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fin a 51 años de terror

829 asesinatos en décadas de terror

Los crímenes de ETA se multiplicaron con la llegada de la democracia

ALFONSO TORICES

Viernes, 21 de octubre 2011, 04:30

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Bombas, tiros en la nuca, ametrallamientos... Militares, policías, políticos, jueces, ciudadanos anónimos y también niños. ETA comenzó a asesinar en 1968 y hasta 2010, excepto durante los breves periodos de tregua, no paró su espiral de muerte. Son 43 años de violencia desde que Txabi Etxebarrieta matara en la localidad guipuzcoana de Villabona al guardia civil José Pardines y hasta que un disparo de un comando acorralado tras robar en un concesionario acabó con la vida del gendarme Jean Serve Nerine, el 16 de marzo de 2010, en territorio francés. El último crimen ocurrido en España fue la bomba lapa que el 30 de julio de 2009 reventó en Mallorca la patrulla en la que viajaban los guardias civiles Carlos Sáenz de Tejada y Diego Silva. Esta historia de terror ha terminado con 829 asesinados y varios miles de heridos.

La primera ETA , la de la dictadura franquista, mató a 46 personas. Fueron, en su mayoría, asesinatos selectivos de guardias civiles, policías, militares y personas afines al régimen. Fue una época marcada por los crímenes a balazos, en la que la banda terrorista apenas recurrió a los atentados con explosivos que pudieran provocar víctimas civiles o indeseadas. Una notable excepción: la explosión que mató al almirante Luis Carrero Blanco, presidente del Gobierno, el 20 de diciembre de 1973 en Madrid.

ETA , tras la muerte de Franco y la llegada de democracia, lejos de controlar la violencia se lanzó a una campaña creciente y amplió su terror más allá del País Vasco y Madrid. Los terroristas comenzaron a usar bombas para sus atentados contra convoyes militares de guardias y policías a partir de 1978. La banda asesinó en doce meses a 66 personas. Comenzaban los 'años de plomo': 76 muertos en 1979 y 92 en 1980, el año más sanguinario de la historia de ETA . Hasta mediados de la década de los ochenta, la banda terrorista mantuvo la estrategia de golpear a las fuerzas de seguridad y a los militares. Madrid se convirtió en el escenario de numerosos atentados, pero las cada vez más efeectivas operaciones policiales hicieron que la organización nunca pudiera a volver a rozar el centenar de muertos anuales.

La era de las masacres

1986 marcó otro hito. Una etapa que duraría diez años, una década de masacres. ETA comenzó los grandes atentados con explosivos y con víctimas civiles. El 25 de abril de aquel año, un coche bomba en la calle Juan Bravo de Madrid causó cinco muertos.

Poco después, el 15 de julio, la banda terrorista mató a doce guardias civiles en el atentado de la Plaza de República Argentina, también en Madrid. Y en 1987 llegó la mayor de las matanzas: Hipercor. Fue el 19 de junio. Un coche bomba en el garaje del centro comercial de Barcelona provocó 21 muertos, dejó a 22 personas inválidas y causó medio centenar de heridos.

Aquella masacre, que ETA siempre defendió que fue involuntaria y que se debió a que no se creyó cierto el aviso, no hizo cambiar a la banda, que siguió con sus coches-bombas. Sólo medio año después de Hipercor, la organización terrorista atentó contra la casa cuartel de Zaragoza, en la que murieron 11 personas. En mayo 1991, otros 70 kilos de explosivos contra el acuartelamiento de Vic se cobraron la vida de nueve personas. Los coches-bombas de ETA provocaron también un reguero de sangre en Madrid. En 1992, plaza de la Cruz Verde, cinco muertos; 1992, calle López de Hoyos, siete muertos; 1995, barrio de Vallecas, seis muertos... El baño de sangre dio paso a la llamada 'alternativa democrática' y a los asesinatos de políticos: en enero de 1995 fue asesinado Gregorio Ordoñez, concejal de San Sebastián; Fernando Múgica, presidente del PSE, fue el siguiente, en febrero de 1996. Una semana después, moría a tiros en su despacho de la universidad el expresidente del Tribunal Constitucional Francisco Tomás y Valiente.

42 políticos

La movilización ciudadana por estos asesinatos no frenó la campaña de ETA contra los políticos y concejales no nacionalistas.

La respuesta ciudadana tras el secuestro y asesinato del edil de Ermua Miguel Ángel Blanco tampoco sirvió. Entre diciembre de 1997 y la declaración del alto el fuego de septiembre de 1998, la banda mató a otros seis políticos, entre ellos Fernando Buesa, Juan María Jáuregui, Ernest Lluch y José María Martín Carpena, y la lista de cargos públicos asesinados, 42 en total, se completó en 2008 con la muerte a tiros, el 7 de marzo, del exconcejal socialista Isaías Carrasco.

El último gran hito de esta historia criminal fue la voladura de la Terminal 4 del aeropuerto madrileño de Barajas, el 30 de diciembre de 2006, que acabó con la vida de Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio y al tiempo, y a traición, puso fin al proceso de paz y diálogo con el Gobierno iniciado ocho meses antes.

La sucesión y contundencia de los golpes policiales que acosaron a ETA desde 2007, que acabaron con sus principales comandos operativos y arsenales y descabezaron de forma reiterada su aparato militar, redujeron al máximo su capacidad asesina y minimizaron la nómina de crímenes de su última etapa, con sólo diez fallecidos y varias decenas de heridos en cuatro años. Entre los crímenes que más indignación despertaron en este período de descomposición de los terroristas, además de los de Carrasco, los guardias civiles de Mallorca y el gendarme, estuvieron la ejecución a tiros de otros dos miembros del instituto armado, el 1 de diciembre de 2007, en la población francesa de Capbreton y el asesinato del expresidente de la patronal guipuzcoana, Ignacio Uría, tiroteado en una calle de Azpeitia.

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