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Adolfo Suárez, presidente del Gobierno, acompañado de su esposa saluda al Rey en Santiago.
El alfil del Rey que cambió de rumbo a España
muere el padre de la democracia

El alfil del Rey que cambió de rumbo a España

Si don Juan Carlos fue el motor del cambio a la democracia, Suárez fue el hombre providencial que lo llevó a cabo

CÉSAR DE LA LAMA (Biógrafo del Rey)

Miércoles, 26 de marzo 2014, 20:15

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Murió ayer un fiel servidor de la democracia que dedicó sus mejores días lucidos para servir a la reconciliación de los españoles. El alfil de Rey que cambió el destino de España. Luego cayó en las brumas del alzheimer. El Rey no puede olvidar que dio en la diana cuando se inclinó por él para que llevara las riendas de la nación. No importa que en algunos momentos el jefe del Ejecutivo se escorara demasiado hacia otras opiniones cuando más difícil era la gobernabilidad de un país con terrorismo, odios enconados, independentismos, herencias trasnochadas.

Si es indiscutible en nuestros días que don Juan Carlos fue el motor del cambio a la democracia en España, no es menos cierto que el expresidente Adolfo Suárez fue el hombre providencial que lo llevó a cabo. El alfil que evita el jaque mate y lleva a España a la Transición y a formar un Estado constituyente y abierto a los nuevos cauces políticos de una Europa progresista.

Sin Suárez posiblemente no hubiéramos llegado a buen término. O nos hubiera sucedido como a Alfonso XII, monarca restaurado como don Juan Carlos, por el pronunciamiento del general Arsenio Martínez Campos, en Sagunto en 1874. Sin olvidar que antes, con el reinado de Amadeo I de Saboya, se acabó proclamando la la Primera República para acabar en otra restauración y la guerra carlista. Al final Cánovas del Castillo y su oponente liberal Práxedes Mateo Sagasta redactan una Constitución de larga vida (1876-1931) hasta la II República. Y no hay que olvidar que esa Constitución concede poderes excepcionales al monarca, ya que reúne en su mano los poderes legislativo y ejecutivo a la vez con las Cortes. El Rey reina en el más amplio significado de la palabra. Nuestro Rey, no. Está sujeto a la Constitución.

Y vuelta a empezar con su hijo Alfonso XIII que ocupa el trono en 1902, incluida la regencia de la reina María Cristina. Y es aquí cuando se cierne sobre nuestro país una etapa de negro progresismo, convulsa y acelerada que resulta calamitosa en los últimos años del siglo XIX, liberal por excelencia. De poco le sirve al Rey su impulso del regeneracionismo, pues la crisis del 98 y la turbulenta situación del país le hacen fracasar en su empeño y desemboca en la dictadura de Primo de Rivera. Algo parecido está a punto de suceder a don Juan Carlos el primer año de su reinado con el presidente Arias Navarro, y después si no hubiese cambiado de rumbo la noche del 23-F en 1981. El Gobierno cívico-militar que se iba a proponer no habría podido solucionar la situación y únicamente hubiera significado la involución.

Si don Juan Carlos no hubiera tenido las ideas claras, la transición política hubiera sido muy diferente. Y si Adolfo Suárez no hubiera sido un apasionado del cumplimiento de las directrices del Rey, tampoco hubiera tenido éxito esa aventura afortunada que ambos emprenden de común acuerdo.

Adolfo Suárez era un desconocido para el pueblo español. Y quienes conocían a este político de poco más de 40 años tenían la idea de que se trataba de un falangista de segunda fila, un hombre del régimen que pasó por el Gobierno civil de Segovia y la Dirección General de Televisión Española. Y aquí se cumple plenamente eso de que lo desconocido puede ser mejor que lo conocido. Porque lo que hasta hacía pocos meses había sido impensable, comienza a dar sus primeros frutos y algunos franquistas cualificados se ven superados por nuevos valores y tendencias más abiertas.

Suárez fue el presidente en la legislatura constituyente desde el 3 de junio de 1976 al 25 de febrero de 1981, cuando presenta su dimisión. ¿Cómo se iba a desenvolver después este joven político coetáneo del Rey, audaz, innovador y valiente, y además fiel a la Corona? Hay valor y coraje por Suárez en los primeros meses de gobierno. Primero tendrá que salvar el escalón de las primeras elecciones democráticas desde antes de la Guerra Civil española.

El 15 de junio de 1977 vota el 80% de un censo de 23 millones de españoles. Y de nuevo un resultado inesperado. Gana Unión de Centro Democrático (UCD). Nuestra Constitución se convierte en nuestro paño de lágrimas. Vendrá a su amparo la legalización de los partidos políticos, incluyendo el comunista; las elecciones generales y la constitución de las Cortes Generales. Se hacía realidad la frase de Suárez: "Mañana gobernarán 22 millones de españoles". El franquismo había muerto definitivamente y comenzaba la transición.

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