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Jesús Rubio (derecha), junto a su compañero José Luis Pérez a las puertas de los talleres 'La Isla', en la avenida del Valle. :: andy solé
Anuncio navideño en un taller placentino

Anuncio navideño en un taller placentino

La realidad igualó al 'spot' de moda en esta historia de la Navidad de 2004, cuando cerca de 30 millones inundaron la ciudad de alegría

Claudio Mateos

Domingo, 23 de noviembre 2014, 08:59

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Los protagonistas del anuncio de la Lotería de Navidad que ha emocionado a media España se llaman Manuel y Antonio, y son personajes inventados por una agencia de publicidad, aunque su historia bien podría estar inspirada en la de Jesús, José Luis y Toni, y en lo que ocurrió en los talleres 'La Isla' de la avenida del Valle hace casi diez años, el 22 de diciembre de 2004, cuando el segundo premio inundó Plasencia de millones.

Como cada mañana desde hacía más de 30 años, Jesús Rubio Martín, José Luis Pérez Gallego y Antonio Redondo Díaz 'Toni' habían acudido aquel miércoles a trabajar al taller. Tan solo unos meses antes se habían decidido a crear entre los tres una comunidad de bienes para gestionar ellos mismos el negocio en el que llevaban como empleados toda la vida. El propietario y hasta entonces jefe se lo había dejado en alquiler. Por la cabeza les rondaba la preocupación del crédito que habían tenido que pedir para hacer frente a los gastos iniciales y la responsabilidad de haberse convertido de repente en empresarios.

Sería poco antes de las 11 de la mañana cuando sonó el teléfono del taller. Era la mujer de Jesús, que le decía nerviosa que uno de sus hijos había llamado desde Granada para decir que les había tocado el segundo premio de la lotería en las participaciones que llevaban de la hermandad de La Pasión. Ellos mismos se habían encargado de vender entre sus conocidos una matriz completa del número que aquel día dejó en Plasencia 28,8 millones de euros. Cada papeleta estaba premiada con casi 6.000 euros. Jesús encendió la radio y comprobó que, efectivamente, el 45564 había resultado agraciado. Él tenía tres, y las guardaba en el taller.

Aunque entre él y su mujer habían vendido un taco entero, Jesús no se las había ofrecido a sus compañeros de trabajo, probablemente por no ponerles en el compromiso de que se las tuvieran que comprar. Pero él tenía muy claro lo que pensaba hacer si le tocaba. Sin decirles nada, sacó las participaciones del cajón y puso una en la mano de José Luis y otra en la de Toni. «Les pregunté: ¿Pesan? Me miraron como sin entender y diciéndome que qué era eso, y les dije: ¡Pues veréis cómo van a pesar dentro de un rato!», recuerda Jesús entre risas. Entonces les explicó lo que eran, el premio que tenían en la palma de la mano, y a partir de ahí todo fueron lágrimas y abrazos. Como en el anuncio.

«Lo que hizo Jesús con nosotros no lo hace nadie», afirma ahora José Luis, diez años después. Él y Jesús siguen trabajando como socios en el taller, igual que han hecho cada día de su vida. Toni falleció en noviembre de 2006, a los 56 años. José Luis sabe bien lo que movió a Jesús: «Pues que es una persona demasiado buena, como yo le digo».

Volvería a hacer lo mismo

Jesús, por su parte, tiene muy claro que fue una decisión que volvería a tomar si se le volviera a presentar la oportunidad: «Yo tengo unas creencias, y no soy capaz de quedarme con algo que no siento que sea mío, que yo me haya ganado», explica, sin poder evitar que las lagrimas vuelvan a sus ojos al recordar aquella mañana de diciembre, y sobre todo al compañero con el que la compartieron y que ya no está.

«Aquel día ya no se trabajó, claro», apunta Jesús, quien recuerda además lo que les había costado vender el taco entero de papaletas de la hermandad, «seguramente por el recargo». Aquel día la Lotería de Navidad dejó en Plasencia casi 30 millones de euros muy repartidos, pues muchos se vendieron en participaciones de 1,20 euros. Casi todos los agraciados lo fueron fruto de la simple fortuna aunque algunos, como José Luis y Toni en el caso de los talleres 'La Isla', gracias a la generosidad de su compañero.

Jesús Rubio reconoce que una década después ver el anuncio de la lotería le ha hecho rememorar aquel día y se ha vuelto a emocionar, pues se ha sentido rápidamente identificado con la historia que se cuenta del bar de Antonio y su cliente Manuel, y con el eslogan de la campaña, que él ya llevó a la práctica hace una década porque forma parte de su manera de entender la vida: «El mayor premio es compartirlo».

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