Borrar
¿Qué ha pasado hoy, 27 de marzo, en Extremadura?
La placentina Maribel Blanco Fernández. ::
«He ganado, pero a mi hijo y a mí nos han robado 10 años»

«He ganado, pero a mi hijo y a mí nos han robado 10 años»

Maribel Blanco logra que el Supremo le reconozca su derecho como madre | Esta placentina es la primera lesbiana separada de su pareja que consigue la filiación de su hijo

Ana B. Hernández

Jueves, 20 de octubre 2016, 00:23

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Su lucha marca un antes y un después para las parejas del mismo sexo. Porque su sentencia crea jurisprudencia. A partir de ahora se podrá filiar a los hijos de parejas del mismo sexo aunque estén separadas.

Lo ha logrado la placentina Maribel Blanco después de una pelea judicial que comenzó en 2007. Con la legislación actual, si una pareja de personas del mismo sexo tiene un hijo, la filiación es automática, como ocurriría con una heterosexual, pero con el requisito añadido de estar casados. Ahora ya no será necesario, porque el Tribunal Supremo, en una sentencia sin precedentes, ha dado la razón a Maribel Blanco, la ha reconocido como madre a pesar de estar separada.

«Estoy esperando el libro de familia, en el que aparezcamos mi expareja y yo, las dos como madres de nuestro hijo», afirma. Para ello ha tenido que esperar un año, lo que ha tardado el juzgado de Talavera de la Reina (localidad en la que reside) en ejecutar el fallo del alto tribunal. «Porque las instituciones siempre van por detrás, y mucho, de la sociedad», lamenta.

Pero a pesar del retraso en lograr que su derecho sea reconocido, Maribel Blanco ha alcanzado su objetivo. Un reto al que ha dedicado casi una década. Y, sin embargo, «tengo un sabor agridulce, porque he ganado, pero a mi hijo y a mí nos han robado 10 años de nuestra vida».

Decidió ser madre, junto con su ahora expareja, «cuando llevábamos once años de relación, porque entendí que era una relación consolidada y no quería un hijo de una familia rota», explica. Se decantaron por la inseminación artificial para ello y decidieron que fuera su expareja la gestante. Su hijo nació en noviembre de 2003 y dos años después, cuando se aprobó la ley que permite casarse a personas del mismo sexo, Maribel y su pareja comenzaron a preparar la boda.

No se llegó a celebrar porque la relación comenzó a deteriorarse y se rompió en junio de 2006. Su expareja se llevó al niño tras la ruptura y ahí comenzó el calvario de Maribel. Su hijo no había cumplido los tres años y su expareja dificultaba las visitas.

La batalla

El primer juicio del largo proceso judicial emprendido por esta placentina se celebró en 2007. «Gané y me reconocieron el derecho a las visitas». Su expareja recurrió el fallo primero en la Audiencia, que ratifica lo fijado en primera instancia, y después en el Supremo, «puesto que no quería ni que viera a mi hijo ni que me reconocieran como madre». El alto tribunal, en una sentencia de 2011, «me da la razón en las visitas, pero me reconoce solo como allegada».

Maribel Blanco no se conforma e inicia un nuevo proceso judicial. Y el Supremo, esta vez sí, reconoce a la placentina como madre del niño que tuvo con su pareja a pesar de que no estaban casadas cuando llegó el menor y que hoy están separadas. Considera que «el niño había sido concebido en un proyecto común de la pareja, habiendo actuado en su entorno ambas como madres», según el fallo.

«Porque todos las pruebas son irrefutables, porque todos los informes de los peritos me daban la razón, porque madre no es la que pare sino la que cuida, enseña, juega... Tenía casi tres años cuando nos separamos, pero el apego se genera esos años si tú eres la que estás con él, y mi hijo siempre ha querido estar conmigo». Por eso, aunque ha llorado muchas noches, se ha levantado cada mañana con ganas de seguir peleando. «Como haría cualquier madre si, de repente, un día alguien se lleva a tu hijo». Por eso no ha tenido nunca duda de que la lucha la mantendría hasta el final.

«Porque cuando en algún momento me vio cabizbaja, porque ha sido algo muy duro desde todos los puntos de vista, mi hijo me cogía la mano y me decía por favor mamá, no me dejes; y yo tengo claro que no le dejaré en la vida». También, asegura, «porque mi hijo en mi casa siempre ha sido feliz, porque si yo hubiera pensado que le hacía mal, con todo el dolor de mi corazón, no habría iniciado nunca esta batalla, me habría alejado».

Las instituciones

La sentencia que la reconoce como madre, y que ha creado jurisprudencia, fue emitida en 2014 y dictada en firme en marzo de 2015, pero hasta el pasado 3 de octubre no se ha recibido la notificación para su ejecución en Talavera de la Reina.

Maribel espera ahora el libro de familia en el que aparezca su nombre, el de su expareja y el de su hijo con los apellidos de ambas. Lo ha conseguido una década después, cuando su hijo está a punto de cumplir los 13 años. Por eso dice que el sabor que hoy tiene es agridulce. «Agrio, porque los diez años que nos han robado nadie nos los va a devolver; dulce, porque lo hemos logrado». Gracias a su lucha y «al apoyo incondicional de la Fundación Triángulo, que es nuestra familia». Juntos han conseguido una sentencia que sienta jurisprudencia y que allana el camino a quienes vivan una situación como la de Maribel. Por eso esta placentina clama con fuerza que «es fundamental que reconozcan a nuestras parejas, deben ser tratadas como las heterosexuales en todos los sentidos; la sociedad tiene corazón, pero las instituciones no, y esto no se puede consentir».

Afirma que los golpes que ha recibido durante toda su lucha y antes de que se iniciara, han venido de las instituciones. «Nunca de la sociedad, porque mi hijo está creciendo sin ningún problema con dos madres». Cuando con cinco años jugaba con otros niños en el parque y surgió una duda, uno de los amigos le preguntó: ¿qué te dice tu padre? El hijo de Maribel respondió que él tenía dos mamás y, ante la incredulidad de sus amigos, les dijo: yo soy de las familias LGTB y les explicó que eso supone que hay quien tiene un papá y una mamá, pero también quien tiene dos papás y dos mamás. «Y uno de sus amigos le dijo entonces: Jo, tío, qué suerte», recuerda hoy Maribel.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios