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Piscina del parador de Lorca.
Dormir en un castillo

Dormir en un castillo

Te presentamos los mejores hoteles en castillos: cómodos, con camas king size, buenos cocineros y piscinas climatizadas

GUÍA REPSOL

Jueves, 10 de septiembre 2015, 13:43

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Si el infante don Juan Manuel o los reyes de Portugal levantaran la cabeza y vieran sus castillos transformados en hoteles, maldecirían su suerte, porque ahora son mucho más cómodos, con camas king size en lugar de jergones de lana amazacotada, ascensores en vez de escaleras de caracol, buenos cocineros en los fogones y piscinas climatizadas. ¡Mi reino por un castillo-hotel!

Parador de Lorca

Paradores en castillos hay muchos (Jaén, Sigüenza, Alcañiz, Benavente, Jarandilla, Ciudad Rodrigo, Hondarribia, Olite, Oropesa, Tortosa, Zafra), pero ninguno más moderno que el de Lorca. Moderno porque abrió en 2012 y porque es un concepto novedoso: un hotel de diseño contemporáneo integrado en un yacimiento arqueológico, el de la judería que poblaba el extremo oriental de la alcazaba lorquina, donde se ha exhumado una sinagoga del siglo XV.

Tiene las ventajas de un castillo (estar rodeado de torres y murallas y gozar de unas vistas estratosféricas sobre la vega hortícola del Guadalentín) y también las de un hotel moderno, como la luz, el spa o un cocinero que sorprende al comensal con un gazpacho blanco de poleo con helado de aceite arbequina. También son modernas las bandas antisísmicas, unas fajas exteriores de acero que protegen el edificio de terremotos como el que sacudió Lorca en 2011. Quien busque grilletes, tapices raídos y almas en pena, este no es su castillo.

Parador de Cardona, Barcelona

A los duques de Cardona los llamaban los reyes sin corona y, viendo el castillo donde vivían, se comprende por qué. Encaramado desde hace 1.100 años en un promontorio que domina la vega del río Cardener y la famosa Montaña de Sal, el hoy Parador de Cardona es una fortaleza de roca oscura imponente, difícil de creer, que parece sacada de Juego de tronos.

Además de todas las vistas del mundo, hay una iglesia del primer románico y una torre con leyenda, la de la Minyona, ambas del siglo XI. Hay un notable restaurante, el Abad, donde se cuida la cocina regional (texturas de bacalao con brandada, surtido de embutidos catalanes, paletilla de cordero del país braseada). Y, cómo no, hay una habitación con fantasma, la 712.

Parador de Alarcón, Cuenca

Dicen los que saben de cromoterapia que el verde relaja mucho, y debe ser cierto, porque el castillo de Alarcón, que levanta su almenada torre a más de 50 metros sobre las aguas del Júcar, verdes como un elixir de menta, fue el lugar donde el infante don Juan Manuel encontró, entre batallas e intrigas, la paz necesaria para escribir la mayor parte de su obra.

La paz sigue estando garantizada en el Parador de Alarcón, porque es de los más pequeños (solo catorce habitaciones), y porque en sus remozadas dependencias se exhiben, en lugar de armaduras y pendones guerreros, cuadros de Tàpies, Redondela, Sempere Obras que remiten al Museo de Arte Abstracto de Cuenca. O, sin ir tan lejos, a las pinturas murales abstractas de Juan Mateo que decoran la iglesia de San Juan Bautista, en la misma villa medieval de Alarcón, declaradas de Interés Artístico Internacional por la Unesco.

Castillo del Buen Amor, Salamanca

El Castillo del Buen Amor tiene un nombre muy bien elegido, que funciona como un imán para las parejas que viajan por la Vía de la Plata y descubren, a medio camino entre Salamanca y Zamora, esta fortaleza palaciega del siglo XV. Gótica, cuadrada, con elegante patio de armas, enorme torre del homenaje y foso de 15 metros de ancho, aquí puede uno perderse en un laberinto vegetal francés, darse un baño con flores y champán.

En este hotel se puede ver como el sol se acuesta tras los viñedos de la propiedad desde lo alto de su torre privada y quererse en una cama king size entre muros de cinco metros de espesor, a prueba de todo tipo de ruidos. Declarado Bien de Interés Cultural, el castillo era una ruina que daba pena hasta que se restauró y abrió sus puertas en 2003 como hotel, con 45 habitaciones y un restaurante de cocina castellana donde los domingos triunfa el cocido.

Fuente Guía Repsol

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