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Benedicto XVI deja Santiago entre la euforia y el descontento
VISITA DE BENEDICTO XVI

Benedicto XVI deja Santiago entre la euforia y el descontento

Mientras los más creyentes se sentían satisfechos, el resto no dejaba de quejarse

ANDER CARAZO

Sábado, 6 de noviembre 2010, 23:30

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El día se levantó con una densa niebla que, por momentos, hizo que muchos temiesen que el avión del Papa no consiguiera aterrizar. "Llevo toda la mañana rezando", aseguraba un hombre con el rosario entrelazado en sus manos y el transistor encendido a su lado. Cuando finalmente se anunció que Benedicto XVI estaba en suelo español proclamó: "`Aleluya!".

Miles de personas arroparon al Santo Padre en su camino desde el Aeropuerto de Labacolla a la Plaza del Obradoiro. Muchos calcularon que el 'papamovil' aminoraría la marcha frente a la estatua de bronce en honor a Joseph Ratzinger, erigida gracias a una colecta popular de 97.000 euros, y por esa razón la gente se agolpaba en esa zona.

Colegios religiosos, grupos parroquiales y numerosas familias llegadas de todos los puntos de la península se colocaban a ambos lados de la carretera con el objetivo de dar la bienvenida al Papa. "Por verle, todo merece la pena", aseguraba una señora rodeada de sus nietas, que se habían levantado a las cinco de la mañana y ya se les notaba cierta fatiga.

Muchos llegaron por devoción, otros por curiosidad y algunos "simplemente pasaban por allí". "Yo he venido a ver el 'papamovil'", decía un niño con sonrisa pícara. Además de las proclamas de estadio de fútbol y las canciones religiosas, alguno hizo un enorme esfuerzo y adapto las dos canciones del verano, el Waka waka de Shakira y el Pa-panamericano, en honor al Santo Padre.

Lleno a rebosar

Cuando la gente divisó en la lejanía el particular automóvil, las banderitas compostelanas y vaticanas empezaron a ondear, y solo se percibía un grito emocionado del público. Pero el séquito papal no desaceleró, y la gente apenas pudo percibir la figura de Benedicto XVI en una cúpula con los cristales demasiado brillantes.

Mientras los más creyentes se sentían satisfechos, el resto no dejaba de quejarse. "Todo muy bien preparado, todo perfecto", aseguraba una señora proveniente de la parroquia de Santa Marina en Palencia. "Ni se molestó en saludar", se quejaba un decepcionado adolescente.

La mayoría de los asistentes puso rumbo hacia el casco histórico de la ciudad. Las inmediaciones de la Catedral ya estaban a rebosar y la gente buscaba ver la eucaristía de la tarde "desde la pantalla gigante más cercana".

Tumbados bajo un árbol del parque de La Alameda, tres londinenses observaban la misa que tenía lugar a menos de un kilómetro de allí. Todo les había salido según lo previsto. El viernes terminaron el Camino de Santiago y ahora disfrutaban de una misa oficiada por el mismísimo Papa.

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