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Las 26 repúblicas de Coímbra

Las 26 repúblicas de Coímbra

La crisis amenaza la viabilidad de una institución que data del siglo XIV, edificios donde los estudiantes viven en comunidad por rentas simbólicas

SERGIO GARCÍA

Domingo, 14 de septiembre 2014, 08:55

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Son 26, la mayoría atrincheradas en el casco antiguo de Coímbra a los pies de la universidad más antigua del país, y pese a su aspecto libertario -a caballo entre la casa de okupas y la comuna- no se puede negar que su origen tiene cierta hidalguía. Las primeras fueron creadas a comienzos del siglo XIV, como una manera de asegurar alojamiento a los estudiantes que acudían a este promontorio a orillas del río Mondego; espacios comunitarios autogestionados donde las decisiones se toman en asamblea y por unanimidad, donde impera el reparto de labores y uno solo accede si es a invitación de un miembro y con el beneplácito de todos los demás. Logias de juguete. Como recordaba Fernando Correia en 'Romance de Coímbra', «un espacio habitado por 'rapazes' de las más variadas Facultades, las tierras más diversas, los temperamentos y psicologías más antagónicas (...); desde el monárquico fiel al anarquista revolucionario, desde el católico fervoroso al librepensador». Con el tiempo, la fórmula se exportó incluso a Brasil, aunque Coímbra sigue siendo el referente indiscutible.

El paso por una república marca. Tanto es así que los actuales inquilinos, paradigma del socialismo, no tienen reparos en recurrir a quienes les precedieron y se han abierto camino en la vida - y en los procelosos pasillos del capitalismo- cuando necesitan apoyo jurídico o, incluso, financiero. Exalumnos a los que es habitual ver en reuniones anuales rememorando hazañas que perviven en la memoria como muescas de un pasado quizá no mejor, pero ilusionante. Viven en casas agrupadas en torno a un Conselho, aunque cada una toma sus propias decisiones y definen sus propias normas de funcionamiento. No es fácil, ya que al ser comunidades en continua rotación hasta el pago de los gastos de la casa puede convertirse en un asunto peliagudo.

Coímbra es una de esas ciudades que enamora: discreta pese a situarse entre Lisboa y Oporto, los dos grandes focos de negocio de Portugal; coqueta pero decadente. Dicen que mientras Braga reza, Oporto trabaja y Lisboa se divierte. ¿Y qué hace Coímbra? Estudia. El casco viejo es un laberinto orientado hacia esa cumbre que es el saber y las repúblicas, una exaltación de los valores universales. No en vano, José Afonso, el autor de la legendaria 'Grándola, Vila Morena', la banda sonora que inspiró la Revolución de los Claveles, vivió en este dédalo de calles. La más antigua es la de Kagados -tortuga terrestre, en portugués-, que data de 1933 y que comenzó siendo una con la de Baco. La lista es larga: Ay-O.Linda, Corsarios de Islas, Palacio Real de la Locura, Trunfé Kopos, Galiföes, Kimbo de Sobas, Estudiantes de las Azores... En Pra-Kys-Tao, ocho estudiantes conviven en un edificio protegido conocido como 'A Nao', el perfil afilado partiendo la calle como si fuera la quilla de un barco, obra de un marino mercante que hizo fortuna con el comercio de las especies.

Y, sin embargo, la supervivencia de las repúblicas está en peligro, no solo porque la institución escapa a la lógica del negocio inmobiliario, con edificios urgentemente necesitados de reformas que los propietarios no acometen ante la nula rentabilidad de unos alquileres anclados a mediados del siglo pasado. Las políticas comunitarias derivadas del actual panorama de crisis económica y su traslación a las leyes de arrendamientos urbanos de los países miembros han puesto entre la espada y la pared un modelo de gestión incapaz de sostenerse si no es en un escenario de rentas antiguas. El pasado verano, sin ir más lejos, cerró después de 40 años la República 5 de Octubre, ante la imposibilidad de sus inquilinos de afrontar un brutal aumento de las rentas, que pasaban de 12,5 euros a 764. Un incremento del 6.012%. Los residentes intentaron comprar el edificio, pero al final la iniciativa no prosperó y acabaron realojados en otras comunidades sobre las que pende la misma Espada de Damocles. De poco o nada han servido las voces que se han levantado pidiendo un papel más activo de la Universidad de Coímbra o de la Cámara Municipal para lograr su conservación. Y más ahora, tras la reciente declaración de 16 de estas repúblicas como Patrimonio de la Humanidad, un reconocimiento que es visto por muchos como una broma de mal gusto. Ante esta situación, estos espacios han lanzado campañas para tratar de recabar la solidaridad pública, incluso la posibilidad de organizar visitas turísticas, con el objetivo de salvar de la quema un modelo cuya viabilidad se hace más y más difícil conforme pasa el tiempo.

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