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El director de cine Pablo Berger. / Foto y vídeo: Archivo
Pablo Berger: «Los reyes en la España de los años 20 eran los toreros»
cine | entrevista

Pablo Berger: «Los reyes en la España de los años 20 eran los toreros»

«Cuando me hablaron de 'The Artist' me dio un bajón; cuando la vi respiré, no tiene nada que ver con la mía», asegura el director de 'Blancanieves'

OSKAR L. BELATEGUI

Jueves, 27 de septiembre 2012, 18:52

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San Sebastián. El runrún de que 'Blancanieves' era uno de los grandes títulos de este festival se quedaba corto: Pablo Berger (Bilbao, 1964) firma una de las películas españolas del año y, con permiso de 'Lo imposible', la que tiene mayor vocación internacional. Un telón descorriéndose introduce las imágenes, mudas y en blanco y negro, de 'Blancanieves'. La heroína del cuento es la hija repudiada de un torero en la España de los años 20. Su castillo es un cortijo andaluz; los enanitos, feriantes de carromato; la villana, la viuda del diestro, que le ofrecerá la manzana emponzoñada en una plaza de toros.

El autor de 'Torremolinos 73' -un éxito mundial que hasta conoció un 'remake' chino- ha tardado nueve años en volver a dirigir un filme que nació antes de que la oscarizada 'The Artist' demostrara que el cine mudo conserva intacto su poder de emoción. Protagonizada por Macarena García, Maribel Verdú y Daniel Giménez Cacho, 'Blancanieves' es un deslumbrante cuento macabro que da la vuelta a los estereotipos de la España flamenca y bebe a partes iguales del cine expresionista, las fotografías de Cristina García Rodero y las pinturas de Zuloaga y Romero de Torres. Una gozada para todos los públicos, a la que la Concha de Oro empujaría en su estreno el próximo viernes.

- Los taurinos no se merecen este peliculón.

- Yo no soy taurino, no tengo abono para Las Ventas ni estoy suscrito al Plus. Por generación he crecido con los toros como parte de mi imaginario. De niño, mi padre veía las corridas en televisión en blanco y negro. Tengo respeto a los taurinos y a los antitaurinos. Soy amigo de Agustín Díaz Yanes y de intelectuales que me han asesorado, pero también tengo conocidos en el otro lado. El tema de los toros era el único fondo posible para este historia.

- ¿Ha llegado a conocer a algún torero?

- Tuve como asesor a un exmatador, José Luis Seseña, que dio clases a los actores. Daniel Giménez Cacho llegó a obsesionarse, es el De Niro mejicano. Practicó durante un mes hasta llegar a andar como un torero. Las secuencias debían tener verdad. Y tanto los taurinos como los otros han dado el visto bueno a la película.

- ¿Por qué Blancanieves es la hija de un diestro?

- Yo quería una Blancanieves popular, no la hija de un rey. Y los reyes en la España de los años 20 eran los toreros, con Belmonte y Joselito a la cabeza. Eran millonarios, los únicos que podían reunir a 20.000 personas. Y el cortijo como castillo me parecía fascinante. Si le añades a eso mi obsesión por los estereotipos y la iconografía de la España del Sur...

- No diremos qué pasa con el toro en el filme.

- Lo que sucede nació de forma natural, no es por corrección política. Cuando escribes con imágenes muchas cosas son inexplicables, y aquí prima el lenguaje visual.

Cuentos oscuros y crueles

- ¿Qué hace un bilbaíno retratando Andalucía y el flamenco?

- Los opuestos se atraen. Yo crecí escondiéndome en el cine en el Bilbao gris de sirimiri de los conflictivos 80. El Norte y el Sur se atraen, y pienso en Víctor Erice. Muchos se piensan incluso que soy un director andaluz... 'Torremolinos 73' era gris, invernal, sin suecas, la antítesis del landismo. Y 'Blancanieves' no es una españolada, aunque se sirva de los toros y el flamenco. El deber del cine es sorprender, y a mí me gusta darle la vuelta a los clichés.

- Será la tercera Blancanieves en los cines el mismo año.

- Y había una cuarta que se ha parado, con guerreros 'shaolin' en vez de enanos. Es el 200 aniversario de la publicación del libro de los hermanos Grimm. La razón de redescubrir los cuentos, ya de dominio público, es la 'Alicia' de Tim Burton. Hasta ahora se habían adaptado de manera edulcorada, infantil, a lo Disney, pero todos sabemos que son cuentos con moraleja, crueles y oscuros. Son historias de tradición popular, los Grimm solo las recopilaron. Y por esa misma razón yo tenía derecho a narrarlos a mi manera, de la misma manera que me invento los finales cuando se los cuento a mi hija.

- ¿Qué pensó cuando vio 'The Artist'?

- Empezábamos a rodar en una semana y el productor me envió un sms: 'Acabo de ver 'The Artist'. Te va a ayudar'. Mi primera reacción fue de bajón. Llevaba ocho años intentando sacar adelante el proyecto, aunque la idea a lo mejor tiene veinte. Después le di la vuelta: era una coincidencia. Cuando la vi, después de rodar la mía, respiré. Es una golosina deliciosa, pero tan diferente... 'The Artist' es nostálgica, un homenaje al cine americano. Y 'Blancanieves' es más radical y bebe del cine europeo de los años 20, que es el que más me interesa, cuando todo se inventa: Murnau, Gance, Dreyer... Yo primo la parte visual del cine; la historia es el pastel y los diálogos, la nata.

- Hoy el espectador no está acostumbrado a que le cuenten con imágenes, prima la palabra.

- Sí. Pero si lo puedes contar con imágenes, quita tres páginas de diálogos. Los grandes momentos de la historia del cine no tienen parrafadas. Las miradas son más poderosas que los monólogos, somos más lo que hacemos que lo que decimos. 'Blancanieves' se escribió desde el principio como un melodrama mudo de la época. El primer productor al que llevé el guion me pidió que los personajes hablaran. Y le dije que no.

- Usted desearía que cada proyección fuera acompañada con una orquesta en directo.

- Sí. La culpa la tiene el Festival de San Sebastián, al que iba con 18 años durmiendo en pensiones. Un año vi en el Victoria Eugenia una proyección de 'Avaricia' de Stroheim con una orquesta. Sentí algo mágico, un éxtasis cinematográfico, ni el 3-D ni nada. 'Blancanieves' se verá con música en el Liceo y el Teatro de la Zarzuela. Y sueño con una pequeña gira por teatros en más ciudades.

- El runrún de que la suya es la película española del año, ¿le puede favorecer o perjudicar en este festival?

- Me siento halagado con los primeros comentarios de los que la han visto. Pero hay que tener los pies en el suelo. La prueba de fuego es el 28 de septiembre, en el estreno, cuando la película pertenezca al público.

- ¿Es cierto que dijo que no a Cannes para estar en San Sebastián?

- El director de la Quincena de Realizadores la quiso nada más verla. Y la Berlinale, también.

- ¿De qué ha vivido desde 'Torremolinos 73'?

- Afortunadamente dirijo cursos para la New York Film Academy desde los años 90. Empezamos tres profesores y ahora son 300 con programas en todo el mundo. Ha sido mucho tiempo esperando, me decían que nunca se iba a hacer. Y sí que tenía algo de bilbainada, una película de gran presupuesto muda y en blanco y negro. Al final se ha hecho en coproducción con Francia y con enormes ayudas europeas, porque siempre he encontrado financiación más fácil fuera que dentro. Talento no sé si tengo, pero tesón... Mis dos películas son actos de amor, hijos deseados.

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