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Basílica de El Pilar.
Zaragoza: historia, arte y tapas por un tubo

Zaragoza: historia, arte y tapas por un tubo

Pasar dos días en la capital aragonesa dan para mucho y con actividades para todos los gustos

Guía Repsol

Jueves, 8 de octubre 2015, 11:48

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Dos días, en la capital aragonesa, dan para mucho. Dan para viajar de la Caesaraugusta romana a la Zaragoza de la Expo, pasando por la Saraqusta taifal y mudéjar del palacio de la Alfajería y por la ciudad del joven Goya, pintor de cielos en la basílica del Pilar. Dan para admirar las más modernas arquitecturas, hacer piragüismo en el Ebro o rafting en un canal de aguas bravas y tomar tapas y copas en la famosa zona llamada el Tubo. Pero lo primero es lo primero: saludar a la Pilarica.

Primera mañana: entre el cielo y el agua

10.00 La pequeña gran Pilarica

A todo el que la ve por primera vez le choca que la Virgen del Pilar, siendo tan famosa y patrona de algo tan grande como la Hispanidad, mida solo 36,5 centímetros. Otra cosa que sorprende es el armario que tiene, con diez coronas diferentes y mantos de todas las épocas y colores (blancos, morados, verdes, rojos, azules). Y otra, los prodigios que obra, como cuando en 1640 restituyó por completo la pierna amputada de un joven de Calanda. Nada tiene de extraño que la gente le tenga mucha fe y compre por docenas su cinta para entregársela a alguien a quien estima y darle así buena suerte. Se llama Cinta de la Medida de Nuestra Señora del Pilar, porque mide lo mismo que la Pilarica. Y tiene que regalarse. Si no, no funciona.

Bajo los techos altísimos de la Basílica del Pilar nos sentimos muy pequeños, más aún que la Pilarica. Impresiona el tamaño, pero también el arte que encierra este templo barroco levantado a la vera del Ebro. Aparte de la Santa Capilla, obra maestra del siglo XVIII diseñada por Ventura Rodríguez, que preside la Virgencita desde lo alto de su columna, destacan el retablo mayor de Damián Forment, el coro mayor, el órgano y (lo que más cabezas diminutas hace levantarse hacia arriba) los frescos de Goya que decoran la bóveda del Coreto y la cúpula Regina Martyrum. De noche, desde el puente de Piedra, es como más bello se ve el Pilar.

12.00 El legado de la Expo

Desde el Pilar hasta la zona de la Expo, siguiendo la recuperada ribera del Ebro, lo ideal es ir andando o en bici. No tardamos más de 15 minutos y, a cada paso (o a cada pedalada), la ribera nos sorprende con algo diferente, sobre todo con sus puentes. El más espectacular es el Pabellón Puente, firmado por Zaha Hadid: tiene forma de gladiolo y apoya un extremo del tallo en la margen derecha del río y el otro, bifurcado en tres ramales, en la izquierda, donde se celebró la Exposición Universal de 2008, dedicada al agua y a la sostenibilidad. Sobre todas las arquitecturas aquí presentes, señorea la torre del Agua, un edificio acristalado de 76 metros de altura cuya planta dibuja una simbólica gota, que es opaco de día y faro luminoso de noche. La Asociación Legado Expo Zaragoza organiza visitas guiadas. El que se puede (y se debe) visitar por libre es el Acuario Fluvial, que es el mayor de Europa. Recubierto por un cristal blanco que simula un iceberg, alberga más de 1.200 animales de 120 especies originarias de cada uno de los cinco ríos que articulan el espacio expositivo: Nilo, Mekong, Amazonas, Murray-Darling y Ebro. Y también hay que visitar y pasear el Parque del Agua Luis Buñuel, un nuevo concepto de jardín urbano que se extiende sobre 120 hectáreas del meandro de Ranillas, ofreciendo amplias zonas verdes y numerosas actividades: talleres de jardinería, teatro, paseos a caballo e incluso rafting en un canal de aguas bravas. En 2009 recibió el premio FAD, en la categoría de Ciudad y Paisaje.

Primera tarde: marcando el ritmo para el cabaré

14.00 Comer en un palacio

Volvemos sobre nuestros pasos para comer como reyes en un palacio renacentista a 300 metros del Pilar. Montal es un restaurante encantador, pero también una tienda (en la planta baja) regentada por la familia de este apellido desde 1919, donde antes se vendían legumbres y ahora productos gourmet. Merece la pena visitar la bodega, que atesora unas 800 referencias. Y pedir las alcachofas rebozadas con queso, que son la especialidad. La Bastilla es otro restaurante de toda confianza, a pocos minutos del Pilar, al igual que La Matilde. Este último, muy recomendable para apasionados del vino: 25.000 botellas en bodega y cavas que se abren con un golpe de espada.

16.30 La Aljafería, joya del arte hispano-musulmán

Viajamos después de comer a Saraqusta, la que fue taifa independiente desde 1018 hasta 1110. Y lo hacemos visitando la Aljafería, el Palacio de la Alegría que soñó para su recreo el monarca Al-Muqtadir, una de las tres grandes joyas artísticas de la presencia musulmana en el sur de Europa, junto con la Alhambra de Granada y la Mezquita de Córdoba, y uno de los monumentos más representativos del mudéjar aragonés, declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad. Tras la conquista cristiana, la Aljafería fue, ya en su época mudéjar, residencia de Pedro IV de Aragón y palacio de los Reyes Católicos. Tuvo luego varios usos poco edificantes (inquisición, cárcel real y cuartel), hasta que, en 1987, las Cortes de Aragón se instalaron aquí. El patio de Santa Isabel, con su jardincillo y sus pórticos de arcos afiligranados, es tan hermoso, tan plácido, que dan ganas de quedarse en él y no ver nada más, pero hay que visitar también el Salón Dorado y el Oratorio para hacerse una idea del esplendor de Zaragoza en la época taifal.

18.00 Compras en Alfonso I y merienda en Don Jaime I

A Alfonso I, el Batallador, que arrebató a los musulmanes la Aljafería y el resto de la ciudad en 1118, está dedicada la principal calle del casco histórico, arteria peatonal y comercial donde nos relajamos mirando escaparates y también la bella perspectiva de la basílica del Pilar asomando al fondo de la misma. En esta calle y las adyacentes, se encuentran las mismas cosas y las mismas tiendas que en tantos otros lugares, pero también originales regalos en Grillo; dulces adoquines, piedras de río, frutas de Aragón y souvenirs mil en El Mañico; y artículos de otra época, que no hubieran extrañado al mismo Alfonso I; mantones de manila y mantillas en La Parisien o imaginería y productos litúrgicos en Belloso. Para comprar las famosas alpargatas de Casa Alfaro hay que ir al otro extremo del casco antiguo, pero el paseo de diez minutos merece la pena: esparteñas personalizables y de lujo, incluso para novias. Para compras más fashion, ver esta guía.

Otra calle por la que apetece pasear al atardecer es Don Jaime I, porque en ella abre sus puertas desde 1858 la pastelería Fantoba, catedral zaragozana del dulce cuyos fieles acuden todos los días a venerar las frutas de Aragón, las de Niza, los guirlaches y las trenzas de la Virgen. En el extremo sur de la calle, a punto de llegar a la del Coso, se encuentra el Teatro Principa, que también conserva el encanto de siglos pasados (data de 1799) y cuya programación nos interesa consultar, por si nos cuadra para hoy o mañana.

21.00 Tapas por un tubo

Entre las calles Alfonso I y Don Jaime I, que acabamos de recorrer, está el meollo de Zaragoza, su corazón y (lo que es más importante a estas horas) su estómago. El Tubo, que así se llama la zona, es un denso entramado de callejuelas (Cuatro de Agosto, Mártires, Libertad, José Pellicer Ossau, Cinegio, Estébanes, Blasón Aragonés, El Pino y Plaza Santiago Sas) plagadas de bares de tapas. Hay mil posibilidades, pero deben probarse los champiñones a la plancha de La Cueva en Aragón, alguna de las 16 variedades de empanadillas libanesas del Fenicia, las migas de diseño de La Miguería, las cigalas de la huerta (ajos tierno a la plancha) de Casa Pascualillo y el papapico (picadillo de carne y patatas) de El Limpia, donde además se ofrece servicio de limpiabotas desde 1914.

Sin salir de la tumultuosa zona del Tubo, existen también opciones para una cena sosegada y de gran calidad gastronómica, como Casa Lac, uno de los restaurantes más antiguos de España (1825), de cocina aragonesa de autor; o como Bal dOnsera, éste de decoración y platos minimalistas.

Si hay ganas de seguir, en la zona no faltan precisamente las opciones, pero el lugar legendario, al que hay que ir si es nuestra primera vez en Zaragoza, es El Plata, el cabaré ibérico ideado por el cineasta Bigas Luna. La alternativa al Tubo, en verano, son las terrazas a orillas del Ebro. Como Le Pastis: conciertos gratis, cócteles y vistas hipnotizadoras al río, en el paseo de la Ribera, junto al Puente de Hierro.

Segunda mañana: saltos en el tiempo

10.00 Ruta de los museos romanos

Hoy vamos a empezar por el principio. Por el principio de la propia ciudad, la que fundaron los romanos 14 años antes de que naciera Jesucristo y que tuvo el honor de llevar el nombre del mismísimo emperador: Caesaraugusta. Las ruinas de aquella población se concentran en la zona oriental del casco antiguo, entre las calles Don Jaime I y del Coso, y pueden verse en los cuatro museos que integran la llamada Ruta Caesaraugusta: el del Teatro, el del Foro, el del Puerto Fluvial y el de las Termas Públicas. Todos ellos nos hablan de una ciudad que vivió su periodo de mayor esplendor durante los siglos I y II después de Cristo, en el que se realizaron grandes obras públicas, como el teatro capaz de albergar 6.000 personas, cuyos restos fueron descubiertos de manera fortuita en 1972. Como se explica en el Museo del Puerto Fluvial, el río Ebro era entonces navegable desde Tortosa hasta Logroño, y Caesaraugusta ocupaba un estratégico lugar, a medio camino.

11.00 La torre octogonal de San Pablo

Damos un salto en el tiempo y nos vamos de la ciudad romana a la mudéjar, para visitar la iglesia de San Pablo, otro de los monumentos de este estilo declarados Patrimonio de la Humanidad. Su torre es el máximo exponente del mudéjar en Zaragoza. Es octogonal y tiene estructura de alminar almohade, con una torre exterior que envuelve a otra interior, situándose entre ambas las escaleras. Un detalle curioso: la decoración exterior, de tracerías murales y grandes vanos bíforos de arcos apuntados, se centra en los pisos superiores, que son los que se ven desde casi cualquier punto de la ciudad, mientras que la parte inferior, menos visible, es un muro de ladrillo pelado. Como abre a las nueve, si no nos importa madrugar, podemos adelantar la visita a esa hora y ganar tiempo.

12.30 Dos genios zaragozanos

Cerca de la iglesia de San Pablo (a cinco minutos, por las calles San Pablo y Torre Nueva), se encuentra el palacio de Argillo, del siglo XVII, que alberga el Museo Pablo Gargallo, con más de 150 obras del gran escultor zaragozano (de la localidad de Maella): bronces, dibujos, plantillas de cartón recortado (singular paso previo para algunas de sus piezas), grabados, joyas y documentación de uno de los artistas esenciales del siglo XX español. Es el museo más visitado de la ciudad. Otro museo imprescindible es el Ibercaja Camón Aznar, instalado en el palacio renacentista del Infanzón Jerónimo Cósida, cuyo gran reclamo son las cinco series de grabados de Goya (otro genio zaragozano, de Fuendetodos). Y también hay que visitar el Museo de Zaragoza, donde se exhibe desde el hacha de Cauvaca (Caspe), el objeto más antiguo fabricado por el hombre (100.000 años), hasta pintura contemporánea. Pero lo que todo el mundo viene a ver son los cuadros de Goya y, en particular, sus retratos: Carlos IV, María Luisa de Parma, Fernando VII, el duque de San Carlos, el infante Luis María de Borbón

Segunda tarde: pasando por el arco

14.00 Cocina para todos los gustos

En el entorno del Museo de Zaragoza hay bastantes buenos restaurantes. Destaca La Granada, de cocina de autor, con la trufa como ingrediente habitual. Otro aliciente de este restaurante es que está al lado de la Sede Central de Ibercaja, en cuyo interior puede verse una de las joyas del Renacimiento aragonés, el Patio de la Infanta, que se montó aquí después de que la casa original se incendiara y de haber pasado tres cuartos de siglo en París. Pero si esta primera opción nos falla, o preferimos otra, tenemos el acreditado restaurante del NH Gran Hotel, La Ontina; la cocina moderna de Moss, el vasco Pantxika Orio y El Asador de Aranda.

16.00 La otra catedral: la Seo

Como la basílica del Pilar es tan grande y famosa, hay forasteros que la visitan y que se marchan de Zaragoza sin sospechar que en la misma plaza hay otra catedral, la de San Salvador. La Seo, como la llaman los zaragozanos, es la segunda catedral en importancia, pero la primera en el tiempo. Se asienta sobre lo que fue el foro romano y más tarde la mezquita mayor, de cuyo minarete todavía perdura la impronta en la torre. Empezó a construirse en el siglo XII en estilo románico y fue objeto de numerosas reformas y ampliaciones hasta 1704, cuando se colocó el chapitel barroco rematando la torre. En ella hay elementos de todas las épocas y estilos intermedios, pero los que tienen una especial relevancia son los mudéjares del ábside, la capilla de la Parroquietay el cimborrio, que forman parte, junto con la Aljafería y la iglesia de San Pablo, del conjunto del mudéjar aragonés declarado Patrimonio de la Humanidad.

18.00 Vuelta a la Edad Media

Detrás de la Seo se esconde el arco del Deán, uno de los rincones con más encanto de la ciudad, donde al pasar los relojes atrasan hasta el siglo XIII, que fue cuando se construyó este pasadizo elevado para comunicar directamente la catedral con la nueva casa del deán. Su precioso mirador, con ventanales de tracería gótico-mudéjar, data del siglo XIV. Paseando por debajo del arco y por las plazuelas que rodean la Seo, nos despediremos de la vieja Zaragoza, no sin antes decidir en qué restaurante pondremos el punto final. Dos de los mejores de la ciudad son Novodabo, de cocina moderna, y El Cachirulo, de estilo tradicional. Están lejos del casco histórico, pero el desplazamiento vale la pena.

Fuente: Guía Repsol

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