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ETA, una historia de muerte y destrucción
ETA, una historia  de muerte y destrucción
CASI MEDIO SIGLO

ETA, una historia de muerte y destrucción

Una organización creada por estudiantes nacionalistas radicales se convirtió en una banda terrorista que ha matado a más de 800 personas y herido a miles

FLORENCIO DOMÍNGUEZ

Jueves, 30 de marzo 2006, 02:00

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SAN SEBASTIÁN. DV. Cuenta un miembro de ETA de mediados de los sesenta que, en una ocasión, él y un compañero se dirigieron al responsable de material de la banda y le pidieron que les facilitara unos alicates para robar un coche. «Los alicates de la Organización están en Iruña», respondió con toda seriedad el aludido.

Aquella ETA 'naif', que escondía en Pamplona los únicos alicates que tenía o que no podía cometer atracos entre semana porque los activistas más entrenados estaban en el colegio, dejó pasó a la pesadilla de una organización terrorista que ha matado a 840 personas y herido a miles y que ha provocado, en los últimos diez años, unas pérdidas superiores a los 8.000 millones de euros, aparte de frenar el crecimiento de la economía vasca entre el 10% o el 25% del PIB anual, según el estudio que se tenga en cuenta. Una ETA, además, que ha perdido a 153 miembros en muertes violentas.

La organización de los alicates, la misma que hoy que fabrica bombas con teléfonos móviles, comenzó su andadura a finales de 1958, adoptando el nombre de Euskadi Ta Askatasuna, después de descartar la denominación de Aberri Ta Askatasuna porque el acróstico, ATA, en euskera significa pato y parecía poco serio. Nació rompiendo con el nacionalismo tradicional, del que procedían buena parte de sus integrantes. La ruptura estaba motivada por la decepción de una parte de la juventud nacionalista por la pasividad de sus mayores -el PNV- ante el franquismo. Para distanciarse de la resignación del nacionalismo tradicional, el activismo constituye una de las señas de identidad de la nueva organización, que se estructura en torno a varias ramas, una de las cuales es bautizada como 'rama de acción'. En 1962, en la I Asamblea, se sustituye esta denominación por la de 'rama militar', dejando mucho más claro el espíritu que anima al grupo.

Los primeros atentados de ETA tienen lugar en diciembre de 1959 y consisten en la colocación de tres bombas, una en Vitoria, otra en Bilbao y otra en Santander. En 1960, de manera accidental, se habría producido la primera víctima mortal de ETA. Se trataría de la niña Begoña Urroz Ibarrola, fallecida en San Sebastián al estallar una bomba en una estación de tren. Los servicios policiales de la época atribuyeron este atentado a grupos anarquistas, por coincidir con otros de ese cariz ideológico cometidos en otras ciudades en fechas cercanas. Miembros de ETA de los sesenta aseguran que nunca oyeron hablar de ese atentado dentro de la organización. La autoría nunca fue asumida por ETA, aunque un listado de acciones del grupo terrorista intervenido en 1992 al dirigente etarra 'Txelis' incluye la bomba de 1960. El que fuera vicario general de San Sebastián, José Antonio Pagola, en su libro 'Una ética para la paz. Los obispos del País Vasco 1968-1992' (Idatz), sostiene también que esa niña fue la primera persona asesinada por ETA.

ACTIVISMO

Las primeras víctimas intencionadas no vendrían hasta ocho años más tarde, cuando el miembro de ETA Txabi Etxebarrieta mató por la espalda al guardia civil José Pardines. Horas más tarde, la Guardia Civil dio muerte al propio Etxebarrieta. «La muerte de Txabi constituyó un mazazo -cuenta Teo Uriarte en sus memorias (Mirando atrás. De las filas de ETA a las listas del PSE. Ediciones B)- Era el más intelectual de todos, el menos dado al activismo. Quizás el más consciente de dónde estaba metido. Y prácticamente se dejó matar. A los demás, conscientes y asustados a la vez, nos roían las ganas de venganza, sobre todo, la necesidad de dar algún tipo de respuesta que demostrara que ETA no estaba acabada. Creo que fue, sobre todo, el recuerdo del amigo lo que nos llevó a iniciar la macabra espiral de violencia que aún hoy padece Euskadi. Una reacción fundamentalmente emotiva».

La reacción «emotiva» fue el asesinato del policía Melitón Manzanas. El Gobierno respondió con la declaración del estado de excepción y el incremento de la represión, haciendo buena la teoría de la acción-represión-acción que ETA había adoptado, en el año 1965, en su IV Asamblea. Una teoría de gran calado para una organización que tenía entonces un aparato militar formado por seis hombres, una pistola y cinco subfusiles.

TEORÍAS REVOLUCIONARIAS

En ocasiones, la organización ha presentado su violencia como la consecuencia de un determinismo histórico que le ha empujado a continuar una trayectoria anterior de enfrentamientos armados. «ETA no existía hace 150 años, ni hace 100, ni tan siquiera hace 44 años. Pero sí existieron unos precedentes como Zumalacárregui, el cura Santa Cruz e incluso un PNV que, en dos guerras carlistas y en 1936, empuñaron firmemente las armas», afirmaba la banda en un comunicado difundido el 21 de mayo de 1980. Su opción por la violencia es, sin embargo, voluntaria, elegida libremente por considerarla más eficaz para lograr sus propósitos.

En su decisión de usar las armas está presente no sólo la reacción ante la ineficacia del nacionalismo para combatir al régimen de Franco, sino también la influencia de las teorías y los movimientos revolucionarios y descolonizadores de la época. La lucha argelina por la independencia o la revolución cubana cautivan a los miembros de ETA que se disponen a aplicar en el País Vasco estos modelos. La influencia de estas ideas llega a través del 'Vasconia', de Krutwig, y se plasma en el documento 'La insurrección en Euskadi', que sale de la III Asamblea, en 1963. Sin embargo, fue la V Asamblea, celebrada en dos partes, a caballo entre los años 1966 y 1967, la que tuvo una influencia determinante en la historia posterior de ETA, tanto en lo ideológico, por la aportación del concepto de nacionalismo revolucionario, como en lo organizativo, al adoptar la estructura de frentes: el 'militar', el 'cultural', el 'político' y el 'económico', convertido luego en 'frente obrero'.

De la V Asamblea nació la ETA que, un año después, iniciará la carrera de muertes propias y ajenas. Pardines, Etxebarrieta, Manzanas son los primeros de esa larga lista. La represión desencadenada por estos hechos conduce a la cárcel en 1969 a una parte significativa de los cuadros de ETA, entre ellos Mario Onaindia, Teo Uriarte, Jokin Gorostidi, Javier Izko de la Iglesia, José María Dorronsoro y Javier Larena, para los que se pedirá la pena de muerte cuando, un año más tarde, se sienten en el banquillo del Consejo de Guerra de Burgos, junto a otros diez acusados.

El Consejo de Guerra se convirtió en un factor propagandístico antifranquista de primer orden, tanto en España como en el extranjero. Y en Euskadi convirtió a ETA en una organización referencial para una gran cantidad de jóvenes, que, después del proceso de Burgos, se acercó a la banda para enrolarse en sus filas. Bajo el liderazgo de Eustakio Mendizabal, 'Txikia', un nuevo grupo de dirigentes se encargó de reorganizar el maltrecho grupo y de encuadrar a las docenas de nuevos militantes.

MILITARISMO

'Txikia' sustituyó a Juan José Etxabe, 'Haundixe', como jefe del 'frente militar', tras la ruptura de la organización producida con motivo de la VI Asamblea, en la que el grueso del 'frente militar', con el apoyo de Emilio López Adán, Julen Madariaga o Federico Krutwig, se desvinculó del resto de la organización y se constituyó como ETA-V Asamblea.

'Txikia', secundado por jóvenes militantes como Txomin Iturbe, José Miguel Beñarán, 'Argala', José Antonio Urrutikoetxea, 'Ternera', o Peixoto, se encargó de poner en pie la nueva organización y, al mismo tiempo, intensificar su activismo mediante la colocación de muchas más bombas que hasta entonces y la realización de atracos para financiar a ETA-V.

El nuevo grupo nace con una aversión hacia los debates ideológicos que habían tenido lugar en ETA a lo largo de los sesenta y que, a menudo, habian sido fuente de conflictos internos. 'Txikia'y sus seguidores tienen la percepción intuitiva de que la acción es el factor que provoca la superación de las diferencias y mantiene la unidad, frente a los debates ideológicos. Esa generación acabará haciendo de ETA una organización exclusivamente militar, de la que desaparecen las asambleas como escenario de discusión política.

En las tareas de reorganización que realizan 'Txikia' y su gente tiene una importancia fundamental la integración en la banda de una parte de las juventudes del PNV. A partir del verano de 1971, la actividad etarra se acelera. Al año siguiente, además de un elevado número de atentados, ETA realizó su primer secuestro económico: el del industrial Lorenzo Zabala, que tendrá una gran repercusión social. El propio 'Txikia' fue víctima de la dinámica en la que se había embarcado ETA: el 19 de abril de 1973 fue abatido por disparos de la Policía en Algorta, después de una agitada persecución por las calles.

Sin embargo, la desaparición del líder no frenó la actividad de la banda, que continuó con el plan que ultimaba cuando murió Mendizabal: el secuestro del entonces vicepresidente del Gobierno, el almirante Luis Carrero Blanco. Al ser designado presidente y reforzada su escolta, ETA renunció al secuestro y decidió intentar el asesinato. El magnicidio se consumó el 20 de diciembre de 1973, con un atentado espectacular que atrajo sobre sus autores la mirada de todo el mundo y proporcionó a ETA otra baza propagandística.

«Entonces era casi folclórico pensar que ETA, que hasta ese momento sólo había asesinado a tres personas en el País Vasco, se iba a atrever a atentar en Madrid y contra el presidente del Gobierno. Nos equivocamos», reconocería muchos años después el entonces responsable de la Seguridad del Estado, el general Eduardo Blanco.

La fascinación que ocasionó el asesinato de Carrero impulsó la letalidad de la violencia etarra: de los seis muertos de 1973, se pasó a diecinueve en 1974, entre ellos once civiles asesinados con una bomba colocada en la cafetería Rolando de Madrid. La banda matuvo el nivel de atentados mortales a medida que se aproximaba el final del franquismo: dieciséis en 1975; diecisiete en 1976 y doce en 1977, año de las primeras elecciones democráticas.

Tras la masacre de civiles provocada en 1974 en Madrid, se produjo la ruptura de ETA en dos ramas: la militar y la político militar. No fueron razones ideológicas, ni políticas, sino de carácter organizativo. Los 'milis' -encabezados por 'Argala'- defendían, ante la posibilidad de que en España se instaurara un régimen democrático, la conveniencia de separar el grupo militar, clandestino, de los «organismos de masas» afines que debían operar en la legalidad.

Los 'polimilis' eran partidarios entonces de crear una organización que abarcara tanto las actividades militares como las políticas. Tres años después rectificaron esta teoría y se acercaron a los postulados de 'Argala', aunque las dos facciones no volvieron a unirse.

A la llegada de la democracia, ETA se encuentraba dividida en dos ramas que compiten en actividad violenta. Y, muy pronto, en 1978, se organizó una tercera: los Comandos Autónomos Anticapitalistas (CAA), impulsados por elementos separados de las dos facciones oficiales de ETA y por miembros del movimiento asambleario.

Intentos de negociación

Con el final del franquismo, se produjeron los primeros esfuerzos por persuadir a ETA para que abandonara la violencia y se sumara al proceso democrático que comenzaba a abrirse en España. La primera reunión entre una rama de ETA y un representante del Gobierno español tuvo lugar en noviembre de 1976 en Ginebra. El entonces comandante Ángel Ugarte, jefe de los servicios de inteligencia en el País Vasco, se reunió con los dirigentes de ETA (pm) Xabier Garaialde, 'Erreka', y Jesús María Muñoa, 'Txaflis'. Tras esta entrevista, se concertó una segunda reunión, en diciembre, también en Ginebra, a la que, además de los dirigentes 'polimilis', acudió una representación de ETA militar, formada por José Manuel Pagoaga, 'Peixoto', y José Luis Ansola Larrañaga, 'Peio el Viejo'.

El Gobierno propuso a las dos ramas de ETA que declararan una tregua de varios meses para discutir posibles medidas de amnistía. En la reunión, los etarras escucharon los planes de reforma política del Gobierno de Adolfo Suárez. Pero el intento fracasó. ETA militar calificó de «desvergüenza» la propuesta gubernamental. 'Peixoto' afirmó que no tenía nada que hablar con los militares y que, «si querían negociar algo, que diesen la amnistía total y las libertades y que después pidiesen otra entrevista». Los tanteos con los 'polimilis' prosiguieron, pero tardaron cinco años en fructificar.

En 1977, ETA (pm) sufrió otra ruptura, protagonizada por sus comandos especiales (bereziak), disconformes con la línea que propugnaban Eduardo Moreno Bergaretxe, 'Pertur', y Garaialde, partidarios de crear un partido político. Los 'bereziak', liderados por Eugenio Etxebeste, Francisco Múgica y Miguel Angel Apalategi, rompieron con ETA (pm) y se pasaron con armas y bagajes a ETA m, no sin antes haber hecho desaparecer y asesinar a 'Pertur', según el convencimiento de su familia.

La llegada de los escindidos de ETA (pm) permitió a los 'milis' iniciar, a finales de 1977, una gran ofensiva terrorista contra la naciente democracia. 'Argala' y sus compañeros propugnaron que los partidos vascos no se presentaran a las elecciones. Pero nadie siguió la consigna: ni los partidos ni los ciudadanos, que acudieron masivamente a votar, expresando su confianza en el proceso de recuperación de las libertades que se iniciaba entonces.

Ese revés político parece estar en el origen de la formulación de una nueva doctrina estratégica que ETA divulgó en febrero de 1978. Hasta entonces, los teóricos de la banda habían mantenido la esperanza de que la actividad terrorista fuera capaz de provocar una insurrección general que condujera a la derrota del Estado. A partir de entonces, la banda asume que no puede derrotar al Estado, pero cree que tampoco puede ser derrotada por éste. 'Argala' elabora la nueva teoría: la actividad terrorista persigue forzar al Estado a sentarse a una mesa en la que tendría que reconocer la autodeterminación del País Vasco y las exigencias contenidas en la Alternativa KAS. Porque ETA sólo consideraba negociables los plazos de aplicación de sus demandas: «Los contenidos de la Alternativa son innegociables y tienen un carácter de mínimos, que deben ser tomados en su totalidad y no punto por punto». Así se expresa el representante de ETA en una reunión de KAS del 27 de agosto de 1987. Únicamente «pueden ser objeto de negociación los plazos y los mecanismos de aplicación de dichos puntos», apostilla.

Los procesos de elaboración de la Constitución y del Estatuto, así como los primeros siete años de democracia, estuvieron salpicados de una actividad terrorista intensísma. Entre 1978 y 1984 se registró una media de 235 atentados al año, que dejaron un saldo medio de 56 asesinatos. ETA militar fue la responsable principal de esta ofensiva, ya que, a principios de 1978, tiene alrededor de 500 miembros organizados en células armadas y durante varios años fue capaz de organizar un nuevo comando cada once días.

Más objetivos

Para mantener ocupado a tanto activista, ETA amplió los colectivos que estaban en su punto de mira. Primero habían sido policías y guardias civiles, después vinieron los supuestos confidentes, luego alcaldes franquistas, militantes de UCD, de AP, militares, supuestos traficantes de droga, empresarios, bancos, objetivos ligados a Iberdrola y la central de Lemóniz, infraestructuras económicas, periodistas, ertzainas... Todo valía para sostener la ofensiva terrorista, incluso a riesgo de provocar una involución política, como a punto estuvo de ocurrir con el golpe fallido del 23 de febrero de 1981.

A partir de 1985, la respuesta del Estado y la colaboración policial de Francia empezó a debilitar poco a poco a la organización terrorista, aunque no hasta el punto de parar su actividad. Desde 1985, el número de atentados se redujo. Pero la banda intentó compensar esa debilidad con el empleo de coches bomba -responsables de masacres como la de Hipercor (21 muertos), y la del Cuartel de Zaragoza (11 muertos)- y la extensión del terrorismo fuera del País Vasco.

En 1989 se celebraron las conversaciones de Argel, que concluyeron en un fracaso, al igual que todos los intentos realizados antes y después de ese año, como el que tuvo lugar en 1999 en Suiza.

La gran crisis de ETA se produjo el 29 de marzo de 1992, cuando una investigación de la Guardia Civil permitió localizar y detener en Francia a todos los miembros de la dirección de la banda. Aquella operación policial rompió con el mito de la imbatibilidad etarra. Por primera vez, en el seno de la organización y en su entorno político se temió una derrota «militar».

Como respuesta a esta extrema, la banda decidió pasar a asesinar a los adversarios ideológicos, a los miembros de los dos grandes partidos nacionales, el PP y el PSOE. Fruto también de aquella crisis fue la modificación de la estrategia de negociación de 1978. En 1995 se dio a conocer la Alternativa Democrática, que ya no buscaba un acuerdo con el Estado, sino la creación de un frente nacionalista que avanzara unilateralmente hacia la independencia.

El acuerdo entre ETA, el PNV y EA del verano de 1998, que propició la tregua iniciada en septiembre de ese año y mantenida hasta diciembre de 1999, fue el resultado de esa estrategia soberanista, que se plasmó también en la Declaración de Estella. Sin embargo, las exigencias de ETA forzaron la ruptura del acuerdo, el final de la tregua y la vuelta a los asesinatos de los constitucionalistas vascos para expulsarlos del espacio político.

Como reacción a esta 'limpieza ideológica', los dos grandes partidos reaccionaron con la firma del Acuerdo por las Libertades y contra el Terrorismo, que dio cobertura a la Ley de Partidos y permitió la ilegalización de Batasuna. Desde 1998, la Justicia ha perseguido todas las estructuras políticas afines a la banda por su connivencia con el grupo terrorista. Este conjunto de medidas, unidas a un eficaz acoso a la propia banda, llevaron, a partir de 2003, a la organización a los momentos más bajos de su historia.

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