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Martín Villa (i) conversa con Suárez, en un pleno del Congreso; en segundo término, Gutiérrez Mellado (d) y Oliart. / Archivo
Cinco rupturas personales
ADIÓS AL PADRE DE LA DEMOCRACIA

Cinco rupturas personales

La separación de mayor coste político y sentimental fue con su poderosísimo vicepresidente Fernando Abril

JOSÉ JULIÁN BARRIGA BRAVO

Lunes, 24 de marzo 2014, 15:20

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En los cinco años que duró su liderazgo político, Adolfo Suárez sufrió o provocó otras tantas grandes rupturas con personas de su confianza o que tuvieron importancia en su biografía política. Rompió con Torcuato Fernandez Miranda (1977), con Alfonso Osorio (1979), con Fernando Abril (1980), con Rodolfo Martín Villa (1980) y terminó perdiendo el apoyo y la relación de confianza con el Rey (1981). Algo parecido sucedió con otras personas de menor significación política, pero con idéntica carga sentimental, como fue el caso de Josep Meliá, su confidente y secretario de Estado para la Información. Estas separaciones o desavenencias han sido, por otra parte, una constante en la vida de los grandes dirigentes y, en mayor o menor grado, las sufrieron Felipe González y Manuel Fraga.

El caso de Suárez es tal vez el paradigma de la ingratitud de la vida política, especialmente cuando las rupturas se suceden en tan corto espacio de tiempo y en periodos tan convulsos como fueron los de la transición política hacia la democracia. Si a ello añadimos la tremenda aceleración de los tiempos que le tocó vivir a Suárez en los años en que estuvo pilotando la transición (1976-1981), se podrá comprender mejor el formidable desgaste psicológico y político que soportó en un periodo tan breve y turbulento, jalonado además por importantes fracturas en su equipo de colaboradores.

Las rupturas con Fernández-Miranda y con Alfonso Osorio tienen una clara explicación ideológica. Una y otra están suficientemente documentadas en las memorias publicadas por una de las hijas del que fuera presidente de las Cortes (1995) y por el propio Osorio (1980). Ambos alegaron razones diferentes, pero, contempladas con la distancia del tiempo transcurrido, coinciden en la oposición a la trayectoria de centro-izquierda que el presidente imprimió a su Gobierno y a su partido.

La ruptura ideológica con Fernández-Miranda significó además la liberación del tutelaje de quien fuera su mentor y maestro en la esgrima constitucional. Con Alfonso Osorio fue una desvinculación más dolorosa por cuanto ambos gestionaron los primeros tramos de la transición. Las críticas de Osorio alimentaron sin duda las desavenencias internas que, poco más tarde, dieron al traste con la Unión de Centro Democrático. Las diferencias estratégicas con Martín Villa, que desempeñó un papel destacado liderando el sector 'azul' durante la Transición, están igualmente descritas en sus memorias (1984).

Es evidente que para completar el relato de todos estos procesos de ruptura personal nos falta, por desgracia, la propia versión del principal protagonista. De todas ellas, el presidente Suárez no tardó en recuperarse y encontrar recambio inmediato, aunque de alguna forma aquellos desencuentros deterioraron su liderazgo social y político. Adolfo Suárez seguía contando, como no podía ser de otro modo, con el apoyo y confianza del Rey y el éxito de los sucesivos procesos de la instauración democrática iba compensado el indudable desgaste de los abandonos.

Sin embargo, la ruptura que tuvo mayor coste político y sentimental para Adolfo Suárez fue la de su poderosísimo vicepresidente Fernando Abril, con el que mantenía una estrechísima relación familiar y afectiva. La separación de Fernando Abril tiene ante todo una explicación psicológica. Suárez recelaba del papel que había asumido su vicepresidente, muy por encima del poder encomendado. Abril estaba exhausto de llevar sobre sus espaldas el peso del Gobierno. Todo lo demás habría que explicarlo relatando los enfrentamientos de Abril con el entorno más inmediato del presidente, rodeado de un grupo de colaboradores leales, a los que Abril minusvaloraba. Fernando Abril murió (1998) sin que la antigua amistad se hubiera recompuesto.

Las razones del enfriamiento de las relaciones con el Rey y el momento exacto en el que se produce, han determinado una abundante literatura memorialista aunque deficientemente interpretada. El Rey puso distancias con Suárez en el momento en que el monarca se convence, y, sobre todo le convencieron, de que el mantenimiento en el Gobierno de Suárez podía suponer una erosión de la confianza en la monarquía. Fueron, pues, cinco años de liderazgo y cinco grandes rupturas que minaron el equilibrio personal y político de un hombre cuya figura afortunadamente está instalada en la historia de España.

* Jose Julian Barriga Bravo. Ex Director General de Relaciones Informativas de la Secretaría de Estado para la Información durante el mandato de Suárez

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