza Aguirre?

Habría que hacer 'acciones' para aclarar quién es, dejarle claro nuestra visión del relato.

¿Eso es tolerancia?

Eso para mí es hacer política.

«Al principio, esto da un poco de miedo, pero después le coges cariño, porque te das cuenta de que todo el mundo expresa sus ideas y su postura en la vida», defiende una alumna de primer curso, en el local del Bloque Estudiantil de Somosaguas, sembrado de cartelería, libros rescatados de bibliotecas abandonadas y sofás de escay desconchado. Tampoco dice su nombre. Que Podemos naciera allí no quiere decir que todos sean votantes. «El hecho de que comparen esta facultad con Podemos es absurdo. Han cubierto un hueco en la socialdemocracia con el PSOE e IU, pero poco más. Aquí la mayoría de los grupos les adelanta por la izquierda. Hasta los del PSOE».

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