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¿Qué ha pasado hoy, 28 de marzo, en Extremadura?
Ilustración de Pérez Rubalcaba. / Mikel Atrio
Rubalcaba, ¿puente o puerto?
EL PULSO POR FERRAZ

Rubalcaba, ¿puente o puerto?

El nuevo secretario general del PSOE se enfrenta a un doble reto, pacificar el partido y las elecciones en Andalucía y Asturias

RAMÓN GORRIARÁN

Domingo, 5 de febrero 2012, 10:56

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A la no se cuantas fue la vencida. Alfredo Pérez Rubalcaba había perdido en cuanta elección interna ha habido en el PSOE. Apoyó a Joaquín Almunia en las primarias de 1998, a José Bono en el congreso socialista de 2000 y a Trinidad Jiménez en las primarias de Madrid del año pasado. Eso sin contar con su derrota a manos de Mariano Rajoy el 20 de noviembre. Ya había comenzado a labrarse una cierta fama de gafe entre los socialistas, un aura que se sacudió hoy con su victoria frente a Carme Chacón.

El suyo fue el triunfo de la experiencia. La mayoría de los delegados socialistas prefirieron embarcarse en una singladura con un capitán experto y cuyas habilidades y defectos conocen antes que correr el riesgo de escoger a un patrón que, al fin y al cabo, era un albur. Las críticas de que era más de lo mismo, un exponente de la vieja guardia, no hicieran mella en su temple ni en la mente de la mayoría. Él mismo se dio hoy el lujo de bromear sobre el asunto en el discurso de presentación de su candidatura. «Ella (Chacón) me ha dicho 48 veces que soy el pasado, y yo mismo he dicho 60 veces que tengo más experiencia», bromeó con toda la intención del mundo.

Y es que el principal activo que ha vendido Rubalcaba a lo largo de esta campaña ha sido ese, el de su experiencia y veteranía, rasgos que en la profunda depresión que abate al PSOE son un valor de primera magnitud. No ha escondido que ha recorrido casi todos los escalafones del poder desde 1982 y que ahora se conoce el partido como la palma de su mano. Para estos tiempos de abatimiento, su mensaje, en jerga coloquial, era que mejor un viejo zorro con 61 calendarios a sus espaldas que una promesa de 41.

Experto en travesías del desierto

Y es que Rubalcaba las ha visto de todos los colores. Vivió los mejores y peores días con Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero. También es un experto en travesías del desierto. Cuando los socialistas han estado en la oposición siempre ha ocupado la primera línea y nunca ha perdido la visibilidad. Su figura, ya fuera en el gobierno o fuera de él, nunca ha estado en segundo plano.

Pero ahora se enfrenta a una tarea desconocida para él. Nunca ha tenido cargos importantes en la estructura interna del PSOE, y cuando ha pertenecido a la dirección del partido lo ha hecho en calidad de portavoz parlamentario o como vocal sin responsabilidades de área. Pero en este último año ha hecho un curso intensivo y acelerado de conocimientos de la organización socialista. La campaña para las últimas elecciones generales y la de este congreso le han llevado de punta a punta de España, ha pisado todas las federaciones, ha estrechado miles de manos y conoce las cuitas de los dirigentes y las bases del partido.

Un bagaje indispensable para los retos que están a la vuelta de la esquina. Los congresos regionales que se celebrarán en las próximas semanas y en los que casi todas las federaciones tienen que renovar sus direcciones.

Unos cónclaves en los que, sin duda, brillarán unos cuchillos hasta ahora envainados y habrá muchas facturas que pagar tras las sucesivas derrotas socialistas en las elecciones autonómicas y municipales de mayo pasado y en las generales de noviembre. En esas citas, además, estarán aún sin cerrar las cicatrices de las heridas, algunas muy profundas, abiertas en este 38 Congreso Federal del PSOE. Será el momento de comprobar si los llamamientos a la unidad surten efecto o no son más retórica congresual. El segundo reto, casi más urgente, es el de las elecciones en Andalucía, donde los socialistas gobiernan desde hace tres décadas, y Asturias.

En ambos casos las expectativas pintan mal para el PSOE, pero el nuevo secretario general se juega en ambos territorios el inicio de la reconquista o la reafirmación de la derrota.

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