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Plasencia, Demarcación Administrativa Completa

NICÉFORO FRANCISCO LUENGO DOMÍNGUEZ

Miércoles, 19 de noviembre 2014, 00:20

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A primeros de la década de los años 80 del pasado siglo un grupo numeroso de ciudadanos, componentes de diversos colectivos muy representativos del espectro social placentino, fundaron una asociación cuyo fin básico era la reclamación de Plasencia como provincia dentro de Extremadura principalmente, pero que también entendía que la redistribución ejecutiva regional debería pasar por la constitución de cinco entidades iguales en su contenido: Badajoz, Mérida, Don Benito-Villanueva, Cáceres y Plasencia; teniendo en consideración la enorme extensión de los dos provincias extremeñas, las mas grandes de España.

Probablemente esta reivindicación provincialista estuvo siempre en el imaginario de los habitantes de la ciudad del Jerte desde que por mor, y casi por capricho, del señor «de Burgos» (firmante del decreto de configuración política del estado de 1833), que no tuvo en cuenta las argumentaciones prolijas de los placentinos, allá por el segundo cuarto del siglo XIX, nos dejara sumidos en la postración al no considerar la candidatura de Plasencia como más idónea para la creación de una provincia, dentro de la nueva división político-administrativa que se planteaba para la España de la época.

Cierto que no fuimos la única defraudada en sus pretensiones, otras poblaciones -como particularidad, casi todas sedes episcopales-, también fueron descartadas: Cartagena, Játiva, Talavera, El Bierzo, Jerez, Calatayud y otras más. Los años pasaban, la situación del mapa político tendía a consolidarse y la decadencia placentina se hacía inevitablemente más palpable. Con todo, solo durante la efímera I República Española, con los acontecimientos revolucionarios acaecidos en toda la nación, existió una declaración romántica, más que otra cosa, del 'Cantón Independiente de Plasencia' por el alcalde Evaristo Pinto como reacción sin consecuencias. Por cierto, así se denominó a la asociación creada en la capital norteña que arriba citaba: 'Evaristo Pinto', en memoria del decimonónico regidor cantonalista. Hasta ahora aquel anhelo no se ha conseguido. Tampoco se ha intentado fuera del encomio de los miembros de la sociedad civil que encabezaron la propuesta de aquella asociación cultural desaparecida. Y además parece que no cabe en la Constitución del 78, que supongo habría que reformar. Pero puede que sí sea posible una opción dentro de nuestro Estatuto de Autonomía que solucionaría de una vez por todas la problemática del norte regional, como realidad geográfico-política indiscutible, en cuanto a un ágil funcionamiento administrativo. Esto sería la creación de una Demarcación Administrativa Completa, acrónimo DAC, para la circunscripción de Plasencia desde el Tajo hasta la raya castellana con la que somos linderos.

Es decir, la ubicación en la Ciudad de todas las delegaciones de la administración regional y de la central o estatal. Acercar, sin demagogia, de veras, la administración al administrado en todas sus acepciones. ¿No se abrieron temprano las delegaciones para cobrar (Hacienda, por ejemplo), pues por qué no el resto de las consejerías y representaciones también? ¿Qué oscuro interés existe en que esto no se haga realidad? ¿Se multiplica la administración?, no, se redistribuye. ¿Mas infraestructuras?, no, se aprovecharían los edificios abandonados y vacíos que tenemos sin dotar de contenido. ¿Mas funcionarios?, no, traslado de los que son de la zona y de otros innumerables que elegirían la población como destino laboral. Con el incalculable ahorro que supondría especialmente para el dolorido bolsillo del ciudadano que, de trasladarse por necesidad, lo haría mas cerca, aparte del revulsivo económico que de inmediato se percibiría en la población y entorno.

El freno a este anhelo está meridianamente claro que lo ponen y lo pondrían los partidos principales, pues se trata de mantener sus cuadros de mando en los anclajes del lugar donde se acumula y ejerce el poder, y así manejarlos más fácilmente. Fraccionando los resortes que suponen el uso de una administración centralizada restaríamos también algo de ese poder que blanden las oligarquías regionales y provinciales de los partidos políticos.

Me gustaría que todas las candidaturas que dicen presentarse como valedoras del interés placentino y comarcano llevasen en su programa próximo una propuesta como esta, o algo como mínimo similar, puede que nos resultaran más creíbles. Nuestros representantes nos han demostrado hasta lo de hoy que una vez son elegidos se trasladan a sus sitiales capitalinos para servir de fieles coralistas al unísono canto de los dictados de su formación. Parece que se metamorfosearan y convirtieran en personajes mudos que no chistan siquiera, para no parecer políticamente incorrectos, en favor del interés de la zona que les aupó al escaño y a la que si le deben fidelidad.

Del progreso renqueante de Plasencia para qué hablar: no se ha vuelto a conocer una etapa de bondades desde el gobierno del nunca bien ponderado alcalde Serrano Pino. «Plasencia crecerá aunque los placentinos no quieran», aseveró sentencioso Alejandro Matías; por inercia, por su privilegiada situación y por las excelencias de sus comarcas. Pero el crecimiento es tan imperceptible que los propios del lugar ni lo notan. Debemos tener en cuenta que solo han progresado llamativamente las ciudades donde la administración política se ha instalado con todo su potencial humano y material. La reivindicación de una nueva estructuración política del norte regional, encabezada por Plasencia, es ahora vital. Sin más recato: la Demarcación Administrativa Completa -DAC- es, para nosotros, los altoextremeños, la solución.

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