Borrar
Miguel Zugaza, en los Jerónimos. / A. F. y V. C
«El 'Guernica' se merece estar en el Prado»
miguel zugaza, diez años en el prado

«El 'Guernica' se merece estar en el Prado»

El responsable de la emblemática pinacoteca, que cumple diez años en el cargo, reivindica la apertura del museo al siglo XX y la presencia de Picasso junto a Goya y Velázquez, los tres grandes genios del arte español.

FERNANDO BELZUNCE

Jueves, 19 de enero 2012, 21:29

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Es probable que el titular de este artículo no le guste mucho a Miguel Zugaza. El director del Museo Nacional del Prado, de 47 años, cumple esta semana diez al frente de la gran pinacoteca española y durante su aplaudida gestión, en la que ha procurado evitar el ruido y la controversia, se ha distinguido siempre por su cautela y su discreción. Valorada por los expertos, respetada por los políticos y avalada por el público, su labor se ha centrado en conducir hacia la modernidad esta enorme, compleja y, como él expresa continuamente, "apasionante" nave cultural que, sin perder su identidad, ha alcanzado una nueva dimensión con el proyecto de ampliación de Rafael Moneo. A falta de culminar este año la reordenación de las salas, la gran tarea pendiente -según se desprende de sus palabras- es plantear un gran debate sobre el futuro del Prado, hasta ahora cerrado al siglo XX, y abrirlo al arte moderno, en especial a Pablo Picasso y en concreto a su 'Guernica': "Creo que es absurdo que Picasso no esté. Fue director de este museo y me parece que sería el colofón ideal. Igual no lo veo yo, pero considero que tarde o temprano se incorporará de forma natural", razona.

La institución cultural es célebre en todo el mundo por colgar en sus paredes, procedentes de las colecciones reales, los apabullantes conjuntos de obras de los mayores genios de la historia del arte, como Del Bosco, Tiziano, Rubens, Velázquez o Goya. "Artistas que sin el Prado no se podrían explicar", presume Zugaza. Una discutida norma impide, en cambio, que se muestren creaciones posteriores a 1881, año de nacimiento del pintor malagueño, cuya obra, pese a su propia voluntad, solo ha podido estar presente de forma temporal. "Esa limitación es una anteojera que nos hemos puesto delante. Es una convención y, por tanto, artificial", lamenta.

¿El sitio del 'Guernica' es el Prado?

Digamos que el 'Guernica' es un cuadro embarazoso para todos. La voluntad de Picasso era incorporarlo al Prado, pero cuando llegó a España el museo no estaba preparado ni física ni intelectualmente para asumir esa obra. De hecho, se instaló en el Prado, pero en el Casón del Buen Retiro. Creo que ha tenido un papel muy importante, y lo sigue teniendo, para la puesta en marcha del Reina Sofía. Y cuando termine de cumplir ese papel no estaría mal que se volviera a plantear no solo la voluntad de Picasso, sino algo que representa mucho también para nuestro país.

¿A qué se refiere?

Creo que tratamos de diluir nuestra historia. Cuando éramos un imperio, cuando nos dábamos de gorrazos entre nosotros En mi opinión es bueno que se visualice esa continuidad histórica entre el pasado y el mundo contemporáneo y ahí el 'Guernica' y la obra de Picasso pueden jugar un gran papel. Pero insisto: habría que pensarlo solo cuando deje de tener la función tan determinante en el Reina Sofía. Lo digo sin ningún afán polémico, pero me parece que estar en el Prado es algo que se merece el 'Guernica'. De ese modo se cerraría este gran ciclo de miradas en torno a la guerra que han ofrecido los artistas españoles, desde Velázquez hasta el propio Picasso.

¿Y la reivindicación de trasladarlo a Gernika?

Hombre, yo opino que no tiene ningún sentido. Cualquiera puede reclamarlo, por supuesto, pero es una obra del Estado y la voluntad de Picasso era que formara parte de la cadena de la historia del arte que representa El Prado. Que ahora esté en otro lugar cumpliendo otra misión me parece muy bien y es muy respetable, pero

Un hombre afable

La opinión de Zugaza es muy respetada en el ámbito académico y artístico. Algunos investigadores con los que ha tratado, además de artistas y profesionales, destacan de él no solo su visión, su conocimiento o sus logros, sino también su carácter dialogante, respetuoso, afable, y una trayectoria muy sólida, labrada en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, que dirigió durante seis años, y en el Reina Sofía, donde fue subdirector.

Un paseo por las salas vacías del Prado con su director el pasado lunes, el último cerrado al público, permite sacar unas cuantas conclusiones. Una, que es educado y atento, pues se preocupa por saludar a cada uno de los empleados, con los que estrecha manos, reparte besos y felicita el año. Dos, que éstos parecen tenerle estima. Tres, que siente una irrefrenable pasión por el arte, pues, a pesar de las prisas, no puede evitar detenerse frente a algunas obras, explicarlas -siempre en voz baja-, ofrecer su conocimiento y disfrutar con ello. Y cuatro, que ama tanto el museo en el que trabaja que, aunque se nota que no le gustan las entrevistas y mucho menos la exposición pública que éstas conllevan, se preocupa de que el fotógrafo obtenga una imagen extraordinaria. "En este punto el visitante puede reconocer de un solo vistazo 'Las Meninas' de Velázquez y 'La familia de Carlos IV' de Goya. El diálogo entre los dos maestros se hace aquí especialmente elocuente", propone. "No la ha sacado nadie. Si consigues que se vea en una sola foto eres como Carlos V", ríe, animado. La imagen que ilustra estas páginas es la respuesta al reto de nuestro fotógrafo.

Con una elegancia austera, de un estilo muy bilbaíno, Zugaza, que suele comprar sus recurrentes trajes oscuros en la clásica sastrería Derby de la capital vizcaína, se mueve por las salas como pez en el agua. Las ha visitado cientos, miles de veces, algunas de ellas por las noches, completamente solo, aunque prefiere hacerlo cuando hay visitantes y copistas. "Es cuando cobra verdadero sentido nuestro trabajo", argumenta. Ya no le sorprende ver a alguien llorar y santiguarse delante del Cristo de Velázquez y recuerda que para apreciar la brillante paleta del maestro sevillano, Tiziano o Rubens es imprescindible la luz natural, "preferiblemente si es la luz declinante del otoño o la primavera". Siente especial fascinación por el taller, que le ofrece un privilegiado grado de intimidad con la obra de arte. Allí se restauró 'El vino de la fiesta de San Martín', de Bruegel el Viejo, la última adquisición del Prado. Aún entusiasmado por su presencia, este historiador que cita con frecuencia a teóricos fantasea con la idea de incorporar a la colección una gran pintura holandesa. "Teniendo el epicentro en Velázquez, un gran Vermeer sería muy interesante", suspira.

Zugaza es natural de Durango, una localidad próxima a Gernika que también fue bombardeada por los nazis en el mismo episodio que motivó la obra de Picasso. Hijo de Leopoldo -un apreciado impulsor cultural bregado en varias aventuras al que considera su gran referente-, allí regresa cada fin de semana. En Durango tiene a su mujer y a sus cuatro hijos. Un chaval de 16 años, dos mellizos de 11 y una niña, Manuela, que hará 3 años en marzo. Los ve durante las vacaciones y los fines de semana, que dedica en gran parte a seguir a la prole a lo largo y ancho de Bizkaia en las diferentes citas marcadas por el deporte escolar. De aficiones sencillas, es un entusiasta seguidor del Athletic al que el entrenador Marcelo Bielsa ha logrado conquistar. También le gusta la pelota, que le entretiene algunas tardes, y se siente honrado cuando una asociación local de artistas le invita a que participe en la entrega de unos premios. En casa tiene algunos dibujos -"recuerdos de artistas que conozco"- y una gran biblioteca formada por un millar de obras. Hay novelas y cuentos infantiles, pero sobre todo hay libros de arte. Por cómo describe lo que le ha gustado su última lectura, 'Roma', de Robert Hugues, aún parece mantener la misma ilusión que cuando estudiaba Geografía e Historia en la Universidad de Deusto y decidió marchar a Madrid para especializarse en Historia del Arte, animado por varios profesores, entre los que evoca con gratitud al crítico Luis Lázaro Uriarte.

Un museo sin audioguías

"Cuando llegó nos dijo que no sabía cómo presentarse a sí mismo, pero que si preguntábamos por él en el Bellas Artes de Bilbao posiblemente dirían que era n director coñazo. Y es cierto. Es un auténtico coñazo. Trabaja muchísimo y hace trabajar. Conoce al detalle cada aspecto del museo. Sabe hasta si han pintado una pequeña pared y por qué. Es muy exigente, pero se aprecia el resultado y la gente le tiene aprecio". Ajeno a las palabras de uno de sus colaboradores, Zugaza se quita mérito cuando se repasan con él las metas alcanzadas bajo su 'mandato': "El Prado no es para solistas. Tiene que funcionar como un coro. No es el director. Yo he tenido la suerte de que la institución, el patronato y los propios partidos políticos tenían muy claro qué hacer. Me incorporé a una estrategia ya planteada que tenía la idea de la modernización en ciernes".

La tarea que ha tenido que abordar en el Prado ha sido ingente. "Hace diez años no se cuidaba nada al visitante. Era un museo más bien para entendidos y no había ni carteles que introdujeran las obras. No interesaba atraer al público. En este tiempo ha cambiado absolutamente todo", valora un empleado veterano. Entre otras cosas, Zugaza, que reparó el primer día en que el Prado ni siquiera tenía audioguías, fue el encargado de pilotar junto al arquitecto Rafael Moneo las obras que permitieron incorporar los Jerónimos, ganar superficie expositiva, modernizarlo y estar a la altura de los grandes complejos culturales del mundo. La actuación ha permitido rescatar cientos de obras ocultas y también que en la actualidad, a falta de que concluya la reorganización de la pinacoteca, se muestren al público alrededor de 1.600 tesoros, incluidas pinturas, esculturas, dibujos, grabados y artes decorativas.

Bajo su dirección, el Prado ha pasado de recibir a 1.730.000 de visitantes en 2002 a superar los 2.910.000 el año pasado, cuando batió su récord histórico. Los ingresos del museo aportaban a su llegada tan solo el 10% del presupuesto anual y en 2011, con una cantidad bastante superior, supusieron ya el 50%. Zugaza espera compensar este año los recortes anunciados por la Administración con un aumento de sus ingresos. En diciembre cerró un histórico acuerdo con los sindicatos que permitirá abrir los lunes al público. "Para 2013 íbamos a perder el 30% del presupuesto y entonces nos planteamos dos opciones: o empezábamos a restar o ampliábamos la actividad para mantener el impulso que tenía el museo. Decidimos abrir un día más. Eso beneficia al museo, al visitante, al entorno y también al personal que trabaja aquí. Eso es explicarlo. Es sencillo. No hay necesidad de ir al instituto ese ¿Cómo se llama la escuela donde enseñan?"

¿El instituto de Empresa?

Eso, el instituto de Empresa. Es sentido común. Hice lo mismo cuando estaba en el Bellas Artes de Bilbao. Sumar actividad. El Prado es capaz de generar actividad y según la generes puedes captar más interés. Hemos abierto todas las posibilidades, a nivel científico, de educación, de difusión. Al Prado le ha beneficiado muchísimo la ampliación del museo, que es un aldabonazo. Permite volver a convocar a la sociedad.

A Zugaza, pese a su expresión comedida, parecen gustarle los desafíos. En su etapa en el Bellas Artes de Bilbao le tocó lidiar con la aparición del Guggenheim a apenas 300 metros, lo que supuso un gran reto para un centro tan veterano y bastante más modesto, discreto, poco habituado en aquel entonces a que los turistas pasearan por sus salas. Después de impulsar su oferta y reorientar su filosofía, la institución logró esquivar la sombra del coloso y se presentó como un museo complementario, con una propuesta alternativa que le permitió reinventarse y beneficiarse del 'efecto llamada' del edificio de Frank Gehry. Este año también ha batido su récord de visitantes, en gran parte debido a la exposición de Antonio López, autor al que, por cierto, Zugaza suele consultar aspectos relacionados con el Prado. Junto al pintor, que pertenecía al patronato, trató de convencer al cineasta Víctor Erice para que abordara su proyecto de filmar un documental sobre Velázquez y Las Meninas. Erice requiere tiempo, tiene sus plazos, y eso Zugaza, acostumbrado a los artistas, lo respeta. Le ayudan a entender mejor el museo. "Tienen una sensibilidad especial. Resultaron claves en la reordenación de las salas", descubre. Le habría gustado tener cerca al fallecido Eduardo Chillida y se enorgullece de poder contar con Moneo en el equipo que gobierna el museo.

Firme defensor de dejar la política al margen de las instituciones culturales (llegó con Aznar, siguió con Zapatero y continuará con Rajoy), Zugaza reivindica para otros centros la autonomía profesional de la pinacoteca madrileña, que ahora una ley propia extiende al Reino Sofía. "No se hubiese podido hacer nada sin aquel pacto parlamentario del año 95 en el que los partidos políticos se pusieron de acuerdo. Decidieron no hacer una batalla política en relación con el Prado y tratar de sacar adelante el proyecto. Esto es muy importante".

En el Guggenheim no es así.

No. Y tampoco en el Niemeyer de Avilés, que no se sabe muy bien ni qué es. Se acaba de crear y ya están a mamporrazos. Yo creo que las apuestas en las instituciones culturales hay que hacerlas a largo plazo, con estrategias muy consensuadas. Lo que ha pasado en el Prado en estos años no se explicaría sin esa ligazón institucional con el ámbito político.

¿Qué le parece José Ignacio Wert, el ministro de Cultura?

Creo que es un hombre extraordinario. Los ministros, los políticos, nos han ayudado mucho. No ha habido nunca dificultades.

La crisis sí va a poner en dificultades a la cultura.

Tradicionalmente, cuando había recortes, lo primero de lo que se prescindía era de la cultura, como si fuera un adorno. Y no. Tiene relevancia por su valor cultural, pero también porque incide en su entorno. Eso hay que decirlo si hace falta mil veces.

¿No cree que ha habido cierto abuso? Parecía que cada ciudad debía tener un palacio de congresos y un museo.

Se han cometido errores y hemos vivido un proceso bulímico. Cada administración quería crear instituciones nuevas. Vamos a tener que digerirlo estos años y veremos qué es lo que queda después de todo esto, sobre todo en infraestructuras. Creo que hemos pecado de nuestra propia burbuja cultural.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios